Capítulo 4:

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Estaciono frente a la heladería Zuñiga's, observando con precaución la calle.

—Bien, llegamos.

—¡Sí!

Christian baja rápido del auto y corre cual niño adentro del local.

Me quedo un momento confundida, y salgo del coche para entrar a la peculiar heladería.

Sus paredes son de colores pastel, y sus mesas triangulares son de un blanco bastante limpio.

Jamás había pensado en ello, pero solía venir aquí cuando niña.

El recuerdo es apenas notorio, ya que han habido cambios, sin duda alguna.
Sin embargo, es una especie de dejà vu el que recorre mi mente.

—¡Quiero uno de chocolate, por favor! —Me aproximo hacia donde se encuentra el chico de la gabardina, y pido junto a él un helado de naranja.

—¿Disculpa? ¿Qué clase de asqueroso sabor es ese? —cuestiona Christian en cuanto me escucha, dedicándome una mirada de terror.

—¿Tienes algún problema? Me gusta la naranja.

La chica anota ambas órdenes, ignorándonos, y se marcha hacia una puerta desconocida.

Tomo asiento en la primera mesa que encuentro libre. Christian me imita, suspirando con alivio.

—Por un momento pensé que te habías enfadado —comenta.

—¿Cómo dices? No tengo por qué enfadar...

—¿De dónde vienes?

—¿Eh?

—Que de dónde vienes. Digo, ¿dónde vives?

—Pues... —su pregunta me desconcierta—. Vivo en New Orleans. Cerca de la escuela, en realidad. A unos... diez minutos en auto. ¿Tú?

—Yo... por ahora vivo en casa de mis padres. Por el barrio francés.

—Tus padres...

—Muertos.

Oh, cielos.

—Claro. Lo lamento.

—Da igual. Yo los... —La misma chica que nos tomó la orden pone en medio de nosotros un enorme tazón de helado. Aquello nos desconcierta a ambos, y ella finge una sonrisa mientras clava (quizá con demasiada violencia) dos cucharas en el centro.

—Felicidades a la pareja —murmura con algo muy parecido al sarcasmo. Se nota que no es feliz.

—Disculpe, pero nosotros no...

Se marcha antes de que pueda continuar, y observo con recelo el delicioso helado frente a mí.

—¿Por qué dijo pareja? —pregunta Christian, confundido.

—Seguro esta tonta cree que somos novios.

—¿Novios? —Se queda pensando un momento, y luego abre sus ojos con impresión—. No, ¡qué asco! ¡Ni siquiera me gustas!

—Gracias por tu sinceridad —murmuro, tomando una de las cucharas y, sin darle mucha importancia al tazón compartido, tomo una cucharada de la deliciosa capa naranja.

—Perdón. —De repente se pone serio—. Yo no quise decir eso. Es solo que... no me gustan los noviazgos. Bueno, ningún tipo de relación, en realidad.

—¿Y quién dijo que yo quería tener una relación contigo? —espeto molesta.

—Nadie.

—Ah, al menos lo entiendes.

PELIGROSA INOCENCIA © | TERMINADA #PGP2023Where stories live. Discover now