001 : ADIÓS

49 23 0
                                    

Para Nochevieja fuimos a Venecia, queríamos aprovechar que Marina, mi pequeña hermana, seguía con nosotros. Teníamos que disfrutar cada segundo con ella, éramos conscientes que su vida estaba a punto de dar un punto final.

El viaje fue eternamente largo, pero su presencia hacía que valiera la pena. Una vez allá, empezamos a andar de camino a la casita de madera que ella había escogido personalmente.

Pasamos por delante de la plaza principal, ya no quedaba mucho para llegar al lugar, pero mi mayor temor ocurrió.

Marina se cayó repentinamente al suelo, mi padre llegó a tiempo de cogerla antes de que se diera un golpe.

La imagen de ese día es la que siempre llevaré conmigo hasta que la luz de dentro de mí se apague.

Empezó a sacar sangre por la boca, sabíamos que esto ocurriría, que cuando ocurriera no habría marcha atrás, todo terminaría para su corta y preciosa vida.

Y así fue. Llevamos a Marina dentro de la hermosa casita de madera. Papá se encargó de llevarla hacía allá y la tumbamos en su cama.

Papá y mamá intentaban esconder su dolor, pero yo no podía, me sentía muerto por dentro. El mundo me estaba arrebatando mi pequeña felicidad.

Me senté en una silla justo al lado de la cama, cogiéndole de la mano. No podía dejarla, quería estar con ella hasta el último momento. Tenía la cabeza escondida entre mis brazos que estaban encima de la cama pero sentí que Marina me llamaba, con esa dulce y sensible voz y me dijo: "¿Te he dicho nunca que te quiero?"

Iba a responderle, quería hacerlo, debía hacerlo. Pero estaba paralizado, sus palabras retumbaban dentro de mí. Quería retenerlas, sabía que nunca las olvidaría porque justo después de decirlas el último suspiro salió de su pequeña boca.

Su vida había llegado a su fin y la mía empezaba el infierno.

Su palidez aumentó y su pecho había dejado de subir y bajar. Su alma ya no estaba, solo quedaba su pequeño y delgado cuerpo.

No podía quedarme allá, me ahogaba, así que sin decir nada me levanté de la silla y salí corriendo a la calle. Necesitaba que el aire corriera por mi cuerpo, sentir que por mala suerte yo aún estaba con vida.

Era de noche, miré hacia el cielo, las estrellas brillaban más esa noche.

De mis ojos empezaron a salir lágrimas y más lágrimas, me sentía vacío por dentro. Cerré los ojos y me dejé llevar, dejé que todas las emociones negativas salieran. Me arrodillé en el suelo y chillé con todas mis fuerzas. Parecía que cada vez que cerraba los ojos veía pasar toda la vida de mi hermana pequeña, todo lo que había vivido con ella, sus 16 años de vida y eso solo me provocaba más dolor y sufrimiento.

Pero no pude evitar pensar que la había estado amado durante mil años y que la amaría mil años más.

31 de diciembre, para unos, fin de año. Para mí el día en que mi vida se vino abajo. El día en que mi pequeña me dejó en un mundo egoísta e injusto.

¿Te he dicho nunca que te quiero?Where stories live. Discover now