Entrevista de trabajo

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—Ya puede pasar señor.

La voz clara y artificialmente cortés de la secretaria me despertó de mi sueño, y rápidamente alisé mi traje con las manos, intentando disimular el hecho de que me había quedado dormido. Camino a la oficina, me peiné frente al reflejo de una de las ventanas de un salon. No me hizo ver más despierto, pero esperaba que no hubiera problemas. Después de todo, las mañanas no eran mi horario de trabajo.

—Buenos días.

—Buenos días, señor...

—Robles.

—Robles. -repitió el director, alargando una mano para estrechar la mía. Señaló luego la silla de madera frente a su escritorio, y tomé asiento.

—Asumo que viene por la posición de guarda nocturno.

—Así es, señor. He trabajado como guarda nocturno en dos de los tres centros comerciales de la ciudad, y he recibido capacitaciones de parte de la...

A un gesto del director me detuve, y no pude evitar sentirme de regreso en la primaria, castigado en la oficina de un director muy similar a este.

—Escuche joven —continuó, después de una pausa—. Sé que ha hecho esto un millón de veces antes, y sé que en los dos centros comerciales en los que ha trabajado le han prohibido volver a poner un pie en treinta metros a la redonda —Entrecruzó los dedos sobre la mesa y se reclinó hacia adelante—. Esta escuela no tiene ninguna motivación para contratarlo.

Demonios. Una vez más, mi reputación me precedía. ¿Debería irme? Probablemente, pero necesitaba este trabajo. En lugar de levantarme, fijé la vista en el anciano en el anciano detrás del escritorio y me aclaré la garganta.

—Si me permite preguntar, ¿porqué, entonces, se me permitió esta entrevista?

Había dado en el clavo. El director sacó de un cajón unos lentes y una carpeta azul, y habló mientras la abría y buscaba una hoja en su interior.

—Esta escuela, señor Robles, y en particular el puesto que usted busca -dijo mientras sacaba una lista y la extendía sobre el escritorio—, cuentan con una serie de circunstancias especiales —Me miró—. Circunstancias que usted debe tomar en cuenta, y que requieren ciertas cualidades que en otra situación no necesitaría un guardia nocturno. ¿Comprende?

Entre las hojas removidas de la carpeta vislumbré fotos de los pasillos de la escuela, al parecer en la noche. Algo andaba mal.

—Comprendo. —contesté, y le sostuve la mirada.

—Voy a hacerle una serie de preguntas, y es indispensable que conteste con absoluta verdad. Si llegara  a contestar con falsedades y consiguiera el trabajo, estaría arriesgando no solo su puesto, sino su vida. ¿Comprende?

Noté que mis palmas comenzaron a sudar, pero no mostré expresión alguna. 

—Comprendo. —repetí.

—Primera pregunta. ¿Es usted religioso?

—No.

Anotó algo que parecía una palomita en la lista que leía.

—¿Está bautizado?

—Sí.

Otra palomita.

—¿Tendría algún problema con portar un símbolo religioso con usted durante horas de trabajo?

—No...

Palomita. Me miró a la cara una vez más, completamente serio.

—¿Ha matado, abandonado a su suerte o dañado de cualquier forma a un niño?

La sangre se me heló en las venas. En ese momento me di cuenta de que este era cualquier trabajo, y que lo más sabio sería irme en ese momento. Por algún motivo que nunca descubriré, me quedé.

—No. —contesté con firmeza.

Palomita.

—¿Es propenso usted, o alguno de sus familiares a sufrir ataques cardiacos, epilepsia o ataques de pánico?

—No.

—Le voy a mostrar diez imágenes junto con diez nombres y apellidos. Necesito que me diga si está emparentado con alguno de ellos.

Me mostró la segunda hoja. Era una foto de bienvenida a la primaria.  Reconocí el papel tapiz del salón de enseguida. Diez caritas sonrientes mostraban sus libretas y uniformes nuevos, y sostenían la fecha de su generación; según esta, la imagen tenía más de treinta años.

—No reconozco a ninguno de ellos, y esos no son mis apellidos ni los de mis padres.

—Bien, entonces ni hablar —Cerró la libreta de golpe y se levantó, extendiendo su mano para estrechar la mía—. Está contratado.

Salí de ahí con la carpeta bajo el brazo y el corazón en el cuello. Tenía mi primer turno la noche siguiente.

Una vez cruzada la calle, tomé valor para voltear a ver la escuela por última vez. Desde uno de los salones diez caritas me miraban, sonrientes.

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Esta historia no sé de que fecha es, debe ser de por ahí por febrero o marzo del 2018. El tema era simplemente: La entrevista de trabajo más extraña, y tuvimos aproximadamente cuarenta minutos.

Una vez más! Si escribes una historia con esta misma temática mándamela y la puedo publicar aquí con tu nombre. O solo la leo y me piño, como quieras.

Estaré subiendo historias semanalmente. ¡Hasta la próxima!

Sueños, Alucinaciones y Pesadillas.Where stories live. Discover now