Capítulo 4

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—Que sepas que no puedo llegar tarde a casa ni tampoco comer tan de noche —le decía Donghae mientras se dirigían hacia una cafetería que quedaba a una calle de distancia del gimnasio.

—¿Alguna otra regla? —preguntó Hyukjae, divertido de verlo hablar pero tomando nota mental de lo que Donghae decía.

—Nada de líquidos extras y prefiero cenar carbohidratos —continuó Donghae pero esta vez con un tinte de diversión en su voz mientras Hyukjae sostenía la puerta para que él entrara en la cafetería.

—¿Alguna regla acerca de los dulces? —comentó Hyukjae acercándose atrás de Donghae al escaparate repleto de pasteles.

—Ninguna. Para los dulces no hay regla —comentó sonriente mientras miraba a Hyukjae hacia arriba y éste le devolvía la sonrisa.

—Ven —dijo él—, busquemos una mesa.

Donghae estuvo de acuerdo y siguió a Hyukjae.

Aunque el pelinegro caminaba adelante, Donghae se fijó en que él miraba hacia atrás de reojo mientas avanzaba para asegurarse de que lo seguía, o bien para verificar si no tenía alguna dificultad. Donghae ocupó el lugar que Hyukjae despejó para él en una mesita al final de un pasillo, sin introducirse entre las mesas más estrechas porque sería más complicado.

Les atendieron pronto, Donghae pidió un pastel de limón y merengue mientras que Hyukjae prefirió una tarta de frutillas y un café negro.

—¿Cómo ha estado tu madre? —preguntó Hyukjae, recordando a la señora que siempre le sonreía conmovida cuando se llevaba a Donghae de sus encuentros al borde de la reja.

—Está muy bien, gracias —replicó Donghae, agradecido de que Hyukjae preguntara por ella, la que era la mujer de su vida, fiel compañera de paciencia santa y con el suficiente amor como para mimar a un regimiento.

—Me alegro.

—¿Tu familia? —murmuró Donghae aunque entrecerró sus ojos cuando Hyukjae se encogió de hombros. Pocas veces había visto a su madre y a su hermana cuando eran niños.

—Estaban bien la última vez que hablamos.

—¿Hace cuánto de eso?

—Ah, ¿un mes, dos quizá?

Donghae guardó silencio, mirando a Hyukjae que se había concentrado en doblar su servilleta y dejarla perfectamente alineada a un lado. Prefirió no decir nada con respecto a eso, pero la intriga y curiosidad picaban.

Los dos pegaron un saltito cuando la chica que les había tomado el pedido trajo sus dulces.

—Hyukjae, cuéntame qué haces —dijo Donghae antes de echarse un trocito de su pastel a la boca—. ¡Mm, este pastel es maravilloso! —murmuró mirando el dulce con los ojos brillantes, como si fuese la más preciada joya. Cuando alzó la vista hacia Hyukjae otra vez éste sonreía ante su expresión de felicidad y como consecuencia se sonrojó profusamente. Carraspeó—. Bueno, ¿y entonces qué haces? —murmuró, retomando el tema pero aún sonrojado—. ¿No te habrás convertido en un asesino a sueldo, verdad?

Hyukjae rió suave, curiosamente conmovido por la felicidad tan natural de Donghae al comer. Él pinchó con su tenedor el pastel un poco mientras hablaba.

—Soy arquitecto, en realidad —dijo Hyukjae echándole un vistazo rápido a la cara de Donghae para luego volver a concentrarse en su pastel—. Trabajo en una Constructora desde que me gradué.

—¡Vaya! Eso se oye genial.

—Eso creo —replicó. Le sonrió y luego se comió un trocito de pastel.

—¿Aún... dibujas, Hyukjae? —preguntó Donghae con una mirada cargada de sentimientos que sabía Hyukjae podía comprender. Cuando el pelinegro alzó su mirada hacia él estuvo seguro de que el brillo en sus ojos era real y sincero.

