¿Muertos?

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El gas comenzó a disiparse por todo el almacén.

-Miguel...¡Miguel!-

Marco le habló muchas veces, hasta que el nombrado volteó a verlo y se dio cuenta.

-¡¿Qué fue lo que hiciste?!-

Como siempre, Miguel echándole la culpa.

-¡Auxilio! ¡Ayúdenos!-

Gritaba Marco dirigiéndose a la puerta sin despegarse del suelo, pero al ver que Miguel se puso de pie alejándose de ahí quedando estático le pareció peligroso.

-¡Tarado, al piso!-

Marco lo tomó de los pies y lo jaló, y perdiendo el equilibrio, su compañero acabó de nuevo en el suelo.

-¡Ayuda! ¡Por favor!-

Gritaba Miguel.

Pero ¿Qué era lo que estaba pasando en el escenario?

Rosa y Catalina fueron obligadas a formar un dueto con el violín.

Todo el público estaba concentrado en las melodías, que ni si quiera escucharon los gritos de los niños atrapados en el almacén, no fue hasta que Rosa se dio cuenta pues miraba entre los asientos pero no a su primo ni a Marco.

-¡Debemos salir de aquí!-

Miguel tomó una de las sillas del almacén y comenzó a golpear la puerta. Para ese entonces el gas ya había atravesado la puerta y seguía expandiéndose por todas partes.

Y en el escenario y asientos, ya comenzó a notarse, pronto, comenzaron a evacuar, obviamente tratando de conservar la calma, pero todo fue tan desordenadamente, que ni Luisa ni Lorena pudieron encontrar a sus hijos.

-¿Dónde está Miguel? ¡¿DÓNDE ESTÁ MIGUEL?!-

-Tranquila debe estar con su grupo de compañeros, ellos salieron por la puerta de emergencia-

Decía Enrique tratando de calmar a su esposa. En poco tiempo llamaron a los bomberos.

Sin embargo, cuando pasaron lista, faltaban exactamente dos alumnos pero los profesores no podían entrar solos, así que llamaron a protección civil y se adentraron para buscarlos.

Desgraciadamente Miguel ya había inhalado el gas suficiente para debilitarse y caer inconsciente, Marco, quien había permanecido en el piso a salvo, ante la situación reunió el valor suficiente para tirar la puerta de una patada.

A continuación y con un poco de dificultad pudo cargar a Miguel y llevárselo de ahí, después de todo él fue quien lo metió en ese problema.

Pero la presión, el peso y el gas natural ya lo estaban dejando en las últimas.

-No dejaré que mueras, perdóname por todo, otra vez-

Decía Marco mientras sentía que la vida se escapaba de sí, y no quería que Miguel siguiera siendo víctima de todo lo que él causó. Así que lo dejó en el piso para que no inhalara ese veneno en el aire, sacrificandose por él mientras estaba expuesto y arrastrándolo.

-¡Aquí están!-

Gritó el profesor mientras iba acompañado del ingeniero, Marco dio su último suspiro y colapsó.

Mientras ambos adultos fueron hacia ellos para revisar sus signos vitales, aún estaban vivos pero eso no significaba que se podrían salvar.

-Hay que irnos de aquí-

Dijeron, de cualquier forma antes de poder escapar el gas había llegado al altar de San Antonio, el cual tenía una veladora encendida, y al alcanzarla ocurrió la peor catástrofe conocida en el pueblo de Santa Cecilia.

Una llamarada ardiente llenó toda la escuela en una escena de terror que causó un incendio masivo, una explosión que provocó que una parte de la escuela se viniera abajo, que era justo donde ambos niños yacían, si no morían incinerados, morían bajo los escombros.

Eso desató el caos en la multitud que se acercaba, mientras apagaban el fuego, lograron sacarlos de ahí.

Lo demás ya es historia.

Marco y Miguel despertaron en el mundo de los muertos. Y para colmo, de nuevo en la torre de la Cruz.

El primero fue Marco, levantó la mirada, pero al ver que estaban de nuevo en aquel lugar fue lo de menos.

Creyó que estaban muertos ya, pero al ver sus manos lo dudó, pues no eran esqueléticas, no sabía que demonios estaba sucediendo, pero en lo último que pensaba era en Miguel, y al darse cuenta que no lo tenía a la vista, volteó detrás suyo sacadicamente.

-¡Miguel!-

Fue hacia él para abrazarlo, por alguna extraña razón, los efectos del gas natural no respetaban dimensiones.

Miguel despertó poco a poco, abriendo los ojos aunque viera todo borroso, reconocía esos relucientes y bellos ojos.

-...¿Qué...qué m-me pasó?-

Marco se alegró demasiado y volvió a abrazarlo.

-Creí que te perdería-

El joven Rivera sabía que Marco no se iba a dar por vencido.

-Lo último que recuerdo fue...-

Miguel hizo una retrospectiva.

-¿Dónde estamos? ¡¿Estamos muertos?!-

Mirando a su alrededor y viendo que estaban en la fortaleza de Ernesto.

-No lo sé, Miguel, pero de algo estoy seguro y es que aún no estamos muertos-

Marco negó con la cabeza mientras lo ayudaba a levantarse, Miguel aún se sentía mareado, pero pudo mantenerse de pie.

-Tenemos que irnos de aquí ya, Ernesto puede aparecer en cualquier...-

-¿En cualquier momento?-

Ernesto apareció de nuevo, interrumpiendo a Marco.

-¡Vete!-

Ordenó Marco para que su compañero se fuera.

-¡No se van a ir a ningún lado!-

El esqueleto quiso tomar a su tataranieto del brazo, pero al instante volvió a sentir esa reacción que provocaba que se quemara, haciendo una expresión de dolor.

-¡No otra vez!-

El joven de la Cruz tomó la muñeca de su compañero y se fueron corriendo de allí.

-¡Puedes correr pero no esconderte! ¡Nunca volverás al mundo de los vivos!-

Esas palabras retumbaron en su mente mientras escapaban de ahí.

-¡Espera!-

Exclamó Miguel, soltandose y volviendo a colapsar pero estando consiente.

-¡Miguel!-

Marco se volvió y se quedó con él.

-Me...estoy sofocando...no puedo, ya déjame, tu...vete...-

Miguel respiraba muy agitado, el gas natural le hizo mucho daño.

-Todo esto es mi culpa-

Contestó Marco muy frío. Ahora se daba cuenta que desde el momento en que llegó a Santa Cecilia no hizo nada más que hacerle daño, con y sin intención.

-Pero necesitamos saber porqué estamos aquí, y porqué aparecimos juntos-

Continuó Marco, volviendo a ayudar a Miguel a levantarse y recuperar el aliento.

Entre Notas Musicales || Coco || Marco de la Cruz x Miguel RiveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora