Sobreviviente

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Mientras Sauron estuvo junto a Melkor, su ambición nunca llegó al punto de querer menguarlo; pues veía que éste no lo excluía de decisión o plan alguno. Y de entre todas las criaturas seducidas por el vala oscuro, entre los que se encontraban Balrogs y otras bestias de colosal poder como Ungoliant, Sauron tenía una parte importante y prominente que ejecutar en todo lo que en conjunto diseñaban, era su siervo virtuoso y se pensaba respetado por ello. Probablemente, la lealtad que le profesaba era una de las cosas más genuinas en el corrompido maiar.

Sauron ya no era como en antaño, en sus nobles orígenes. Su antiguo amor por el orden de lo establecido se quebrantó para siempre, su ahora personalidad fría y calculadora lo hacían sentir eminente. Melkor le estaba dando la oportunidad de encontrar una parte de sí mismo que le había sido negada, pero que no pudieron arrebatarle.

Juntos destruyeron los pilares de las lámparas que habían creado los valar, lo que modificó la forma de la tierra, y que como resultado hizo que los valar se apartaran del resto de Ëa y fundaran Valinor. No dudaba en que juntos, estaban cumpliendo su propósito. Sauron es sentía vivo como nunca antes. Asumía a su cargo Angbard, su propia fortaleza, la que sería la primera línea de defensa ante cualquier embestida de sus enemigos. Entretanto, su mentor diseminaba parte de su energía vital en la tierra. De esta manera todas las cosas que nacían y crecían en ella eran más susceptibles a ser corrompidas. Sin embargo, aquella ventaja tenía una contraparte; eso lo dejaba vulnerable, pues la potencia de su poder no sería la misma. Sauron adquiría entonces una nueva misión, ser su guardián.

Todo cambió cuando los primeros nacidos despertaron. Los demás ainur consideraron que Melkor y su imperio eran una amenaza para éstos, por lo que les hicieron la guerra nuevamente. Y el primer obstáculo, Angbard, fue vencido. Sauron se decepcionó de sí mismo, porque consideró que por su derrota sus enemigos lograron capturar y encadenar a Melkor; ya que llegaron a lo profundo de Utumno y allí lograron su cometido.

Lo había intentado, de veras que lo había hecho. Angbard aguantó días enteros, desplegó lo que pensaba era una demostración grandiosa de su poder, pero no había sido suficiente. Él no fue lo suficiente para frenar las fuerzas enemigas, en especial a Tulkas , y Melkor tuvo que pagar el precio.

Sauron lo contempló de lejos, pidiendo perdón, suplicando, acudiendo a la humillación para salvarse. Fue una escena que lo impactó, no lograba vislumbrar a quien le "había abierto los ojos" doblegándose de esa manera. Gracias a eso ya nada sería como antes, su proyecto no tenía asidero en el presente. Sólo hasta que pasaran tres edades, porque esa había sido la sentencia que recibió Melkor.

Escondido en las ruinas del malogrado imperio, reflexionó. Y si bien la distancia que los separaba era considerable, unidos estaban él y Melkor en pensamiento y juntos culparon a los eldar de su desgracia. Prometieron venganza.

Morgorth lo disimuló muy bien, y fue liberado luego de minuciosas muestras de arrepentimiento. Manwë no pudo ver la maldad en él, debido a que no poseía parte de ello en su propio ser.

El tiempo pasó y los silmarils aparecieron. El deseo de Morgorth por ellos lo llevó a envenenar las mentes de los noldor bajo una máscara de buenas intenciones. A la distancia, Sauron se sintió complacido, y después de pasar mucho inactivo alzó de nuevo lo que antes habían construido; esta vez quiso hacerlo con mayor rigurosidad. Debía que ser más fuerte, probarle de lo que podía ser capaz. Melkor volvió, y al verlo entre las ruinas reconstruidas su imagen le pareció diferente.

―Maestro ―saludó haciendo una leve reverencia. Asumía una reprimenda, que consideraba merecer.

―Mi abnegado general y aprendiz―respondió taciturno, casi inexpresivo.

El desertorWhere stories live. Discover now