Crecer y continuar

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Estaba feliz. No podía creer que su esposo había vuelto a la vida, a su vida. Todo parecía tan irreal que, se tuvo que abofetear varias veces, para caer en la cuenta de que no era un sueño.

Era la hora del almuerzo y se dirigía apresurada hacía la escuela primaria, para hablar con su hermana. La librería y la escuela estaban a una pocas calles de distancia, no tardaría más de unos pocos minutos en llegar.

-¡Dea!- ingresó, estrepitosamente, al aula. Ella se asustó por el escándalo -¡Estoy tan feliz!- la abrazó fuerte, mientras se encontraba sentada en su escritorio -¡Vas a creer que estoy loca cuando te lo cuente!-

Rió. Había pasado muchísimo tiempo, para no decir años, que su hermana no se veía tan feliz y radiante.

-¡Tranquilizate!- mencionó en las mismas condiciones que ella -
¡Cuéntame! ¿Tiene que ver con Sebastián?-

Asintió enérgica. Se separó de ella y se sentó en el escritorio, tomando sus manos.

-En realidad, no sé como decírtelo o como empezar- la miró, expectante -Bien, te lo diré- despeinó su cabello, nerviosa -Sebastián... Es Keilot-

La observó, sin ningún tipo de expresión en su rostro, como si hubiera perdido la razón. Tenía que fingir que no sabía nada del asunto, su hermana se enojaría.

-Gaia, ¿Te volviste loca?- preguntó, observándola comer la manzana que le había robado -¿Cómo puedes decir un cosa así?- se incorporó para borrar la pizarra tras ella -Keilot murió hace años y no regresará jamás- afirmó, dándole la espalda -No sé que es lo que está desencadenando está clase de alucinaciones en ti, pero tiene que terminar-

Ella era una buena actriz, cuando era necesario y hasta cruel, en cierto punto. Así como su hermana, que era una vil mentirosa y sin escrúpulos.

-No estoy loca, Dea- mencionó triste, acercándose y apoyando una mano en su hombro para que volteara a verla -Mira, ¿Lo recuerdas?- levantó su flamel. Ella lo tomó entre sus manos y se sorprendió -Era mío, recuerdas que lo perdí hace cinco años en Keisalhima- asintió, fingiendo estar impactada -Es él, Sebastián lo tenía con él. Bueno, es decir, Keilot. Él volvió ¡Volvió! ¡Volvió por mí!- la abrazó con fuerza.

-¡No lo puedo creer!- Sollozó. Realmente, lloraba por ella. Esa era la única reacción que no podía fingir -Hermanita, estoy tan feliz por ti- se separó de ella y limpió sus lágrimas -¿Dónde estaba? ¿Qué fue de él?- preguntó, tomando asiento de nuevo.

-Perdió la memoria y se convirtió en un soldado. En el mejor de todos, de hecho- respondió orgullosa -Pero no todo es color de rosa. Vino aquí a matarme por ordenes del rey y a llevarte con él, si era posible- titubeó un poco al contarle -Pero eso cambió al saber quién era yo y recuperó su memoria- se acercó de nuevo a su hermana y le limpió las lágrimas -Ya no llores, Lai sabe de esto y no dejarán que nos pase nada-

-Lo sé, pero estoy llorando porque tú eres feliz otra vez- limpió su nariz, ruidosa, como de costumbre -Además, no te olvides que estoy embarazada, lloro por todo- movió sus manos delante de ella, abanicándo su cara -Yo también tengo algo que contarte, pero necesito que te sientes- su hermana obedeció y ella secó sus ojos con un pañuelo, por última vez -Eyra y yo...Nos iremos con Lai a vivir en la Torre-

Suspiró con dolor al decírselo. Se iban a separar otra vez. Le tembló el labio inferior al recibir la noticia, pero no dijo nada, sólo la observó, mientras lágrimas caían de sus ojos. No podía contenerlas.

-Lo siento, hermanita- se disculpó, después de un momento -No sé porque estoy llorando- se limpió sus ojos, riendo -Es solo que, no sé como reaccionar. Me alegra que al fin puedas realizar tu vida con Lai- la miró, sonriendo triste -¡Pero también me pone triste que te vayas!-

El Regreso de la Magia y la AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora