Capítulo 84

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Tal como Richard predijo, hubo más de lo mismo. Fueron días difíciles para todos. A Naomi se le quedaron grabados dos momentos, los únicos al principio en que se animó a estar presente, durante la aplicación de las drogas. El primero fue al tercer día. Se había quedado fuera como siempre, pero esta vez junto a la puerta. Durante un rato no oyó nada, pero luego lo oyó quejarse. Y no lo tolero. No podía quedarse apartada todo el tiempo, haciendo de cuenta que esto no pasaba. Tenía que afrontarlo.

Así que entro decididamente. Se encontró con Orlando en la cama, quejándose de dolor y a Richard masajeándole el estómago, como haces con los chicos cuando tienen dolor de barriga. Pero lo que más la impresiono, fue la forma en que el médico le hablaba, por lo bajo, con dulzura. Diciéndole que tuviera paciencia, que pronto iba a pasar, que tratara de pensar en otra cosa.

Eso la animo a acercarse a la cama. Se tendió del otro lado y empezó a acariciarle el pelo y hablarle en el mismo tono que Richard lo hacía. Increíblemente, esta vez, el dolor pareció ceder más rápido. Sea por lo que fuere, porque el cuerpo empezaba a acostumbrarse o porque la demostración de afecto lo relajaba un poco, pero paso más rápidamente.

Pero la segunda vez... fue muy diferente. Sus quejidos se habían transformado casi en un grito, y esta vez Bass la acompañaba. Se metieron como una tromba en la habitación pensando que sucedía algo más grave.

La imagen fue extraña... Richard estaba sentado en la cama, con Orlando casi en su regazo, quien aferrado de su ropa y con la cara hundida en su pecho, se quejaba ruidosamente. El médico solo lo abrazaba... y lo acunaba, como si fuera un bebé, hablándole suave, diciéndole que pronto pasaría, que no se asustara, que estaba con él... y lloraba de una forma, que hizo que Bass y Naomi se retiraran sin decir nada, bastante conmocionados.

Cuando se encontraron con Richard nuevamente, su aspecto no denotaba nada de lo que había pasado. Es más, hasta se quedaron con la impresión de que no había notado que habían estado en la habitación, y prefirieron respetar ese momento.

Pero eso no era todo. Desde que se había iniciado el tratamiento, la evolución que Orlando había mostrado en la clínica parecía haber retrocedido. No había vuelto a hablar, ni a comunicarse con ellos... Pasaba casi todo el tiempo en cama, porque esos episodios lo dejaban agotado, y francamente estaban más preocupados porque comiera que por otra cosa.

Collins venia todos los días, pasaba un rato en la habitación a solas con él y luego se iba, casi sin hacer comentarios. Solo había dicho que en esta etapa no se podía hacer demasiado. Era evidente que había vuelto a replegarse, pero esto seguramente tenía que ver con el dolor que estaba padeciendo. Era previsible, no debían preocuparse de mas, les dijo.

En resumen, eran días bastantes negros, y hasta el clima parecía haberse puesto de acuerdo con los momentos sombríos que vivían. Habían tenido tormentas de nieve bastante fuertes y no se podía salir demasiado de la casa. Así que solo les quedaba esperar y rezar para que las cosas fueran mejorando.



La cueva se había hecho más profunda. No sabía cómo había pasado. Pero había tenido necesidad de retroceder, mas y más. De pronto, el solo acercarse a la luz, le producía un miedo terrible. Y eso tenía que ver con el dolor... Había aparecido de golpe, y era insoportable. A veces no podía menos que gritar, no podía controlarse, pero no escuchaba ningún sonido salir de su boca. Cerraba fuerte los ojos y se replegaba al fondo de la cueva, tratando de no sentir, hasta que el dolor iba pasando. Solo entonces escuchaba que le hablaban. Alguien lo consolaba, le decía que pronto todo iba a pasar. Y cuando pensaba que era verdad, todo volvía a comenzar...



Paso algo más de una semana, y tal como Richard había pronosticado, los dolores empezaron a ceder, a hacerse más esporádicos, y finalmente desaparecieron casi del todo a los diez días. Fue un alivio para todos, pero sobre todo para Orlando, quien empezó a levantarse más seguido y a deambular por la casa. Eso, claro, siempre bajo la mirada vigilante de alguno de ellos. Más tranquilo con su evolución, Richard finalmente volvió a su casa, pues ya no era necesario que estuviera todo el día allí y tenía que retomar su trabajo.

Y para Bass las cosas empezaron a estar más relajadas. Realmente la había pasado mal, anímica y físicamente. Estaba cansadísimo todo el tiempo... Al principio, cuando las cosas estaban mal, se había hecho cargo personalmente de la higiene de su primo. Esto es, que no solo lo bañaba, sino que se metía al baño con él hasta para las cosas más elementales. No había sido fácil, y lo había hecho con gusto... pero estaba mortalmente cansado. No podía dejar que Naomi se hiciera cargo de eso, por más que ella había insistido. Y solo se relajó un poco cuando vio que ya podía sostenerse parado por si solo en la ducha, lo cual facilitaba todo.

Así que después de unos días, y de pensarlo mucho, él también decidió dejar la casa. Vendría todos los días, ayudaría con el baño y lo que hiciera falta, pero se iba a dormir a su apartamento. Con la excusa de dejarles algo de intimidad, de que había abandonado su trabajo, se fue un sábado por la mañana. Naomi lo entendió perfectamente, porque claramente no sabía la verdad. Que irse de allí no tenía que ver con el trabajo ni con el cansancio... sino con la cercanía de Naomi. No podía dejar de sentir lo que sentía, y que fuera completamente imposible, era una tortura diaria. Termino preguntándose si su insistencia en ser el mismo quien lo bañara, tenía que ver con su deseo de cuidarla, o porque no quería que lo tocara... Y llego un momento en que la situación empezó a hacérsele demasiado molesta. Prefería poner un poco de distancia. Si lo necesitaban, estaba a un paso. Mientras tanto, que empezaran a tener su intimidad. Era lo mejor que podía pasarles... a todos.

La falta de comunicación con Orlando, no solo había afectado a los humanos de la casa. También Sidi la sufría. Desde el día en que había regresado, había hecho frenéticos esfuerzos por conseguir la atención de su amo, inútilmente. Al principio saltaba sobre él todo el tiempo, y para su frustración, no solo Orlando no le prestaba atención, sino que los demás terminaban apartándolo, porque temían que en su estado de debilidad lo tirara al suelo y se lastimara. Con el correr de los días, el animal fue resignándose a sentarse en la puerta de la habitación, porque tampoco allí le permitían la entrada. Pasaba ahí casi todo el día y por la noche dormía junto a la puerta. A todos les daba pena, así que trataban de mimarlo. Pero solo eran caricias de pasada, y a Sidi no parecía importarle mucho. Lo que en realidad quería estaba fuera de alcance, detrás de esa puerta, y le negaban la entrada.

Cuando Orlando dejo la habitación y empezó a andar por la casa, lo perseguía todo el tiempo. Caminaba a su lado y se detenía donde él se detenía. Cuando se sentaba en el sillón, ponía la cabeza sobre sus rodillas, esperando una caricia que nunca llegaba...


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DE LUCES Y SOMBRAS (#BlueStarAwards)Where stories live. Discover now