—Dibujo planos todas las semanas —murmuró Hyukjae. Donghae hizo un mohín.

—Sabes que no me refería a eso.

—Lo sé.

Ambos se miraron unos segundos hasta que Hyukjae negó con su cabeza.

—No, Donghae. Ya no dibujo lo que crees que dibujo —replicó con una casta sonrisa, quizá teñida de nostalgia. Para alivianar el aire exclamó—: ¡Pero dime que tú sí sigues dibujando! —Entonces Donghae soltó una carcajada que le coloreó las mejillas e iluminó los ojos. Hyukjae se le quedó mirando de pronto con el corazón latiendo a mil.

—¡No te burles! —exclamó Donghae. Y se siguió riendo, aunque ya no con tantas ganas—. Nunca volví a tomar un lápiz en mi vida.

—Que exagerado.

—Sí.

Sonrieron los dos.

—Bueno, ahora dime a qué te dedicas tú, además de jugar baloncesto.

—Yo... además de jugar baloncesto —dijo Donghae mientras apoyaba sus codos sobre la mesa y cruzaba los dedos de sus manos—. Intento sobrevivir, Hyukjae —dijo Donghae encogiéndose de hombros.

El pelinegro lo miró con seriedad, pero él sonrió un poco.

—Cada día intento sobrevivir en este mundo no hecho para sillas —replicó palmeando un poquito el costado de su silla de ruedas. Lo miró con ojos dulces cuando Hyukjae se mordió los labios—. Pero... si no era eso a lo que te referías —comentó ampliando su sonrisa y alivianando la carga que repentinamente había echado sobre Hyukjae—, yo trabajo de recepcionista en una clínica veterinaria. La llevan un par de amigos, y aunque se venden accesorios para animales y esas cosas, lo más importante es que, con un poco de suerte, al final del día puedo ver a un hombre o mujer, o niño o niña llevarse a aquel miembro de su familia de cuatro patitas que se va sano a casa. Eso es lo que hago —sonrió mordiéndose los labios un poco mientras veía a los ojos de Hyukjae que lo miraban con algo de admiración o algo similar—. Y además de jugar baloncesto, también cuido a Odín y a Freyja, riego las plantas, hago aseo en casa, cocino, "ruedo" en alguna maratón, doy charlas de superación, me ejercito, hablo con mi madre, leo o escucho música... mm, creo que eso responde a tu pregunta, ¿cierto?

Hyukjae lo miró con admiración, definitivamente. Donghae lo había dejado sin palabras, pero con una fuerte sensación de calidez en el centro de su pecho. Hyukjae carraspeó un poco, despertando de ese mundo nuevo, desconocido y maravilloso al que había ido mientras oía a Donghae hablar. Algo en su voz, o en el sentimiento que ponía en cada palabra le llamaba a oír prestando toda su atención.

—¿Quiénes... son Odín y Freyja? —preguntó Hyukjae.

—Odín es mi gato y Freyja es mi perrita Beagle —contestó orgulloso—. Lo que me recuerda, debo irme. Ellos también deben comer.

—Oh, de acuerdo —Hyukjae miró hacia la barra donde estaba la chica que los había atendido—. Pero dime, ¿tenías que llamarlos como los dioses del Asgard? —preguntó Hyukjae mientras llamaba con un gesto a la chica para que trajera la cuenta.

—¡Vaya! ¡El señor Lee Hyukjae sabe de mitología nórdica! —exclamó Donghae complacido.

—Un placer culpable... —musitó algo sonrojado.

Donghae rió suavemente mientras lo miraba conmovido sin saber bien la razón. Quizá por sólo estar con él otra vez ya se sentía conmovido.

No contestó a la pregunta que Hyukjae le había hecho. ¿No era obvio? Odín y Freyja eran los pequeños Dioses de su propio Asgard, de su propio cielo.

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