I

9.8K 232 80
                                    


Era la peor combinación posible. A lo largo del concurso habían tenido nominaciones duras, pero para Amaia ninguna como esa. Volvió a la Academia con el corazón destrozado, no tenía el cuerpo para fiestas pero hizo un esfuerzo para poner una sonrisa, esperaba que medianamente sincera, en el Chat y que nadie notase lo deshecha que se sentía por dentro.

Alfred y Aitana. En una semana, su chico o su mejor amiga abandonarían la Academia, dejándola allí dentro con solo la mitad de ella misma. Ni siquiera sabía cómo sentirse, cómo actuar. No se imaginaba OT sin alguno de los dos pero la realidad era que en siete escasos días se iba a quedar sin uno de sus mayores apoyos en esa locura de concurso. Quería encerrarse y llorar hasta quedarse seca pero no podía hacerlo. Ella tenía que ser fuerte por los tres.

Aitana parecía estar tranquila pero la conocía lo suficiente como para darse cuenta de que estaba manteniendo a raya sus nervios y sus ganas de abandonarse al llanto. Y Alfred seguía siendo Alfred. A él no le importaba el concurso, ella tenía la sensación de que en realidad nunca le había importado, a él solo le interesaba el aprendizaje, el camino recorrido mucho más que la meta alcanzada. Cualquiera habría jurado que estaba deseando salir de allí y volver a casa.

Cualquiera menos ella. La postura de su cuerpo, la tensión de sus músculos, la sonrisa que no le llegaba a los ojos, todo eso le indicaba a Amaia que su chico no estaba llevando la nominación tan bien como quería hacer creer a todo el mundo. Por eso ella no se podía permitir llorar.

Fue Ana la primera en darse cuenta de que estaba intentando soportar una carga demasiado pesada para ella, cuando la pilló desprevenida en la terraza, mucho después de que Noe despidiera el Chat, mientras se suponía que tenían que estar durmiendo, descansando de las emociones de la gala.

-¿Qué haces aquí a estas horas, Amaia? -preguntó la joven con los ojos entrecerrados de sueño-. Vas a coger frío y deberías descansar. ¿Qué te pasa?

Amaia la miró casi sin expresión, con miedo de hablar y echarse a llorar. Su amiga se dio cuenta y corrió a abrazarla. La joven estalló en lágrimas apenas Ana la apretó entre sus brazos.

-¿Qué te va a pasar? -la pregunta era claramente retórica-. Es normal que estés triste, Amaita, pero si parecías estar bien en el Chat. ¿Qué pasó?

Con mucho esfuerzo y entre sollozos, Amaia le contó sus razones para aparentar una paz de espíritu que estaba lejos de sentir.

-Ay, Amaia -suspiró Ana-. No puedes estar así toda la semana, amor. Vas a explotar si intentas tirar tú sola del ánimo de todo el mundo.

-Pero yo no quiero que ellos me vean llorando -logró responder Amaia ahogando un puchero.

-Pues entonces llora ahora, Amaia, porque si te lo aguantas hasta la gala acabarás por reventar.

Fue automático, Amaia le hizo caso y se echó a llorar como una niña chiquita acunada por su amiga. Así estuvieron hasta bien entrada la madrugada. Cuando ella pareció haberlo llorado todo y Ana la acompañó hasta su cama. Allí se quedó entre los brazos de Alfred, a quien ella había dejado durmiendo ajeno a todo lo que había ocurrido en la terraza. Antes de acostarse en su propia cama, la joven decidió que no le quitaría el ojo en lo que quedaba de semana. Sabía perfectamente que Amaia estaba tratando de aguantar más de la cuenta.

Desde la mañana siguiente, Amaia no se volvió a permitir un segundo de flaqueo, y aunque notaba permanentemente la mirada de Ana clavada en su cogote, ella siempre tenía una sonrisa, un gesto o una palabra de ánimo para Alfred y para Aitana.

No quería sacar el tema de la nominación con ninguno de los dos, pero fueron ellos los que se lo sacaron a ella. Aitana fue la primera cuando, el mismo martes, después de comer y antes del reparto de temas, se encontraron las dos a solas en el sofá.

Más de la cuentaOnde histórias criam vida. Descubra agora