¿Casualidad?

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Esas palabras...Esas malditas palabras que rebotaban como pelotas de goma en su mente. No podía ni siquiera concentrarse. Tenía una reunión de negocios próxima y debía apurarse para llegar. Se arregló la camiseta, se echó agua en la cara, se secó y se puso nuevamente el sombrero. Después de arreglarse, acomodó el Thneed sobre su cuello, tomó las llaves de su casa y salió de ahí, procurando no encontrarse nuevamente con el fastidioso Lórax.
Para ser honestos, ambas citas de negocios fueron por completo aburridas. Una de ellas sólo era para conseguir más material para hacer las hachas que se usarán para la tala de árboles y otra fue para comprar material para las máquinad tejedoras. Al fin había llegado el momento de descansar un poco de todo. Regresó a casa, se quitó el sombrero, se colocó un chaleco totalmente negro y salió a dar su tranquilo paseo nocturno.
Todo iba bien y lo bueno de sder famoso, pero aún no tanto, era que no lo molestaban tanto a la hora de salir a la calle. El chico decidió comprarse un delicioso café y una dona. Luego de eso, fue al parque y se sentó para disfrutarlos. La vista era hermosa. La noche mostraba bellad estrellas sobre el cielo, aunque...ya no tantas coml antes, puesto que la contaminación comenzaba a afectar al aire. Aquella era la hora en la que casi todos los que estaban en el parque eran parejas o gente que quería tomar un respiro del trabajo, así que fue bastante fuera de contraste ver a una linda chica de lentes y cabellos rojos y rizados montando una bicicleta por los pasillos del parque. Parecía estar bastante concentrada y sólo se fijaba en el camino. Había algo que no dejaba a Once-Ler apartar la vista.

Al poco rato, la chica comenzó a verse más cansada y se detuvo a tomar un trago de agua de su termo que estaba en la banca al lado de la de Once-Ler.
—¡Hola! — Saludó animada la chica, lo cual, confundió un poco al joven, pues casi nadie le hablaba con tal confianza, pero de algún modo, no le molestaba. —¿Vienes mucho por aquí? Nl te había visto... —¿Hablaba en serio aquella chica? ¿Acaso había vivido bajo una roca? ¿Cómo era posible que no lo reconociera?
—Algo así...Suelo venir por asuntos del producto que vendo. — Dijo el chico, algo incrédulo aún, pero con un toque de su ya natural orgullo. —Pero esta vez estoy de paseo.—
—¿Producto? —Preguntó intrigada la chica. —¿Qué clas de producto vendes? — Se acercó para poder continuar con la charla.
—¿Acaso no es obvio? ¡Vendo Thneeds! —
La chica al fin entendió lo que vendía. Ella había oído hablar sobre lo increíble que era el Thneed, más no sobre su creador.
—¡Vaya! ¿Tú los vendes? ¡Eso es increíble! ¡En qué tienda trabajas? —
El chico rióm parecía que ella no edtaba conciente de quién era él.
—No, yo no trabajo en las tiendas. Yo trabajo en la fábrica. —
—¿En serio? ¿Con qué puesto? —
Preguntó ella emocionada.
—Sólo...el mejor puesto que se puede tener. — Contestó este, sacando su identificación que llevaba escrito el puesto de: "Director de la empresa."
—Además de que soy el fundador. — Agregó este.
—¿¡En serio!? — Vaya, perdón, no lo sabía, señor.
—¿Por qué tanta formalidad de repente? No soy tan viejo. Apenas tengo vintitrés. —Rió el chico y extendió la mano — Dime Once-Ler. Ese es mi nombre.
—Sí. — Respondió ella, aún un poco apenada por no haber imaginado que él era el fundador y director de una empresa tan grande y estrechó su mano.
—Y...¿Ese es un Thneed? — preguntó ella, señalando el artefacto sobre el cuello del chico, pues los había visto de lejos, pero jamás había comprado uno.
— Sí, este es. ¿Quieres verlo? — preguntó él, ella asintió.
El chico se retiró el Thneed del cuello y se lo entregó a ella.
—¡Que suave! — Dijo la chica sorprendida, mientras sentía la textura de este.
—Vaya...me sorprende que jamás hayas tenido uno...Aunque supongo que sabes como funciona.
—Sí. Sé que sirve para muchos usos diferentes, pero no se me había ocurrido comprar uno. Sólo veía a la gente que los usaba...
—Te regalo ese, como una cortesía. A ver si luego te interesa tener unos cuantos más. — Rió el chico.
—Eso lo veremos. Primero tengo que probarlo — Ella también rió.

Pasó aproximadamente una hora de que estuvieron hablando de cosas sin importancia y llegó el momento de despedirse.
—Bueno, creo que debo irme. — Dijo ella, a la vez que empezaba a caminar.

—¡Espera! No me dijiste tu nombre... —Dijo el chico.
—Me llamo Norma. Todos los sábados vengo a este parque a esta hora. —Él asintió en forma de agradecimiento y emprendi el camino de regreso a casa.
Durante todo el camino, no pudo despegar a esa bonita chica de su mente. Finalmente llegó a casa, se puso su pijama azul con estampado de conejos y se acostó en su cama para prepararse para el día siguiente.

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