3.5K 337 104
                                    

— ¿Ya terminaste? —Sunwoo preguntó. — ¡No has salido! —exclamó, al notar que no había ningún rastro.

— No me han dado una toalla. —comenté desde la bañera.

Se quejó. — Ahora vuelvo.

A los cinco minutos volvió. Metió su brazo solamente a la bañera y me entregó la toalla.

Sequé mi cabello, acto seguido, enrolle esta por mi cuerpo. Salí descalza tocando el frío piso, y encogí mis hombros. Sunwoo me miraba atentamente y me provocaba sentir pequeña.

— ¿No te vestirás?

— El idiota de tu amigo ni ropa me entregó.

Rodó sus ojos. — Ven. —lo mire e hizo un ademán con las manos. — ¿Estás sorda? He dicho que vengas.

Me acerqué a él con miedo. Examino mi cuerpo de pies a cabeza.

— Te llevaré a tu habitación asignada.

Bufé. — ¿Hasta habitación te dan? Vaya hotel.

Me tomó fuertemente de la muñeca, lo que provocó quejarme. — Calla carajo, me estás colmando la paciencia.

Sin decir más, me sacó del baño.

De nuevo pasábamos por el tétrico pasillo. Esta vez caminamos un poco más. Paramos en una puerta que contenía una estrella y la abrió. Mis ojos se expandieron al ver varias chicas vestidas con diminutos trajes.

— Ya saben que hacer. —Me aventó al suelo y tronó la puerta.

— Ven pequeña. —una morena me ayudó. — Eres nueva, ¿cierto? —pude notar la tristeza en sus ojos. Asentí. — Lo lamento tanto.

— ¿A ti también te secuestraron? O, ¿trabajas para ellos? —fruncí el ceño.

Negó con la cabeza. — Todas las chicas que estamos en este lugar de mierda fuimos secuestradas y así mismo trabajamos para ellos.

— Éramos más pero... —una chica se acercó. — No pagaron el rescate y tampoco ningún hombre las quería.

— ¿También nos venden? —solté una lagrima.

— Créeme que es mucho mejor ser vendida, a estar aquí.

— No puede ser. —murmuré y llevé mis manos a mi rostro. No pude contener las lágrimas. — Quiero irme a casa.

— Todas lo deseamos. —la morena me abrazó. — Ven, vamos a vestirte y arreglarte.

— ¿Para qué? —la detuve.

— En unas horas vendrán hombres a pagar por nosotras. Bailaremos, o hasta también tendremos sexo con ellos. Es mejor estar listas.

— No, no. ¡No quiero! —sollocé. — Díganme que no es verdad. —toqué mi cuerpo.

Apreté mis ojos y recordé las palabras de mamá: "No te acuestes con cualquiera. Dale lo más preciado de ti a la persona que creas especial y correcta. La persona que te hará una mujer y te haga sentir orgullosa de ello."

— ¿Cuánto tiempo tienes aquí? —le pregunté a la chica que jugaba con mi cabello.

— Alrededor de unos 3 años.

— ¿Y por qué no te han matado? Digo... Perdón, me refiero..

— Se lo que tratas de decir. No he muerto porque soy unas de las que provoca traer más hombres aquí. Es mi trabajo.

— ¿Han... abusado de ti?

— Tengo herpes. Un hombre me lo ha pegado. ¿Tú qué opinas?

Apreté mis labios. — Lo siento tanto. Debes de sufrir mucho. —de nuevo lagrimas se paseaban por mis ojos. Por obvias razones al estar aquí automáticamente sufrías, simplemente estaba en estado de shook y no sabía consolar a nadie.

— No llores linda. Tu maquillaje se arruinará. —tomó una toalla y me limpió delicadamente. — Sí, es muy doloroso. Cuando estoy teniendo sexo, en algunas veces lloro y eso molesta a los clientes. Algún día me matarán o me echarán de aquí. Tampoco soy la única, al menos diez de nosotras también lo tienen. Pueden ser muy crueles. La mayoría de las veces no usamos preservativos. Ya es decisión del cliente.

— ¿No sabes cuantas somos?

— Unas 50. Este mismo hijo de puta tiene otros cuatros lugares más, con más mujeres.

— Pero tan joven. ¿Cómo lo hizo?

— También transportan droga, son unos delincuentes. Y como delincuentes, tienen a sus contrarios. Ya sabes, la competencia. Su padre fue asesinado por uno de ellos. No podían dejar caer este negocio, digo, son multimillonarios. Así que el pequeño se encarga de todo esto.

— ¿Y los otros chicos?

— Son sus amigos. También unos hijos de puta. Ten cuidado, pueden llegar hacer contigo lo que quieran. Más tú que eres nueva. Haremos lo posible para protegerte. —acarició mi mejilla.

— ¿Sólo roban a chicas de Corea?

— De todas partes.

— Sunwoo. ¿Cómo sabe mi nombre?, ¿me investigó primero?

— Por supuesto que lo hizo. Si sabe tú nombre, automáticamente significa que desde hace tiempo planeaba robarte.

— ¡Imbécil! —golpeé el tocador. — Arruinó mi vida. La arruinó. —murmuré, y tragué duro para deshacer el nudo que se encontraba en mi garganta.

ESTOCOLMO ;; k. sunwoo ✓Where stories live. Discover now