El Fin del Camino

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Un chico recorría rápidamente las aceras, estaba muy nervioso. Llevaba consigo unos chocolates y una pequeña carta. Su caminar reflejaba que estaba por llegar tarde a alguna parte, quizás una cita. El camino lo llevó hasta una estación de trenes, un gran reloj en la entrada marcaba las 3:44 pm. «Demonios. Ese tren sale a las 4:10. Debo darme prisa» pensó aquel cansado y un poco sudoroso chico.

A su vez, una chica esperaba la llegada del tren. Observaba a todos lados , como si estuviese esperando a alguien más. Desde hace 30 minutos estaba ella en la estación, aguardando la llegada de algo. Mientras el reloj acercaba cada vez más el arribo del tren, las esperanzas de la pobre chica iban desvaneciendose y dejando consigo solo lágrimas de una profunda tristeza, de alguien que probablemente esperaba ver a alguien especial por última vez. Pero al parecer, el destino se negaba rotundamente a aquel último encuentro, abandonando en la soledad a la joven, quien, triste, aguardaba la tortuosa llegada del tren.

«4:07». El tren estaba por llegar, se podía escuchar cada vez más cerca. La gente se levantaba de sus asientos, preparándose para abordar el tren. La muchacha ya sin ánimos, se levanta de su asiento, echando un último vistazo y llenándose de decepción al ver que aún no llegaba nadie. «¿Lo habrá olvidado? ¿Tan poco le importo? ¿Siquiera intento venir?» fueron algunas preguntas que se hizo, siendo interrumpida por la estruendosa llegada del tren.
«4:11 pm». Aquel desesperado muchacho llegó al lugar donde la chica esperaba el tren. Le fue sencillo ubicarla, para el resaltaba en todos lados.

— ¡Anabela! —grito el chico, pero lamentablemente el ruido ocasionado por la llegada del tren evitó que se escuchase. El preocupado joven corrió hasta donde estaba ella, pero, justo cuando estaba por llegar, la chica subió al tren.

En un segundo, pasaron todos los momentos felices que tuvieron juntos. Desde aquel instante en el que se conocieron, hasta el día en que recibió la noticia de que se iría. La frustración lo invadió, pero de inmediato se convirtió en decisión. Subió al tren luego de haberle pagado al guardia que pedía el ticket, recorrió unos vagones hasta que... La vió.

Allí estaba, observando la estación a través de la ventana, esperando a que ese alguien llegase. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, algunas incluso lograron escapar recorriendo su mejilla. Para el chico lucía perfecta, incluso estando triste.

— Disculpé señorita, ¿puedo sentarme a su lado? —dijó el chico. Anabela reconoció la voz casi al instante, rápidamente se secó las lágrimas y volteó.

— ¡Kenneth! —exclamó la muchacha, mientras que le daba un fuerte abrazo—. Eres un idiota, debías llegar más temprano, así hubiésemos charlado como se debe. —le reclamó a Kenneth.

— Lo sé, discúlpame. No tengo excusa para llegar a esta hora. Ahora debo irme, te traje ésto, espero que te acompañe en tú viajé ya que yo no puedo. —dijó el jóven despidiéndose de la chica. Le entrega los chocolates, la carta y una pequeña caja que sacó de su bolsillo derecho. Entre lágrimas se despidieron, dándose un emotivo abrazo.

— ¿Ahora quién te cuidará? No cualquiera puede arreglar tus idioteces ni soportar lo estúpido que llegas a ser. —le contó en tono burlón Ana a Ken, el cual ríe.

— Intentaré cuidarme por mí cuenta, pero creo que no saldrá muy bien. —rieron al mismo tiempo luego del comentario.

— Te quiero. —le dijó Ken, para luego bajarse del tren. Mientras el tren se alejaba, la nostalgia invadía el corazón de ambos, haciendo de aquel momento un melancólico atardecer.

Anabela comía los chocolates, apreciando el paisaje. Decidió abrir la caja, encontrando dentro un collar de un lobo y una nota que decía: "Creo que te gustan, lo llevas en tú apellido a fin de cuentas". Luego vió la pequeña carta, la cual decía:

"Espero que los chocolates y el collar te hayan gustado. Para ser el último regalo es muy poco, aún así, espero que te haya gustado. Sabés muy bien que voy a extrañarte. Recuerda ser tú misma, eso te abrirá muchas puertas. Cuando veas el cielo por las noches, recuerda que sin importar la distancia nos encontramos bajo las mismas estrellas, las cuales te guiarán en tu camino cuando estés pérdida, te acompañarán cuando te sientas sola y te aconsejaran cuando no sepas que hacer. Te deseo suerte en tu porvenir, estás por empezar tu historia, si, esto es solo el comienzo, aún te queda mucho camino por recorrer. Adiós, Anabela."

Dedicado a: anabelaamayalobo

Cuentos de un Viajero de VidasWhere stories live. Discover now