Propuesta

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Al día siguiente desperté temprano, demasiado para un sábado sin clases. Miré hacia donde debía estar durmiendo Leti, no había nadie.

- Debió estar muy buena – pensé, recordando que apenas llegamos a la residencia, recibimos una invitación a una fiesta en un edificio cercano.

No tenía ánimos de salir, por lo salió sola. Aclaro que no es que haya convertido en una antisocial, simplemente elijo mejor mis salidas.

Revisé el celular por si había olvidado algo o un cambio de horario de la cafetería, nada. Miré hacía la ventana de la habitación, se podía ver el cielo despejado y el sol resplandecía con una intensidad poco habitual para la estación. Otoño.

En estos días solo me apetecía una cosa, salir a trotar. Es un pasatiempo que adquirí en este lugar, me ayuda a despejar la mente.

Tras ducharme, me puse un conjunto deportivo y acomodé mi pelo en una coleta. Me detuve en el espejo que tenemos en la pieza, el más grande que hay en la habitación, que nos permite vernos de pies a cabeza, para revisar si todo estaba en orden. Solo me falta un par de cosas.

Volví a la mesa de noche, tomé el celular, los audífonos y lo que siempre llevo conmigo, un anillo. De plata y con detalles que delatan los años que tiene. A simple vista se ve que no es para mi mano pequeña y delgada, pero no me importa. Lo colocó en el dedo pulgar.

Al ritmo de la música salgo de la residencia. Tengo dos rutas para trotar, la primera es la calle que da a la bahía (es una ciudad costera), aparte de sentir la brisa marina, se puede oler los granos recien tostados de café listos para preparar los brebajes del día. Sin embargo me tiento por la segunda opción, no quiero encontrarme con mi jefa. La cafetería esta en esa calle.

Giró hacía la derecha en dirección al estadio de la universidad, es el lugar ideal para las personas, como yo, que quieren ejercitarse sin molestar a nadie, y tampoco ser molestados.

- ¿Eh? - exclamé al ver a un grupo de personas en el lugar - ¿habrá partido?

Me acerco un poco para ver que ocurre y en efecto, hay practica de fútbol. Los miró unos minutos, debo reconocer que son bastantes buenos, aunque no allá asistido a ninguno de los partidos. Cuando me dispongo a salir del estadio, escucho mi nombre, al ver quien me llama entró en pánico.

Desde la mitad de la cancha, Rafael me llama para que vaya con él ¡¿quien que cree que soy?!¡¿un perro?! Doy la vuelta para irme del lugar, cuando chocó con alguien, perdiendo el equilibrio.

- Auch – me quejó – lo siento, debí ver... - no pude terminar la frase al ver con quien había chocado.

- Lo siento, déjame ayudarte – dice avergonzado, extendiendo una mano hacía a mi – lo siento, no estaba poniendo atención ¿estas bien?– agrega, mientras me ayuda a levantarme.

- Gracias, estoy bien, profesor – dije sonriendo, para tranquilizarlo.

- Me alegra escuchar eso – comentó aliviado.

En ese momento, noté que Rafael se estaba acercando. Su expresión era extraña, una mezcla en preocupación y enfado.

- ¿Estas bien? No deberías usar esas cosas – dijo molesto señalando mis audífonos. Suspiré molesta.

- Estoy bien, gracias – contesté sin disimular mi molestia.

- Como ya mencione, fue mi culpa – dijo tajante el profesor, sorprendiéndonos – cof cof, perdón. Veo que le gusta el deporte – comentó al ver mi ropa.

- Eh... un poco – respondí extrañada, ante el cambio del tema.

- Perfecto ¿le interesaría participar? - preguntó sacando un folleto de su chaqueta.

Al recibirlo vi que se trataba de una especie de torneo entre universidades. Durante una semana, se van realizar actividades en distintas áreas, entre ellas dos me llamaron la atención, deportes y música.

- Nosotros vamos a participar – comentó Rafael, acercándose a mi – únete al equipo de porrista – ordenó más que preguntar. No pude evitar levantar una ceja, molesta.

- Estaba pensando en otra actividad – interrumpió el profesor – la de aquí – agregó señalándolo en el folleto – nos falta más chicas en el equipo.

- ¿Nos? - pregunté extrañada.

- Estoy a cargo del equipo femenino – aclaró – no es obligación que participes, pero lo agradecería – dijo sonriendo. Aunque su mirada suplicaba que dijera que si.

Bajé mi mirada hacía el folleto, pensativa. El equipo que menciona el profesor, es el de basketball, un deporte en el que me considero bastante buena El evento va a ocurrir en dos semanas.

- Yo digo que deberías ir al de las porristas, vas a ser – Rafael fue interrumpido por los gritos del entrenador, que para ese momento estaba furioso con él, por dejar el entrenamiento.

Sin más remedio, se alejó de nosotros. Gracias entrenador.

- Mmm puede ser... – dije en voz alta, indecisa.

- ¡Perfecto! En la tarde comenzamos con las prácticas... te esperamos en el gimnasio – dijo entusiasmado el profesor. Retirándose.

- Esta bien – dije resignada.

Antes de que me pidieran algo más, retomé el trote. Me estaba acercando a la salida, cuando escuchó un "¡CUIDADO!"

Por los pelos alcancé a esquivar la pelota de fútbol, que iba directo a mi cabeza. Sin embargo, con el movimiento el anillo que llevo en el pulgar se soltó, saliendo disparado, lejos del estadio.

Sin perder ni un segundo corrí hacía el objeto, tratando de alcanzarlo. Y los rebotes que daba no me ayudaba.

Había recorrido cerca de diez metros, cuando se detuvo al chocar con unos pies.

- Disculpa... ese... anillo... es mío – exclamé jadeante. Nunca pensé que me cansaría tanto seguir un objeto tan pequeño.

- ¡No es tuyo! - exclamó molesta la dueña de los pies. Agachándose para tomarlo – es de...

Estuve a punto de retarla, sino es porque reconocí la voz. Aquella voz de niña, que tenía un toque de seguridad, propio de un adulto. Podía reconocerla en cualquier parte.

Lorie.

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⏰ Last updated: May 27, 2018 ⏰

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¿Volveré a verte?Where stories live. Discover now