Sin credo

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No le rezaba a nada, ni anhelaba la protección de alguien. Tan solo vivía, respiraba y sentía como los demás, a pesar de que eso fuera herejía.

¡Hereje, hereje! Le gritaban las masas cada vez que se rebelaba, así que ella tan solo volvía a su zona de seguridad, donde nadie podía atacarla ni hacerla sentir menos.

Vivía sin mandamientos, sin deidad y sin alabanza.

Sin Biblia, sin orar y sin templo.

No creía necesitarlos, no tenía sus esperanzas en ellos. ¿Eso estaba mal? ¿Por eso debía de ser condenada al constante rechazo de parte de su familia? No quería obligar a sus hijos a recibir el bautismo y la comunión, no lo veía necesario.

¿Por qué todos insistían en llamarla hereje y pecadora?

¡Pecadora, pecadora!

En su cabeza retumbaban estas palabras de odio y aparente superioridad, era algo que le perseguía desde el momento en el que dijo: "yo no voy a misa", "no voy a rezar", "yo no creo en eso".

Oh, alma rebelde. ¿Cómo te atreviste a desafiar el principal dogma de toda una isla? ¿No pensaste en las consecuencias?

¿Sabías qué vivir sin credo significa el pecado y el infierno? ¿Por qué no lo crees? ¡Debes de creerlo, es cierto! ¡El cielo y el infierno existen, y las llamas del último van a abrasarte debido a tu herejía!

¿Por qué lo digo? ¿Cómo lo sé? ¡Sólo lo sé, y no preguntes, ni juzgues, ni indagues! ¡Sólo sigue la corriente, alma! ¡Solo hazlo, para que no termines mal!

Pero ella eligió no creer, porque era su convicción. Escogió que sus hijos fueran libres de seguir la doctrina que quisieran, quiso que ellos vivieran en libertad.

No quería ponerle un vestido blanco de bautismo a su hija pequeña, ni que su varón llevase la vela en la comunión. Era decisión de ellos.

¡Hereje! ¡Hereje! ¡Here...!

Esas eran las consecuencias de vivir sin credo.

El ventorrilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora