Capítulo 16

485 77 7
                                    

Donghae no era consciente de que dos pares de ojos lo observaban hacían varios segundos. Él sólo estaba frente a su escritorio, con un lápiz girando entre sus dedos y la mirada perdida en el revoltijo de papeles que tenía sobre la mesa, entre ellos el talonario de boletas de compras y atenciones, recetas y, destacando con su colorido, un folleto de la próxima maratón en la cual había pensado participar. Pero ya no estaba tan seguro de querer asistir.

Había pasado varios días en un estado similar. Sólo no podía dejar de pensar; no podía concentrarse en nada, ni en el trabajo, ni en sus ejercicios, ni siquiera echando mano a las distracciones. Las distracciones incluso dejaron de parecerle llamativas porque no surtían efecto alguno en su estado de ánimo.

—¿Hae?

El aludido despertó de sus pensamientos y levantó la vista. Sungmin se encontraba delante de su escritorio y se había quitado la bata blanca, la cual había reemplazado por una chaqueta con piel de oveja por dentro. Estaba listo para irse. Y un vistazo a la puerta le reveló la figura de Kyuhyun mirándolos a los dos, esperando, seguramente, a que él también decidiera que era hora de irse a casa.

—¿Qué pasa? —preguntó Sungmin a Donghae—. Son casi las siete, creí que ya te habrías ido.

—Oh, sí, debo irme —murmuró más para sí mismo, echándose luego hacia atrás en su silla. Se deslizó hacia la sala donde guardaba sus cosas. Comenzó a reunir su bolso, su chaqueta, y revisó sin prestar demasiada atención si había traído algo más con él que tuviera que llevarse. No se dio cuenta de que Sungmin lo había seguido y se encontraba ahora de pie en el umbral de la puerta observándolo.

—Hae, ¿necesitas hablar? —preguntó, cauteloso.

—¿Yo? —musitó Donghae ante lo obvio—, ¿por qué lo dices?

—Has estado extraño estos días... más callado, más apagado, distraído.

—No —dijo en un tono cortante no muy típico en él—, sólo estoy cansado.

El veterinario no respondió. Claro que supo que había algo más, pero no sabía si debía insistir.

—Kyu y yo te acompañaremos hasta que tomes un taxi, ¿de acuerdo? —le dijo en un tono para el que no había resistencia. Donghae lo miró y se encogió de hombros para luego sonreír de lado, agradecido.

***

Llegó a casa cuando aún no había oscurecido. Había tomado un taxi ya que Hyukjae tardaría un poco más en el trabajo. Él estaba bien con eso, o al menos quería convencerse de que lo estaba. Sinceramente, Donghae necesitaba tiempo a solas para seguir pensando, o simplemente tiempo libre para no tener que dar explicaciones por el hecho de sentirse tan decaído.

Desde que vivía junto a Hyukjae ya no iba tantos días al Centro de Rehabilitación, pues se ejercitaba en casa en la habitación que entre los dos habían equipado. Hizo ahí unos cuantos ejercicios de pesas, un par. Pero no fueron sus brazos los que se sintieron cansados, sino su mente, y a un nivel que le impidió continuar, dando por fracasada su rutina. Donghae se pasó las manos por la cara antes de salir del cuarto secándose el escaso sudor de la frente con una pequeña toalla.

Odín apareció trotando a su encuentro cuando Donghae entró a la cocina. El gato se agazapó a sus muslos y se acurrucó allí, en el único lugar que parecía serle familiar. Su gato aún no se habituaba del todo a los nuevos espacios, pero poco a poco entraba en confianza. Freyja y Var, en cambio, jugaban a sus anchas por todo el terreno y eran felices por tener más espacio donde correr.

Donghae acarició el lomo de Odín. Avanzó un poco hasta encontrarse con un ventanal y miró a través de él cómo Var intentaba subirse sobre el lomo de Freyja para morderle las orejas. Sonrió y su corazón se hinchó al mismo tiempo que se acongojaba más y más. Ellas se llevaban tan bien. Incluso cuando Var no podía ver, jugaban como lo harían dos perros cualquieras, como si no hubieran diferencias entre ellas. Habían congeniado tan bien. No pensaban, no dudaban, sólo actuaban por instinto. La vida las había reunido y Donghae podía ver lo felices que eran las dos. Freyja cuidaba de Var, y Var hacía un trabajo increíble con Freyja, la convertía en alguien dócil y feliz. Se complementaban demasiado bien.

The HouseOnde histórias criam vida. Descubra agora