Day 1 - 7

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No tenía deseos de vivir, lo sé era un pensamiento tonto para una chica de 20 años... Lo sé, no debí pensar en eso, pero... no pude evitarlo. Mi cabello era azotado por el viento, mi rostro no mostraba emoción alguna, mis pies me arrastraban al final, escuchaba el irritante sonido, de las aves cantar, siempre son una molestia; esa decisión me la había pensado mucho, ciertamente no tenia motivos para vivir, no tengo familia, amigos o alguien a quien le interesara mi bienestar, por lo tanto no tenía motivos para vivir, muchos dirán. ¿Por qué lo haces si es un acto inútil y sin sentido? ¿qué no ves que es algo tonto? Seguro hay personas que te extrañaran.

Mi cerebro y corazón estaban de acuerdo, ambos querian que saltara desde aquel puente, y no me importaba la opinión ajena. No lo pensé demasiado, me deje caer. ¿Qué haría bueno en mi vida? La respuesta es nada.

Un silbido se produjo en mis oídos gracias a la velocidad en la que bajaba, era insoportable. ¿Hasta en mi muerte sufriría? Soy una desgracia, doy pena y lástima. Mis ojos se llenaron de lágrimas ellas eran elevadas por la gravedad, respiraba con dificultad, estaba segura de desmayarme pronto, pero eso no sería antes de que cayera al suelo.

Sólo faltaban unos 3 metros para que encontrara mi fin, cerré mis ojos con fuerza, caía de forma horizontal, pero el impacto llegó antes de lo esperado, mi vista se nubló, y lo último que escuché fue el sonido del metal, impactando contra mi cuerpo....

Cuando desperté, estaba en un hospital, tenía un cable en mi brazo, el cual introducía suero en mi cuerpo, tenía un aparato para respirar y se escuchaba el típico »beb beb beb« de la máquina que medía tus latidos, yo nunca había estado en un hospital y eso se demuestra por que ni siquiera sé él nombre de la máquina. La habitación era de color blanco, intenté mover mis brazos pero al hacerlo me dolían mucho, como si miles de agujas estuvieran dentro; cuando por fin logré ponerlos frente a mi rostro quedé en shock....

—¡¡¡¡ahhhhhhhhhhh!!!!—. grite.

Estaba aterrorizada, mis brazos estaban vendados pero de los vendajes escurría sangre, claramente estaban casi cercenados {destrozados, descuartizados} probablemente, los doctores hicieron todo lo posible para no amputar; mi corazón estaba a mil por hora y eso lo decía la máquina. Tenía miedo, miedo de descubrir mis piernas y no verlas, me ofusqué la paranoia se apoderó de mi cabeza, empezaba a ver imágenes poco realistas y distorsionadas, mis pupilas se dilataban, mis dientes se oprimían por mi impotencia, mi piel se empalidecía, cuando el doctor llegó con una enfermera, estoy segura que estaba por desmayarme.

—¡señorita tranquila!, ¡podría hacerce daño!—. me grito la enfermera.

La enfermera trataba de calmarme, yo simplemente me retorcía para que me soltará... El doctor me inyectó algo, tal vez era un tranquilizante un anestésico, no sé mucho acerca de medicinas.

Cuando volví a despertar, no tenía la máquina para respirar, podía moverme con mas facilidad, vi mis brazos, esta vez no sangraban, eso me alivió mucho y sólo di un pesado suspiro, pero recordé mis piernas, las descubrí mis piernas estaban bien, sólo tenían algunos rasguños y heridas, que seguro dejarían señas. Me levanté de la camilla, de inmediato perdí el equilibrio pero me sostuve con uno de los aparatos, desconecté de mi cuerpo la máquina de los pitidos, el molesto »beb beb beb« paro pero fue peor por que inició a hacer un solo gran pitido; empecé a caminar arrastrado detrás mío el tubo de metal que cargaba el suero.

El piso era frío, eso seguro era debido al aire acondicionado, mi caminar era lento y torpe, mi única vestimenta era una bata blanca; siempre le colocan una a los pacientes de los hospitales a menos que los familiares manden algún estilo de pijama o así tengo entendido.

Mis Días Contigo (KaiMei)Where stories live. Discover now