Cap XII: "Meleth"

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-...¿Qué? -preguntó Aragorn, bastante confundido. Realmente, no estaba siguiendo el hilo de la conversación. Thranduil volvió a suspirar y tomó asiento en el escritorio que estaba frente a su ventana, ofreciéndole un sofá a él, para que pudieran hablar mejor.

-Puedo ver cómo lo miras, Estel. Tus ojos brillan, y se iluminan como si estuvieras viendo a la misma razón de tu existencia -el hombre bajó la cabeza, abrumado. ¿Tan evidente había sido?-. Legolas no lo sabe. Él cree conocer el amor, cree que el encaprichamiento que tuvo con Tauriel hace aproximadamente medio siglo es lo que el necesitaba. Pero yo si conozco el amor, puedo distinguirlo en tu mirada, en la forma en que se tratas, en como lo cuidas. En un estado tan puro del mismo sentimiento...

Se levantó del asiento y caminó hacia el balcón, sus manos apoyadas ahora firmemente en el barandal. Aragorn lo siguió, y se situó a su lado en un respetuoso silencio, sin saber como actuar en ese mismo momento.

-No quiero presionarte, aún son jóvenes... Pero... -miró hacia otro lado, antes de voltear y enfrentar nuevamente al hombre- Hagas lo que hagas... no lo lastimes... Es lo único que podría pedirte... Por favor, cuídalo por mi...

¿Éste era el padre del que Legolas tanto hablaba? Y por una vez, Elessar pareció entender lo que sentían los padres cuando veían a los hijos marchar: tomaron sus decisiones por si mismos, y la única esperanza que tienen es que sus hijos encuentren el amor verdadero. Que los protejan como ellos ya no podrán hacerlo.

Se mordió el labio, intentando imaginar su propia vida con un padre así. ¿Se habría preocupado por Aragorn de aquella forma? ¿Lo habría aconsejado y habría buscado su felicidad? Una lágrima rodó por sus mejillas, recordando lo poco que guardaba de su padre: Era un hombre cálido, pero serio. Casi nunca estaba en casa, pues se la pasaba viajando para proteger a su pueblo. Pero cuando volvía, hacía de su hogar el más luminoso, lo llenaba de alegría, y sobre todo, de amor por su familia.

Un toque en su hombro lo devolvió a la realidad. El Rey lo observaba, con un objeto en sus manos. Observó estas, y se sorprendió de ver un colgante. Tan antiguo como la piedra lo indicaba. Era transparente, con un zafiro justo en el medio, que brillaba tanto como los ojos de su amado. Pues, ¿Seguiría negándolo? Amaba a ese elfo testarudo.

-Este collar se lo entregué a mi reina el día de nuestro compromiso. Para mi significaba darle mi propio corazón. Para ella significaba un amor eterno, que no se perdería a través de los años. Creo que es hora de que tú y mi mi hijo le den un nuevo significado...


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Legolas se observaba las manos. Tersas como la seda, con pequeñas cicatrices claras que brillaban como la plata. La flor cayó de su cabello y descansó en su regazo por quinta vez desde que la había removido para admirarla. Suspiró, resignado, observando sus pétalos rojos y dorados, sin poder evitar desviar sus pensamientos hacia Aragorn.

¿Por qué lo habría llamado su padre? ¿Habría hecho algo mal? Pensó en ir a buscarlo, pero se tranquilizó cuando el guardia le había asegurado que estaba bien. ¿Por qué pensaba tanto en un hombre? ¿Tanto se habían florecido sus sentimientos por alguien quien medianamente sentía lo mismo?

Tan absorto estaba, que no oyó cuando unos pasos se acercaron por detrás, hasta que dos grandes y cálidas manos le cubrieron los ojos. Aspiró, captando una escencia varonil, mezclada con olor a pino, a tierra mojada, y a su vez dulce, como a hogar. Una sonrisa tiró de sus labios y posó sus dedos sobre los de la otra persona, seguro ahora de quién era.

Aragorn se sentó junto a él, en el césped, sus ojos fijos en el suelo. Preocupado, tomó su mejilla con delicadeza y lo obligó a levantar la vista.

-¿Qué sucede, Estel? -el mencionado sacó de entre sus ropas el colgante, y lo colocó delicadamente en la mano de Legolas, sin emitir palabra- Es... el colgante de mi madre -añadió, anonadado y confundido- ¿Cómo lo...? ¿Acaso tú...? ¿Mi padre...?

Y continuó boqueando, intentando encontrar una explicación razonable, pues el colgante era el símbolo de amor eterno que su padre le había entregado a su madre, casi un milenio antes de que el naciera. Acaso... ¿Acaso significaba esto que...?

Pero no pudo hilar ninguna de las preguntas en su cabeza, pues antes de que emitiera palabra, Aragorn rompió toda barrera, y toda duda, dejando delicadamente un casto beso en sus labios. El amor desbordaba entre ellos, las manos de él aferradas a su cintura, y las propias en sus mejillas. 

-No sabes cuanto anhelé esto, Meleth-nîn... -dijo Aragorn, antes de volver a atacar sus labios. Legolas, atónito, no pudo hacer más que responder. Cuando volvieron a separarse, el hombre le susurró: -Suena apresurado, pero creo que si no lo hago ahora, probablemente me arrepentiré... Leggo... cásate conmigo...

La respuesta que obtuvo ese día, no fueron palabras, sino cálidos y castos besos, gestos que representaban su puro amor...

-Con una condición... -murmuró el elfo, aún en sus labios.

-Lo que quieras, amor... -dijo de la misma manera, sonriendo.

-Deja de llamarme Leggo -gruñó, sacándole a su prometido una carcajada, mientras se abrazaban, y veían juntos el atardecer.

-Gi melin*, Legolas...

-Gi melin, Elessar...



(Fin)










































Okey, aún falta el epílogo, así que no desesperen!

Espero que les haya gustado, y nos vemos pronto!!

-Eärendil-

Take Care of himWhere stories live. Discover now