Capítulo 12: Miedo.

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—¿Te sientes mejor? —Inhala mientras cierra los ojos tratando de buscar algo de paz

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—¿Te sientes mejor? —Inhala mientras cierra los ojos tratando de buscar algo de paz.

—Eso creo —digo, tragando con fuerza.

Llevo más de una hora en este lugar tratando de asimilar el hecho de que Dios me envió aquí para morir. No entiendo casi nada, pero lo poco que sé me preocupa, y mucho.

Cuando recién hablaba creí que todo era una muy mala broma. Quizás solo me quería asustar o tomarme desprevenido; pero el hecho de que una persona como Daya esté seria e incluso, en el fondo, asustada, me preocupa más de lo que debería.

Y, justo ahora, estoy atemorizado.

—Entonces, ¿has entendido todo?

—Así es. Solo hay algo que me pregunto. Dime, Daya, si Dios es perfecto y bueno, ¿por qué me mandó a morir?

—Es lo que todos se preguntan. No entendemos cómo es que mi abuelo prefiere sacrificar sus hijos en lugar de estas horribles criaturas. —Pone los ojos en blanco, y sé que en el fondo está resentida.

—Otra cosa. Si Dios es tu abuelo, y yo su hijo, ¿eso no quiere decir que tú y yo somos...?

Ella frunce su ceño y trata de leer mis pensamientos. Parece darse cuenta, pues explota en una carcajada.

—¿Hablas de que somos familia? ¿Temes que hayamos hecho un incesto? Pues, ¿cómo te explico? —Lo dice con tanta tranquilidad que me asusta—. Dios es el creador de el universo, ¿correcto? Él creó los ángeles, humanos y demonios. Ahora, cuando desterró a mi padre por la estúpida rebelión y la manzana, él creó el infierno para las almas malas. O sea, que desde antes sabía que la humanidad estaba destinada a irse al cuerno. Bien, pues mi padre aparentemente se sentía solo, y cuando logró ir a la Tierra se enamoró de una humana. Él, como el maldito egoísta que es, se la llevó. —Observo cómo se tensa ante un posible recuerdo, y las ganas de sentarme a su lado crecen—. El caso es que ellos sí pudieron engendrar, y nacimos nosotros, pero con alas.

—¿Alas? —pregunto confundido.

—Sí. Aparentemente al ser mi padre un ángel, a pesar de haber sido desterrado, nos heredó sus alas. Mi abuelo creó a los ángeles, no los engendró. Así que no, no te estás acostando con tu sobrina. —Ríe.

—Pero... si no es tu abuelo en realidad...

—¿Por qué le decimos así? Bueno, mi padre creía que si Dios veía a la humana y sus hijos, podría cambiar de opinión y permitirnos vivir en el cielo.

—¿Y lo hizo?

Respira como si fuese la pregunta más tonta del mundo, así que asiento lentamente con la cabeza en señal de entendimiento.

—Lo hizo. Pero su hijito mimado llegó en un día de campo, diciendo que éramos monstruos y abominaciones cuando niños, y nos quitó nuestras alas.

LUJURIA Y PAZ © | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora