—¿Qué quieres para tu cumpleaños, Katsuki?
La pregunta lo congela. Le cae como agua helada en sus manos cuando recién ha usado su Quirk. Fría y un poco dolorosa.
¿Por qué lo pregunta?
Él está consciente de que ya a su edad es algo común que se pregunte y que no causa efectos emocionales como los que causaba cuando era niño. Se supone.
Pero le ha caído de sorpresa, nunca le ha preguntado antes y siempre eran fiestas sorpresas entre ellos, los amigos y sus padres; o eran satisfactorios encuentros o encerronas donde los dos daban rienda suelta a todo lo que venían acumulando desde la última vez —que suele ser siempre una vez luego de semanas, a petición de él mismo.
La pregunta le quitó la esperanza o hasta las ganas de vivir, sintió su alma ser removida de su ser. No es muy de él pero, por alguna razón, le importa. Le pesa.
Eso... se sintió muy frío...
Sentado ahí, en el sofá, se limita a bajar la cabeza para enfocar sus pies mientras está sentado en posición de flor de loto con sus brazos rectos apoyados en sus rodillas.
No dice nada y la joven, que está a sus espaldas, se acerca para quedar frente a él. Se inclina para mirarle mejor el rostro y luego se eleva, para poner las manos en sus caderas mientras hace un puchero.
—Moh~ Eres un consentido, ¿sabías? —Le reprocha, con voz juguetona. Katsuki eleva la mirada lentamente.— No puedo creer que hagas eso... Ya vas para los veintiocho-... —Se retracta cuando ve un particular brillo en esos ojos.— Ya, quita esa cara... No quiero que luego pases un mes sin hablarme por cumplir un capricho del que luego te arrepientes.
Katsuki toma un cojín y lo abraza, es raro y nunca lo ha hecho pero le conforta, pensando que lo que dice es una verdad un tanto exagerada. Es verdad que suele pedir cosas y luego retractarse, pero eso de no hablarle por un mes... nunca. A lo máximo medio día y con mucho esfuerzo.
Uraraka, al ver su reacción, se arrepiente de hablarle tan duro.
—Quizá el efecto del Quirk de esa chica no sólo afecta a su cuerpo, sino también mentalmente... aunque ella lo negó... —Susurró mientras miraba a Bakugō.
No había sido un ataque de villanos, sólo había chocado con una estudiante mientras hacían las compras del mes. Al parecer, el Quirk de la chica se activa por contacto sin ninguna otra condición, lo que provocó que en cosa de segundos, Katsuki terminara con la apariencia de un niño de seis años. Sin duda, un Quirk bastante molesto, no sólo para la usuaria sino que también para sus cercanos.
—Bueno, a lo que iba... —Retomó el hilo de la conversación, no se iba a dejar convencer por esos ojos.— te pregunté eso porque ya no sé qué quieres. Últimamente todo, todo, te deja inconforme y no me gusta. Se supone que aunque gruñas y hagas tus mañas, te quedas satisfecho. Te conozco y se te nota en la cara, pero últimamente no. Ni para mí cumpleaños... —Al ver que Uraraka se entristecía más y más mientras hablaba, Katsuki se apresuró a corregir el malentendido.
—¿Cómo quieres que esté bien y conforme, cuando quiero hacer de estas mierdas... algo más íntimo? —Se avergonzó por lo infantil que sonaba su voz.— Algo más... nuestro... —Se corrigió.
Entonces, Uraraka por fin lo entiende y se conmueve, un poco, porque, por mucho que sea Katsuki quien lo dice, es un niño hablando como adultos. Porque no sólo es ternura, sino que hay algo más, algo que Uraraka no se logra explicar por lo que decide espantar sus pensamientos.
—Entonces..., ¿quieres un cumpleaños sólo conmigo? —Katsuki asiente.— Pero viendo que estás así... —Hace un ademán con la mano, señalando todo su cuerpo.— no esperes mucho de tu cumpleaños... —Bakugō abre aún más los ojos. A veces olvida ese detalle.— ¿Una fiesta con globos y torta?
