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El reino de Arghena, reino de los cielos donde los Ángeles convivían. Ellos se encargaban en gran parte de establecer el equilibrio entre el bien y el mal, aunque claro, no todas las personas estaban tan bien equilibradas por parte del bien. Aquellas personas son sucumbidas por la oscuridad, el rencor les consume, y el odio les come por dentro.  A aquellas personas que ya estan predestinas a caminar por lamentables senderos ya no podían recibir ayuda de ningún Ángel, ya nunca verían la luz. Aunque claro, hay personas y personas. No todos son el mismo caso.

En la punta de una de las torres del castillo blanco creado por nuves solidas, se colaban suaves rayos de sol que iluminaban las finas cortinas de aquel cuarto, donde se encontraba un hermoso ángel escondido bajo sus blancas cobijas. Ahí estaba, el ángel más hermoso , puro, y bueno de todo el reino, aquel ángel que era capaz de seducir a cualquier mujer u hombre con tan solo una mirada. Sus rizos sedosos de color musgo se asomaban por las sábanas, y una pequeña mano se destapaba debido al calor, haciéndose ver. Sus largas pestañas seguían cerradas, y sus carnosos y rosados, pero finos labios creaban un pequeño bostezo en señal de despertar, un pequeño y adorable bostezo, estirándose cual gato acaba de echarse una larga siesta.

-Mnh...¿Ya es de día...?-. Se auto cuestiona, asomando su cabellera por la ventana. Debido al Sol, sus grandes orbes esmeraldas que tenía como ojos,  reflejaban el dorado de los rayos. Por no hablar de sus preciosas pecas, que se encontraban situadas en sus mejillas, hombros, espalda, y puede que en alguna zona más. Su cuerpo era pequeño, esbelto, bien formado debido a su entrenamiento como príncipe, pero seguía siendo pequeño. En ese instante tan solo llevaba una camisa blanca puesta, un poco más grande de lo normal, haciéndola caer por su hombro izquierdo. Ladeaba  la cabeza adormilado, ahora de pié, pensativo. Juraría que hoy tenía algo que hacer...Pensó vagamente.

Sus pensamientos cesaron al escuchar el pique de la puerta.

-¿Sí?-. Pregunta dulcemente adormilado, frotando su ojo-.

-Príncipe Midoriya, su padre Toshinori y madre Inko le están esperando en el salón.-. Se escucha una voz femenina desde el otro lado de la puerta.  ¿Esperandome?

-Esto...¿ahora mismo?-. Pregunta confundido debido a la temprana hora que era.

-Hoy es su día de partida a la Tierra, mi señor-. Recordó la mujer.

Y entonces se dio cuenta de la situación, haciendo que un arranque de adrenalina recorriese todo su cuerpo haciéndolo despertar del todo pegando un saltito de alegría. Desde el otro lado de la puerta la sirvienta pudo escuchar balbuceos ,golpes, como si un torbellino se encontrase dentro del cuarto. Preocupada iba a entrar, hasta que la puerta abrió de golpe, haciendo ver al pequeño príncipe de ojos verdes salir vestido con una camisa blanca que llegaba a sus codos, junto con un chaleco verde muy elegante. Acompañado de unos jeans ajustados y unas peculiares botas rojas. Aquellas prendas adorables hicieron ruborizar a la sirvienta.

-L-Le queda muy bien la vestimenta de humano, mi señor-. Tartamudea la mujer.

-Te he dicho muchas veces que me llames por mi nombre, Maria! -. Dijo intentando parecer enfadado, haciendo un puchero inflando sus rosadas mejillas. -Ahora, vamos al salón, vamos ,vamos, vamooos!-. Gritó eufórico y lleno de energía dirigiéndose al salón dando brincos por el reino, haciendo enternecer a todo sirviente del castillo. Unas grandes puertas blancas con decoración grotesca se abrieron, dando a ver el gran salón donde se encontraban sus padres, reyes del reino.

Ángel Predestinado [KatsuDeku]Where stories live. Discover now