Rosas

189 25 9
                                    

Menma —chico de cabello rubio y ojos azules—tenía diez años cuando se mudó a Shibuya. Primero pensó que no cambiaría mucho, en realidad casi nada, sólo era una nueva casa, nuevo vecindario y nueva escuela; claro, exceptuando a su vecina.

Charako Uchiha.

Cabello azabache largo y ojos negros con su misma edad, siempre sonriendo y regalando rosas a los hombres mientras decía un montón de cosas cursis y el típico: Koneko-kun. Siempre que Kushina le decía que saliera a jugar al patio, la encontraba en el jardín de la casa del frente regando unas rosas —plantadas seguro por su madre— y saludándolo con una sonrisa, agitando la mano para regresar a sus asuntos, o al menos así era hasta ese día.

Se divertía con sus muñecos de dos ninjas cuando escuchó un grito no tan fuerte (¿chillido?) y supo que era la azabache, alzó la ceja confundido, miró sus juguetes y sólo atinó a suspirar hondo para correr donde ella.

— ¿Qué sucedió? Tu grito se escuchó hasta mi casa—preguntó, observando que ella tenía la cabeza agachada.

—Es que me pinche con unas espinas y estoy sola en casa—explicó mostrándole su dedo índice donde brotaba un poco de sangre.

—Oh.

No sabía mucho sobre medicina porque vamos ¡tenía seis años! Y tampoco sus progenitores estaban en casa, así que sólo se le ocurrió agarrar la mano de ella y llevar el dedo a su boca, había visto eso en un anime por lo que pensó que estaría bien ¿no? La cara de Charako tomó un color carmesí que se parecía al cabello de su madre para después murmurar un gracias.

Admitió que era adorable.

— ¿Por qué te gustan las rosas?—quiso indagar, luego de unas horas.

—Son hermosas—respondió arrancando una— estas flores representan el amor y la pasión por alguien, pero ¿te cuento un secreto? La pasión también es dolor, amar de al punto de doler, de "sangrar" por ese amor.

Menma no dijo nada, simplemente pensó que esa chica sonriente y sin preocupaciones diría algo estúpido, pero a decir verdad eso lo dejó sin palabras. La azabache le entregó la rosa que anteriormente había cortado.

—Es para ti, kitsune-kun.

— ¿Kitsune-kun?

— ¡Si! Porque pareces un zorro y eres especial para mí, no puedo decirte koneko-kun.

—Si tú lo dices—le brindó una sonrisa que fue correspondida.

Desde entonces, no jugo más solo. Usualmente iba con Charako a arreglar las rosas —que con el tiempo fueron extendiéndose a su propio jardín— o a conversar de temas triviales para su edad. Esa niña le empezaba a gustar y no le molestaba.

Los años pasaron, cada vez eran más unidos, sin embargo, esas rosas se mantenían alegres adornando las fachadas de ambos hogares. Menma tuvo un cambio cuando cumplió los dieciséis, se tiño el cabello a un color azabache y aunque Kushina pegó un grito al cielo cuando esto ocurrió, nunca paso a más de una regañara por no avisar con anticipación, en cambio a Charako...

—Te demoraste, idiota.

—Sé que me extrañaste, kitsune-chan—se burló con una media sonrisa.

—Lo que tú quieras creer—y los dos comenzaron a caminar rumbo a la preparatoria.

Porque ya no existía una Charako Uchiha, sino un Charasuke Uchiha. 

Colección de drabblesUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum