Nilima

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Hace mucho, mucho tiempo, no había sol.

El Sol y los demás dioses vivían atrás de las montañas, que altas y desnudas los protegían de los ojos curiosos de los mortales. Desde ahí los dioses creaban al mundo mientras los humanos dormían, y dejaban en paz al pueblo.

Hasta que un día una joven llamada Nilima decidió pedirle auxilio a los dioses para revivir a su adorada hermana, recientemente fallecida. Estaba prohibido permanecer despierto mientras los dioses reconstruían el mundo, pero ella se encaminó a las montañas y permaneció despierta por siete días, sin probar bocado ni pegar los ojos.

Durante este tiempo los dioses se abstuvieron de reconstruir el mundo, confiados en que la muchacha se rendiría, pero no lo hizo. Una vez que escaló la cordillera, Nilima permaneció meditando en una saliente cerca de la cima, contemplando a lo lejos a su pueblo, dandole la espalda a la vivienda de los dioses.

El séptimo día se le apareció el más joven de los dioses, y le ofreció un tazón de agua a cambio de dormir para poder reconstruir el mundo. Ella se negó, pues deseaba hablar con el Sol, quien según las historias podría revivir a su hermana.

El octavo día la visitó Gayathri, la diosa del amor, quien le ofreció una vida feliz junto al amor de su vida, Nilima se negó, pies buscaba hablar con el dios del Sol, y solo él. Nilima la escuchó susurrar algo que le heló la piel mientras se alejaba, pero se mantuvo firme en su propósito y no desistió. El noveno día la visitó un dios gordo y jovial, quien le ofreció el banquete de su vida para que renunciara a su propósito. Llenó sus ojos de imágenes de fruta fresca, reventando de jugo y de carne tan suave que se deshacía en la boca. Llenó su nariz de aromas exquisitos, y a sus oídos llegó el crujir de mil hogazas de pan, pero Nilima ignoró el dolor de su cuerpo y una vez más, se abstuvo. El décimo día llegó la muerte y le ofreció el olvido de todas sus penas, pero la muchacha se negó y reiteró su deseo de hablar con el sol. La muerte, con un triste suspiro, aceptó su rechazo y avisó a los dioses de la testadurez de la joven. Era momento de hablar al dios del Sol y rey entre todos los dioses, Partah.

Partah se encontraba indignado, pues necesitaba que los humanos durmieran para poder derramar su luz sobre las tierras y los mares, y su furia crecía a cada minuto. Sin embargo, al escuchar la histopria de la joven que causaba su suplicio se sorprendió de la voluntad de esta, y accedió a atender sus súplicas.

El onceavo día Partah visitó a Nilima, quien sentada impasible sobre las rocas dejaba volar su cabello oscuro con el viento. Cuando Partah posó sus ojos en su figura se enamoró perdidamente de ella, y salió a recibirla en su forma humana.

En cuanto se presentó ante ella, Nilima aulló de dolor, pues el ver al Sol a los ojos es causa de castigo y sufrimiento en cualquier humano. Partah, apenado, colocó dos discos de obsidiana frente a sus ojos, y se sentó frente a Nilima pidiendo disculpas. Nilima aclaró su garganta, y con sus últimas fuerzas externó su deseo de revivir a su hermana como condición para cerrar los ojos y finalmente permitir la reconstrucción del mundo. El Sol, embelesado por su voz y su claridad al hablar, accedió a su petición, con la condición de que se quedara a hacerle compañía y se convirtiera para siempre en su esposa.

Nilima aceptó, y se celebró un gran banquete para festejar su boda. Pero para siempre es un tiempo muy largo, y la recién casada no tardaría en descubrirlo.

De regreso en las tierras de los humanos, Neela, la hermana de Nilima, despertó de su muerte para la sorpresa de toda su familia. Nadie esperaba que la joven tuviera éxito en su empresa, pero festejaron el regreso de Neela y la restauración del mundo como si lo hubieran visto venir. Las cosechas volvieron a crecer, el aire dejó de estancarse, nacieron nuevos animales y las aves volvieron a cantar, pero Nilima seguía sin volver.

Nilima era feliz con las comodidades del reino de los dioses, pero al haber renunciado al amor en el octavo día de insomnio, le era imposible amar a su esposo. Además, extrañaba a su hermana con locura, y deseaba más que nada volverla a ver.

La diosa del amor, sabía esto y le propuso a Nilima un trato. Le ayudaría a escapar la tierra de los dioses si le regalaba su cabello para engañar a Partah, a quien siempre había amado. La humana accedió, y Gayathri pasó tres noches con Partah antes de que este se diera cuenta de que la mujer a su lado no era su esposa. Cuando se dio cuenta, enfurecido, se despojó de las obsidianas con las que cubría sus ojos, y al iluminar el cuarto cegó a Gayathri, quien era vulnerable a su luz en su forma humana. Es por esto que hoy en día se dice que el amor es ciego. Abandonó a la diosa y, en contra de sus previas leyes, salió mientras los humanos estaban despiertos para buscar a Nilima.

Por años los humanos se refugiaron en las montañas, escondiéndose de la implacable luz del sol, que deshidrataba y aniquilaba a cualquier incauto que se atreviera a salir. Fueron tiempos oscuros, de vivir en cuevas y comer carroña, y de haberse prolongado los humanos se hubieran dirigido sin duda a su extinción.

Finalmente Nilima salió con su nueva cabellera y alzó los ojos para ver a su esposo, quedándose ciega al instante. A pesar de sus intenciones, al ver su cabello ondeando en el viento como la primera vez que se encontraron Partah no tuvo el corazón para matarla, y descendió con su forma humana para reunirse con su amada. Ella se fue con el como su prisionera, a cambio de piedad para el resto de los humanos.

Y así, habiendo renunciado al amor y a la muerte, Nilima permanece junto a los dioses, creciendo su cabellera año con año y cubriendo a su esposo durante la noche. Así protege a los humanos de la ira permanente de Partah, y los vigila con su ojo ciego y blanco, iluminándolos mientras hacen su vida en el frío acogedor de la oscuridad. Mientras Partah brilla sobre el cielo en su máximo esplendor los humanos se esconden, y los dioses aprovechan estas horas de gracia para reconstruir el mundo.

Cada cierto tiempo, en el aniversario de su boda según el calendario de los dioses, Nilima pasa una noche con su esposo, y a cambio el Sol se cubre con su máscara de obsidiana para que los humanos lo vean a los ojos, y le pidan así, desde el fondo de su alma, un solo deseo.

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Hola! El reto para esta historia fue simplemente inventar tu propia mitología. Esto es del 24 de Abril, y es la mitología de una sociedad que vive por la noche. Escríbeme si escribes una historia similar!

Hasta la próxima!

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