Capítulo 30

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Es Mejor no Hablarnos

BEATRIZ

Ese chico se ve que es un buen muchacho, pero no quiero que Verónica salga con él. Ni siquiera sé si es tauro o capricornio y lo que me dijo el adivino de que él no es el indicado para ella es aún peor.

Solo no quiero que Verónica muera y si tengo que obligarla a salir con unos de los chicos de esta casa, lo haré, aunque no será fácil con lo testaruda que es.

No puede ser que ustedes se empeñaran en atacar a Tred —dirige su mirada a Alan y a mí furiosa—¿Qué les ha hecho para que lo trataran como un ladrón?

Verónica está muy enojada y más porque Alan y yo lo interrogamos con toda clase de preguntas.

No nos agrada eso es todo, Verónica —admite Alan cruzado de brazos—no dejaré que salgas con ese chico y si a tu abuela no le agrada por algo será —asiento dándole la razón al muchacho.

Pero... ¡¡aghh!! —se va frustrada a su habitación.

Solo debo lograr que no salga más con él y ya, pero ¿Cómo?

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¡Vamos! dos, dos —el señor gira el ánfora con las balotas dentro y yo tengo un buen presentimiento.

Tres.

¡Mierda!

—¡Abuela! —me giro sorprendida—diciendo palabrotas frente a mi —aparece mi hermosa nieta con dos de los chicos, ella se sienta a mi lado besando mi mejilla—perdiendo tu dinero en lotería, ese juego está arreglado.

Es cuestión de suerte, solamente —me encojo de hombros.

Chicos necesito que vayan al mercado y compren frutas, iría yo, pero estoy cansada —asienten—gracias iré a preparar la comida de hoy.

Señora no se preocupe yo la hago —dijo Ian.

VERÓNICA

Gabriel y yo nos levantamos para ir a comprar las frutas para la mesa. A mi abuela le gusta siempre tener fruta y cuando se acaba no espera ni un día para comprarlas.

Llegamos al mercado y está llenísimo, al parecer a todos se les ocurre comprar las cosas el mismo día ¿Por qué?

Ya sabes, todas las frutas que veas a excepción de la papaya —asiente.

Mi abuela no soporta la papaya y yo tampoco.

Caminamos entre las personas y tuvimos que comprar en diferentes puestos. Si había manzanas, no había peras y si había fresas estaban dañadas, era una total locura por eso mi abuela hace las compras y no yo.

Llegamos a casa exhaustos, ponemos las bolsas en la cocina y nos tiramos en el sofá. A recargar la batería de nuestros sistemas.

No pienso salir más —dice Gabriel cerrando los ojos.

Yo menos.

¿Qué les pasó? —aparece Alan—pareciera que les pasaron unas vacas por encima —se sienta encima de mi.

Quítate mastodonte —en vez de quitarse, se acomoda—¡Dios! dame paciencia que se me está agotando.

¿Dónde está Saith? —pregunta Gabriel.

No sé, recibió una llamada y salió, no ha vuelto desde entonces... ¡auch! ¡auch! ¡auch! —dijo cuando lo jalé del cabello hacia un lado para que se quitara—salvaje.

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