Brillas

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Comienza observando sus cabellos, rubios y brillantes, cortos hasta la nuca, entonando su cara, haciéndolo lucir brillante. Su sonrisa marcada, debajo de su redonda nariz. Lentamente, baja por la espalda, mirando los omóplatos, a un costado su fornido y fuerte brazo. Se marcan los músculos en su ajustada camiseta escolar.

Se siente caer, porque sigue bajando y sigue mirando... Se siente... Ilusionado.

Se ve a sí mismo observando de forma descarada cada sutil detalle en el cuerpo del contrario, pero no puede detenerse.

¿Qué está haciendo?

Palmea sus mejillas con ambas manos y regresa su vista al pupitre. Se lleva una mano a la frente y se recarga en esta. La lleva a la superficie de madera y se queda ahí, con un ligero sudor en el rostro por la pena y el otro por su corazón flameando en lo profundo. Esa sensación.

Traga en seco y se deja llevar. Así como otros días también, como cualquier día en realidad. Le gustaría saber cuándo empezó, cuando le gustó tanto, pero le da igual, porque es jodidamente agradable sentirlo, gozar esa sensación.

No puede dejar de mirar, de observar, de admirar. La vida se le va entre cada tanto y se le escapa un suspiro en secreto de vez en cuando.

Sigue ahí, sentado en la silla de madera al otro lado. Su mirada se concentra en el pizarrón y no hay nada que logré desconcentrarlo, porque así es siempre, tan decidido, tan confiado. Y lo sigue mirando.

¿Admiración? ¿Cariño? ¿Amor?

Posa esa misma confianza en él, en aquel que no para de embriagarse con la existencia del rubio, aquel que, inclusive con el paso de los días, su existencia es vaga a comparación del apego y la admiración que le dedica.

Porque haciendo un recuento, Amajiki ya sabe que lo que más adora de Mirio es su brillante personalidad. Y es feliz con ello, con tenerle tan cerca que podría asfixiarse en el éxtasis, pero ¿Y si pudiese tenerle aún más cerca? Tanto que se fusionaría por un momento y podría sentirse arder de tenerle para él.

Un sentimiento tan egoísta y tan descarado que es tan tentativo. Porque mirar, después de los días, lastima, pues se necesita más, y más cual droga mañanera.

Se levanta del asiento, pone ambas manos en el pupitre y se decide. No es como otro día en el que duda lo mucho que le gusta observar, debe de ser distinto, más que cuando cumple una misión al costado de Mirio y se deja llevar por sus halagos a su persona.

Este día debe ser distinto a cualquier otro.

Comienza lento, porque su pésimo desempeño social le hace las cosas difíciles. Incluso el rubio se dedica a facilitarle la situación de vez en cuando. Mira sus oscuros ojos, y consigue soltar algo. Se ciega un poco con la deslumbrante sonrisa del contrario a penas habla y no puede evitar suspirar ante la magnífica escena.

Definitivamente, debe ser distinto.

Debe de decirlo.

Debe de protegerlo. Hacerlo como nunca antes, que nada, nadie le dañe porque de ser así, moriría junto a él. Lo sabe.

Si alguna vez falló, alguna vez le decepcionó, está seguro de que aquel rubio le perdonó el desastre, porque alguien como ese gran héroe, ese, su héroe, es compasivo.

Incluso siendo así de fuerte, así de grande, jamás se lo ha dicho. Jamás le profesó su más sincera sensación.

Desea protegerlo, encerrarlo y que nadie le dañe, pero en este punto, él esta tan lejos a su vez que no podría cuidarle como lo desea. Se lamenta un momento y levanta el rostro.

Brillas [MiriTama] [Oneshot]Where stories live. Discover now