EL REGALO PERFECTO

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La mañana del 29 de abril había llegado y con eso el recuerdo de que su amado estaba ese día de cumpleaños, Dazai, había tenido una semana un tanto ocupada y por tal motivo había olvidado comprar el regalo de cumpleaños para su adorado novio. El recordar algo tan importante como era eso, causo que se levantara inmediatamente, tras arreglarse salió con urgencia a comprar el regalo perfecto.

Paso el día entero buscando aquello que hiciera feliz al pelirrojo, pero por más que lo intento no lo consiguió, miro vinos, sombreros, joyas, ropa, zapatos, pero nada absolutamente nada había sido de su agrado, pues aquel cumpleañero ya tenía de eso por montones.

Resignado compro un ramo de rosas rojas las cuales decoraron con un hermoso moño color azul, a paso lento se dirigió a casa de su amado, se sentía avergonzado, de caído y como el peor novio del mundo, no llevaba mucho tiempo saliendo con él, así que este sería el primer cumpleaños que le celebraría y hasta ahora lo estaba haciendo mal.

El reloj marcaba más de las ocho de la noche cuando el castaño llego aquella casa, dando un suspiro largo se decidió a golpear aquella gran puerta anunciando así su llegada, la puerta fue abierta por un sonriente y tierno pelirrojo, el cual tenía en sus manos un plato con algunas cuantas boronas de pastel.

—Osamu, pensé que estabas ocupado —pronuncio el pelirrojo— sigue, hay algunos amigos presentes, pero ya iban de salida —dándole paso al castaño se hizo a un lado.

—Gracias —dijo en lo que entraba.

Ya adentro el castaño miro la mesa de regalos que allí había, dándose cuenta que aquellos obsequios eran grandes y lujosos. No como el suyo, barato y sin alguna gracia. Avergonzado oculto aquel ramo tras su espalda para que nadie lo viera.

—Dazai, te demoraste en llegar —dijo Akutagawa— te guardamos pastel, nosotros ya nos vamos —con un poco de brusquedad puso su mano en el hombro ajeno— más te vale hacer feliz a Chuuya —susurro.

Aquel azabache se alejó del castaño para irse a despedir del cumpleañero, Dazai se quedó allí sin decir nada, se sentía mal, tenía ganas de salir corriendo e ir a comprar algo que en verdad fuera del agrado del pelirrojo, o por lo menos que no fuera tan barato como lo habían sido aquellas rosas.

—Osamu, ¿estás bien? —pregunto Chuuya al ver lo distraído e ido que estaba el castaño.

—Sí, solo que olvidé tu cumpleaños y no te traje nada —contesto el más alto— pero iré ahora mismo por tu regalo.

—vaya… —dijo de manera un tanto decepcionada el pelirrojo— pensé que las rosas eran para mí.

—Esto, claro que no —sacando las rosas de detrás de su espalda las dejo en una mesa— eso fue algo que me regalaron, nada sin importancia.

—Eres muy popular —una leve sonrisa se formó en sus labios.

—Se ve que la pasaron bien —pronunció el castaño en lo que ponía una leve melodía— ¿me harías el honor? —pregunto haciendo un ademán.

Mirando al castaño un tanto sonrojado, acepto bailar con él aquella suave y hermosa melodía. Tomando su pequeña y delicada mano se acerco mas al pelirrojo para rodear su cadera con sus brazos, a lo que Chuuya paso los propios por los hombros del mas alto.

—Te amo —susurro el castaño en él oído contrarío.

—Yo también te amo, Osamu —murmuró sonriente.

Perdiéndose en lo profundo de aquellos hermosos ojos azules, que para Dazai esos zafiros, le recordaban el mismísimo mar, tan profundo e intimidante, tan calmado y agresivo. Haciendo del momento mas cálido, junto sus labios con los ajenos en un suave y delicado beso.

—Entonces… ¿enserio, las rosas no son para mí? —pregunto levemente sin apartar la mirada del castaño.

—Ya te dije que no, como crees que te daré algo tan burdo y barato —contesto, en lo que se apartaba del mas bajito.

—Entiendo, sabes estoy cansado —dando un leve suspiro fue al comedor donde tomo un plato el cual tenía un pedazo de torta— los chicos te dejaron esto, ahora no quiero ser descortés, pero te puedes ir, quiero descansar —su voz sonaba apagada, su rostro que, aunque tenía una sonrisa decorándolo de notaba tristeza.

—Chuuya, perdón, iré por tu regalo y volveré en menos de una hora lo prometo —dijo el castaño tomado aquel plato entre sus manos— por favor espérame ¿sí? —pidió.

—Tráelo mañana, de igual manera no será diferente a los que están allá —contesto indiferente— así que no importa —alzado un poco los hombros, fue a la mesa de regalos donde tomo una pequeña caja, la cual en su interior tenía una pluma sencilla, pero linda a los ojos del pelirrojo.

—Eso… —murmuro el castaño refiriéndose a la pluma.

—El regalo de Aku —pronuncio y una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

Dando un pequeño suspiro, decidió sincerarse con su amado.

—Chuuya… seré sincero contigo, la verdad pase todo el día buscando el regalo perfecto para ti, pero por más que mire y busque nada me gusto, pues muchas de esas cosas tú ya las tiene y no le vi sentido darte algo así —suspiro— las rosas si son para ti, pero no creo que estén a tu altura —dejado aquel plato en la mesa, volvió a tomar las rosas en sus manos.

Con duda y algo de pena se acercó al pelirrojo el cual lo miraba de manera curiosa, dando un suspiro y tomada fuerza levanto la vista del suelo y estirando aquel presente lo entrego a Chuuya.

—Amor, sabes que te amo más que nada en el mundo, que solo tú has visto lo que en verdad soy, que sacas mi lado más sensible y cursi —sonrió tiernamente— no es el mejor regalo que hallas recibido hoy, pero es con mucho amor.

—Estás loco —pronuncio, causando que la sonrisa del castaño se borrara— este es el mejor regalo —tomo aquel ramo de flores las cuales olio y sonriendo ampliamente abrazo al castaño— gracias Osamu, eres lo mejor que me ha pasado.

—Feliz Cumpleaños amor —pronuncio alegre rodeando al pelirrojo con sus brazos.

Dazai no comprendía con exactitud a su novio, ese día había recibido obsequios hermosos y caros, pero este solo se había preocupado por las rosas que fueron hacer parte del centro de mesa y por aquella fea pluma —según Dazai— que le había dado Akutagawa.

A Chuuya le gustaba vivir bien, y si, muchas veces llegaba a derrochar plata en algunas cosas, pero a la hora de la verdad le gustaba las cosas sencillas y aquellas que eran dadas con cariño, que, aunque fueran simples a la vista de otros para él, era el obsequio más espectacular.

Un regalo sencillo, un regalo barato, un regalo pequeño, eso no importa, lo que importa es la devoción, el cariño y amor con el que se da aquel detalle, convirtiéndolo en,

EL REGALO PERFECTO.


EL REGALO PERFECTOWhere stories live. Discover now