Two

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La noche había llegado de nuevo y el frío junto a ella

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La noche había llegado de nuevo y el frío junto a ella. Hoy es el séptimo día de libertad desde que salí del psquiátrico. Entre mis manos se encuentra el libro que usé para devolver a Andy al lugar del que vino, el Infierno. Voy siguiendo la lectura línea por línea, mis únicos acompañantes en este momento son una taza de chocolate caliente y un cuaderno con un bolígrafo para apuntar palabras clave. Muchos ya sabréis lo que estoy intentando, pero para quien no lo sepa, estoy tratando de traer de vuelta a Andy al mundo humano. Sé que es un peligro, pero lo necesito.

Eché el libro y el cuaderno a un lado y encendí mi portátil para buscar más información en internet.

"Cómo traer a un demonio de vuelta"

Cliqué en el icono de buscar y en milésimas de segundo apareció una página con varios enlaces relacionados con el tema.

Entré en la primera y no encontré nada destacable, y así con todas las siguientes. Cuando estuve a punto de perder la esperanza, hubo una que llamó mi atención. Era una página de una especie de secta satánica y por casualidades de la vida, se encontraba en Londres.
Miré mi dedo anular, en el que reposaba el anillo que me regaló Andy antes de mudarnos y sonreí con nostalgia.

"Pronto volveremos a vernos. Estoy segura".

Me levanté de la cama de un salto y avancé hacia mi armario. Escogí unos jeans ajustados negros, una blusa blanca y unas Converse negras. Solté mi moño medio deshecho y peiné mi cabello. Cogí mi móvil y salí de mi habitación.
Bajé las escaleras sigilosamente. La luz que emitía la televisión iluminaba de forma tenue el salon y parte de la cocina. Mi madre descansaba en el sofá grande, así que, sin hacer el menor ruido, cogí las llaves de casa y salí poniendo rumbo al edificio de los Black Demons.

[…]

Crucé la última calle y me adentré en el callejón débilmente iluminado por la luz de la luna llena, a mitad de este se encontraba la puerta trasera del local. Lo que la hacía destacar era la estrella satánica pintada con spray blanco sobre el metal de color oscuro.
Di tres golpes y a los segundos un chico delgado, de tez pálida con los ojos delineados de una manera muy exagerada y un piercing en la ceja abrió la puerta.

—Tú debes de ser April.

Asentí y me hizo una seña para que pasara.

—Nos mensajeaste diciendo que necesitabas nuestra ayuda, tú dirás.

Dijo el chico esperando a que hablase.

—Quiero traer de vuelta a un demonio —aseguré sentándome al lado de una chica con el pelo fucsia.

El chico arqueó una ceja sorprendido y una sonrisa burlona se plasmó en sus labios.

—Bien. Te podemos ayudar.

—No necesito vuestra ayuda, solo quiero que me digáis como hacerlo —sentencié firme.

El chico volvió a asentir y se retiró de la sala. A los minutos apareció de nuevo con un hombre de mediana edad y ambos se situaron frente a mí.

—John me ha explicado ya tu situación April. Estás de suerte, sabemos como puedes traer de vuelta a tu amigo. Lo único que tienes que hacer es volver al lugar donde lo invocaste y volver a hacerlo, eso sí, tienes que tener muy clara la imagen de esa persona en tu cabeza, sino podrías traer a otra persona. Suerte—dijo mientras se retiraba.

—Espere —ordené elevando mi voz—. No creo que pueda volver ahora mismo al cementerio donde hice la ouija anteriormente.

—Si fue un cementerio el lugar donde lo trajiste, puedes hacerlo en cualquier otro cementerio. Todos están conectados —afirmó mientras desaparecía por otra puerta.

Me di la vuelta y después de agradecer a todos me dirigí a paso rápido hacia la salida.
Volví corriendo a casa y con paso acelerado pero sigiloso subí a mi cuarto a por la tabla de ouija, volví a bajar y estando ya fuera puse rumbo al cementerio más cercano.

[…]

Las puertas cedieron emitiendo un chirrido escalofríante. A paso rápido y con linterna en mano me dirigí al centro.
Una cruz de cinco metros, tumbas separadas unos metros de ella y cipreses era lo que adornaba el lugar. El aleteo de los cuervos y el crujido de las ramas le daba un toque más siniestro al lugar.
Abrí mi mochila y saqué dos velas blancas, un mechero, la tabla y el máster. Encendí las velas y coloqué el máster encima de la tabla. Dije unas palabras que leí en el libro de Andy y di comienzo a la sesión.

—¿Satanás? ¿Estás ahí?

Después de segundos de espera y desesperación al ver que nada ocurría volví a formular la pregunta.

—¿Satanás? ¿Est...

El mastér emprendió su camino y se posó sobre el "Sí".

Sonreí mientras las lágrimas comenzaban a nublar mi vista.

—¿Eres tú Andy?

El máster volvió a recorrer su camino hacia el "Sí" y una lágrima escapó de mi ojo cayendo sobre una de mis manos que sujetaba el máster.

—Vuelve —supliqué mirando atentamente a la tabla.

El máster se movió de nuevo situándose esta vez en el "No".

—Suponía que dirías eso —dije emitiendo una carcajada sin gracia alguna, y, sabiendo lo que tenía que hacer respiré profundamente y me preparé mentalmente.

Levanté las manos del máster y me me puse de pie. Extendí mi cabeza mirando al cielo, cerré los ojos y empecé a recitar las frases de uno de los conjuros del libro. Cuando terminaba volvía empezar y así hasta que sentí todo alrededor de mí moverse. Las ojas de los árboles se agitaban con más fuerza, los cuervos volaron fuera del cementerio huyendo del peligro. Seguí recitando una y otra vez y dejé de sentir el suelo a mis pies, mi pulso se aceleró y una extraña fuerza invadió mi cuerpo y un remolino de fuerza se acumuló alrededor dejándonos a mí y a la tabla dentro, como en el ojo del huracán. Volví a repetir el conjuro y algo dentro de mi se removió. Una fuerza aún mayor estalló haciendo que yo y la tabla saliéramos volando por los aires.
Gemí de dolor al golpear mi cabeza con una lápida, acaricié la zona afectada viendo como el líquido color carmesí teñía mis dedos. Hice una mueca de dolor y me levanté tambaleante del suelo, olvidando por un momento todo lo que había pasado. Escupí una maldición y volví a tocar mi frente, comprobando que ya no había rastro de ninguna herida nada más que el pequeño río de sangre que bajaba hasta mi barbilla.

El crujir de las ramas al ser pisadas me alertaron y rápidamente me di la vuelta encarado a la persona situada bajo la gran cruz de granito frente a la cual había realizado la ouija.

How? ↯ Andy BiersackWhere stories live. Discover now