PRÓLOGO.

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Cuatro años antes.

No había sido un día fácil para mí hoy. Me han echado de tres bares porque "mi vestimenta no era la mejor y estaba molestando a los clientes", por lo que hoy no he comido nada.

Hace nueve años mis padres me abandonaron en un orfanato, y me escapé de ahí con ocho porque no me trataban bien. Cuando mis padres hicieron eso yo solo tenía dos años, por lo que no les recuerdo, así que no hablaré de ellos.

Meto mis manos en los bolsillos de mi desgastada sudadera y camino entre la gente con la cabeza gacha. Mis tripas no paran de sonar, así que me apresuro a encontrar algún lugar en el que poder encontrar algo para cenar.

Llego a un Mcdonald's y le doy las gracias al cielo, -y a la gente que no retira sus bandejas-, por encontrarme una caja de nuggets y la bebida a la mitad.

Algo es algo, y no me preguntéis si me da asco comer así, porque sí, me lo da, pero es esto o morirme. Y no estoy por la labor de morirme con once años.

Cuando uno de los trabajadores se da cuenta de que, en cierto modo, estoy robando comida, sale corriendo y se acerca a mí.

—Si quieres comer tienes que comprar —dice el empleado.

—No es mi culpa que la gente se deje aquí una caja de nuggets casi entera —me encojo de hombros y meto otro nugget en mi boca.

Bebo del vaso, quitándole la pajita, y me levanto de la silla.

—Igualmente ya he acabado, adiós —comienzo a caminar volviendo a meter mis manos en los bolsillos de la sudadera.

—¿Y tus padres? —pregunta el chico.

Me giro caminando hacia atrás y me río.—Muy buena pregunta —vuelvo a girarme y sigo mi camino hacia algún lugar de Manhattan.

Hay poca gente por la calle a estas horas, y ya solo corren por el asfalto los coches que salen de trabajar o los que entran. Me espera una noche larga y no sé dónde irme a dormir.

Veo un callejón y tuerzo mi boca, no es la mejor de las opciones, pero si no hay un violador o algún loco ahí, todo bien.

Entro en el callejón y lo observo determinadamente, no hay nadie, pero si que hay gatos comiendo la comida que sobresale de los contenedores.

Suspiro y me siento con la espalda apoyada en la pared. El invierno está llegando y lo único que tengo de ropa es mi sudadera gris y unos jeans negros. Voy a morirme de frío.

Suena el rugido de una tormenta y miro hacia el cielo. Aparece el destello de un rayo y segundos después comienzan a caer gotas por mi cara.

—No me j... —el ruido de otra tormenta corta lo que iba a decir y a regañadientes me levanto.

Miro los contenedores en los que los gatos estaban segundos antes y no me queda otra que acercarlos y abrir uno de ellos dejando la tapa encima del otro a modo de techo. El olor que desprende no es el mejor, de hecho es horrible, pero así evitaré mojarme.

Desde el punto en el que estoy ahora mismo puedo ver todo lo que pasa fuera del callejón y eso bueno, porque sí, soy un poco cotilla. Aún así, no me pasaré la noche cotilleando, mi noche será mirar al infinito preguntándome por millonésima vez por qué mis padres me abandonaron.

Miro mis pies y juego con los cordones de las zapatillas que llevo, las cuales, al igual que la sudadera, también están desgastadas.

La lluvia aprieta más y comienza a hacer un aire de locos, por lo que el contenedor se mueve, alejándose del otro y haciendo que la tapa de este impacte contra mi cabeza.

Underoos | Peter Parker Where stories live. Discover now