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Ana

Me quedé plantada delante de la gran puerta de cristal del edificio. Miré mi reflejo en ella y deseé que la hora que había pasado en el metro para llegar hasta allí, no hubiera pasado factura ni al pelo ni al maquillaje.

Mientras entraba, no me creía que hubiese conseguido aquellas prácticas. No solo eran en Barcelona, una ciudad que me llamaba mucho la atención, sino que encima eran en una de las empresas más relevantes del país.

Los Rodríguez habían empezado desde cero, con una tienda de ropa que tenía la mujer en Galicia, de dónde eran originarios. Empezó a diseñar sus propias prendas y a venderlas allí, teniendo un tremendo éxito y empezando una cadena de tiendas que se expandió por toda España.

Su marido había decidido sumarse al carro para gestionar junto a su mujer todo el tema de las tiendas, mientras que ella se encargaría de la parte del diseño, e instalaron la sede en Barcelona.

—Hola —me saludó la chica que había en la recepción. —¿Te puedo ayudar en algo?

—En realidad sí —respondí, acercándome al mostrador. —Hoy empiezo las prácticas en la empresa.

La chica, que llevaba un cartelito pegado en su blusa dónde ponía "Thalía", tecleó unos segundos en su ordenador.

—Ana Alicia Guerra, ¿verdad?

—Sí, yo misma.

—Genial —siguió tecleando en el ordenador después de pedirme el DNI, hasta que me entregó un cartelito con mi nombre y una tarjeta blanca con las letras RG en negro.

—Con esto puedes entrar a todas las zonas de acceso restringido al personal, y los cafés te saldrán gratis —me explicó con una sonrisa.

Yo la correspondí y me colgué el cartelito. Luego descolgó el teléfono.

—Marina, ha llegado la chica de prácticas, te la mando —dijo, antes de dirigirse a mí. —Planta seis; el ascensor está al fondo.

—Gracias —respondí con una sonrisa.

Caminé hacia el ascensor sin perderme detalle del interior del edificio. Nunca había estado en un sitio tan elegante, el típico lleno de cristal, mármol, flores desconocidas y sofás caros.

Me miré una vez más en el espejo del ascensor y esperé a que las puertas se abrieran de nuevo en la sexta planta. Una chica algo bajita, con el pelo corto y de color rosa chicle, me esperaba con una sonrisa. Se levantó y salió al otro lado del mostrador.

—Hola bonita. Soy Marina, encantada —dijo.

—Ana —respondí, dándole dos besos.

—Sé que tus prácticas son con la Señora Gallego, pero ahora mismo se encuentra de viaje, así que acordamos que estarías con el Señor Rodríguez hasta que ella vuelva.

Me puse algo nerviosa. No esperaba tener que tratar directamente con ninguno de los dos. Supongo que se me vio en la cara porque Marina me apretó el brazo.

—Oye, no te preocupes. Es muy suyo pero es simpático. Sígueme.

Tragué saliva y asentí. Marina me llevó por una sala llena de pequeñas mesas con gente tecleando en ordenadores, llamando por teléfono, y garabateando en libretas. Luego pasamos a un segundo pasillo, por el que Marina usó una tarjeta como la mía para poder acceder.

Me fijé en las paredes de los pasillos, llenas de fotos a tamaño gigante, de modelos luciendo las prendas de la marca.

Marina se detuvo delante de una de las pocas puertas que había en esa zona, y se excusó mientras la golpeaba con sus nudillos y entraba.

Punto de mira ✨ || WARIAMWhere stories live. Discover now