Capítulo 17:

36 7 3
                                    

Mi mano arde y duele, sin embargo, la rabia que aflora de golpe en mi cuerpo me hace ignorar completamente el dolor físico.

—¿Qué diablos te pasa, Sharlotte? —pregunta mientras se soba su mejilla derecha.

¿Realmente debería responder a esa tonta pregunta? Me siento tan furiosa que comienzo a sentir lágrimas bajar a toda prisa por mis mejillas. Han sido demasiadas emociones en los últimos días que siento como si mi cabeza fuese a explotar. ¿Qué demonios pasa con mi vida? Maldita sea.

—¿Es... es lo único que tienes para decir?

—No. —Hace una pequeña pausa solo para dirigir su mirada al suelo—. Escucha, amor, me siento fatal por esto, de verdad. Nunca te quise lastimar. Sabes que te amo. Es solo que...

—Antes de que continúes, quiero decirte que no deseo hablar sobre mi vida privada en un pasillo de escuela. Ahora mismo tengo muchos problemas como para preocuparme de ti y tu estúpido engaño. —La única que se está engañando soy yo, pero no pienso mostrarme débil ante él. Ya bastante le mostré llorando—. ¿Quieres hablar? Bien. Pero no será aquí.

—Bien. —Suspira—. Dime dónde quieres hablar. Te prometo que ahí estaré.

Lo pienso por un momento. En realidad puede ser en cualquier lugar. Tengo una decisión tomada y planeo decírsela de todas formas. Pero sé que no es correcto negarle una explicación a alguien. A veces, por más retorcida y convincente que se vea una situación, nada tendrá sentido hasta que se dicte un argumento válido. No importa qué tan culpable parezca alguien, creo que hay que permitirle el beneficio de la duda.

Aunque sea un completo idiota y quieras golpear su perfecta cara.

—Bueno, escucha, podemos vernos a la hora del almuerzo en... el árbol. Pero a mi casa no puedes aparecerte ni loco, y después de la escuela no tengo tiempo para ti.

—Bien, lo entiendo. Estaré ahí y...

—¿Pero qué demonios haces aquí? —Christian llega como por arte de magia, y antes de darme cuenta golpea a Andrew en su cara, a la vez que se pone delante de mí como si fuese un escudo.

—¡Oye, no le pegues, Chris! Solo trataba de hablar...

—Y una mierda con eso. Este tipo merece que lo mate por lo que te hizo.

De repente su voz me suena distinta. Y no es solo por el hecho de que está gritando y aparentemente furioso, sino porque se ha convertido en un sonido áspero y varonil. Como si hubiese dejado de ser un niño y se hubiera convertido en un hombre sobreprotector.

Todo en cuestión de segundos.

—Maldita sea, dos golpes en un día... ¿Qué coños te pasa?

Chris ríe con cinismo. No sé si debo meterme o no.

—Eso debería preguntártelo yo a ti. ¿Quién te ha dado permiso de acercarte a ella?

—¿Disculpa? —Andrew me mira con reproche—. Bella, ¿ahora estás saliendo con este raro?

—Claro que... —Estoy a punto de responder, pero alguien me interrumpe.

—Caballeros, señorita, ¿puedo saber qué hacen fuera de clases a esta hora? —Nuestro profesor por fin aparece, con sus aires de superior y todo.

En el fondo me siento agradecida de que haya aparecido. Las cosas se estaban saliendo de control y quién sabe qué hubiese pasado si se tardaba un minuto más. Además, nunca había visto a Chris tan molesto. O quizás sí, pero prefiero no recordarlo.

—Este... nada, profesor. Justo íbamos a entrar, ¿verdad, chicos?

Tomo del brazo a Christian con la intención de obligarlo delicadamente a seguirme adentro del aula. No le quita la mirada a Andrew ni por un momento.

PELIGROSA INOCENCIA © | TERMINADA #PGP2023Où les histoires vivent. Découvrez maintenant