Competencia

5 2 0
                                    

El reloj sobre la pared del aula movía sus manecillas con rapidez suave, marcando el minuto y el segundo, ignorando la desesperación de sus dos espectadores ansiosos por competir.


Las palabras que la profesora Luka pronunciaba cada vez se volvían más lejanas con el paso del tiempo, sólo se podía escuchar los pasos de las manecillas caminando.

Len y Kaito se fulminaban con la mirada llegando a incomodar a Tae, enseguida el reloj marco la hora y el timbre sonó dando inicio a la hora para entrenar, mientras todos guardaban sus cosas para dirigirse a su primera clase, los dos rivales salieron disparados hacia la cancha de fútbol.

La apuesta había dado comienzo.


~Canchas de fútbol ~

Se encontraban en la cancha más grande del instituto, de césped vivo y fresco, limpio, contaba con algunas gradas de cemento y pocas luces para los partidos nocturnos. El sol se encontraba en su máximo esplendor, desganando a los estudiantes.

Enseguida el grupo formo dos equipos para poder entrenar con más comodidades, Kaito y Len se encontraban en equipos contrarios, mirándose mutuamente, tratando de asesinar al otro por medio de sus ojos.


—¡Muy bien, chicos! — dice la entrenadora secando el sudor de su frente con su antebrazo— Comenzaremos con calentamiento y después jugaremos un pequeño partido entre nosotros. ¿Ven esos conos de allá? Quiero que den veinte vueltas al área grande y después pasen el balón entre los conos sin tirarlos— al terminar de decir esto soplo con fuerza el silbato dando la indicación a ambos equipos que era momento de comenzar, haciendo parejas contrarias.

—Veamos que tan bueno eres con el balón — Dice Len al ver que su pareja era su rival, mirando con suplica a los ojos de Tae.

—Soy el Rey del balón — responde Kaito acelerando su paso logrando pasar a sus compañeros, pero Len no se quedo atrás pues enseguida le siguió el ritmo impresionando a la entrenadora por la rapidez y determinación en que lo hacían.

El partido fue muy reñido, Len y Kaito competían sin descanso logrando empatar.




Lo mismo sucedió en sus siguientes entrenamientos, uno a uno arrasaron a los demás. Kaito llevaba 15 victorias y Len 15.

La apuesta casi llegaba a su fin, sólo faltaba un deporte, para ese día.

*Pov. Kaito*

—¿Asustado, Len?— pregunté analizando la distancia en la que tardaría en llegar al punto de salto.

—Ni un poco— respondió con determinación.

Su mirada estaba fija en un punto, me pareció ver dibujado en su rostro un ceño fruncido mientras analizaba el área, la velocidad y la fuerza que usaría para saltar. Ha cambiado desde la última vez que lo vi, pero sigue manteniendo esos luceros de soldado, de cazador frente a una presa.

—Muy bien, sigue Kagamine.

Len suspiro doblando su tobillo derecho, comenzando a correr y justo en el punto de quiebre él dio un gran salto.

Era como ver a un ángel volar, con sus alas majestuosas logró pasar la barra sin siquiera rozarla. Parecía como si tratase de volver al cielo para alcanzar algo, o alguien.

Al momento de permanecer en la altura, pude apreciar en su rostro una expresión tan brillante, pero triste, como si sus pensamientos fueran los que estuvieran ahí, y su alma divagando.

Aterrizó con gracia sobre el colchón recibiendo aplausos de la clase, se acerco a mi con elegancia y fortaleza mirándome como si fuese a devorarme de un bocado. Me pareció por un momento un pequeño zorro fennec hambriento.

—Trata de superarme — dijo con orgullo colocando su mano tan pequeña sobre mi hombro.

¿Hace cuanto tiempo que no veía tal determinación, tal deseo de ganar?

—Lo haré, pequeña ardilla voladora — respondí jugando un poco con su cabello, deleitando mis ojos con sus mejillas redondas y esponjadas.

—¡Arg! No soy una ardilla, soy el ángel caído.

—Claro.

Puede que este haciéndome una mala pasada por marcharme sin despedirme...¿o es que acaso de verdad no me recuerda?

*Pov. Normal, Pasado*

—Len, ¿sigues enojado?— pregunta un pequeño de cabellos marinos abriendo la habitación que compartía con el chico.

Apreciando desde su punto a un niño dos años menor que él, hecho bolita sobre la cama, con ceño fruncido y pucheros al aire— Kaito, idiota— murmura con voz áspera encogiendo aun más su cuerpo entre si.

—Por favor Len, discúlpame— responde sentándose junto al rubio, acariciando su suave y lisa cabellera para atraer su atención.

En ese momento, Len se levanta sentándose sobre sus piernas y observando a Kaito con ojos cristalinos y rostro sonrojado, recargando su cabeza sobre el hombro del mayor.

—¿Por qué te irás? —pregunta con voz quebradiza dando pequeños golpes sobre el pecho de Kaito rompiendo a llorar.

Kaito tan sólo lo observó un momento más, grabando en su memoria esa expresión de dolor, odiaba verlo llorar, pero esas lágrimas eran las que lo impulsaban a ser un hermano sin lazo del cual enorgullecerse.

Lo tomo entre sus brazos permitiéndose sollozar sobre su pecho, acariciando su cabellera dorada, rodeando sus caderas con sus manos.

—¿Cuanto tiempo te irás?

Se negaba a darle una respuesta, no soportaría ver ese corazón tan joven, tan puro destrozado.

—¿Quieres que te vuelva a leer "La leyenda de las mil grullas de papel?" — contestó evadiendo la pregunta, a lo que el menor tan sólo asintió con la cabeza recostándose a un lado de Kaito— Cuando Japón se encontraba en tiempos de guerra...



Le dolía dejarlo, nunca le gustaron las despedidas. En cuanto el alba llego para anunciar el amanecer, Len despertó en completa soledad, mirando la almohada con tristeza.

Sabía lo que ocurría, mas no entendía aún la razón.


Kaito se encontraba camino a América, observando desde la ventana del avión—¿Estas bien?— pregunta Ofelia, la representante de Shion al ver el rostro deprimido de Kaito.

—Sólo, miraba las nubes— responde con una falsa sonrisa colocando los auriculares con suavidad subiendo el volumen de la canción de su cantante favorito, Hatsune Mikuo.

*Fin*

*Presente*


Kaito analizó la distancia a recorrer comenzando a correr con velocidad, pero al momento de dar el salto ciertos pensamientos inundaron su alma, llegaron a su mente los recuerdos de su infancia, de Len, su sonrisa tierna y brillante.

—Shion, muy mal hecho— dice la mujer al notar que Kaito había caído sobre la barra logrando tirarla.

Toda la clase ojeaba a Kaito con sorpresa, como si se tratase del capítulo final de un libro de misterio.

Les parecía sorprendente que el mejor atleta y nadador del instituto cayera de esa forma.

Por otra parte, Len comenzó a aplaudir con sarcasmo acercándose — Supongo que desde hoy, eres mi esclavo, roba focos.

Tae enseguida corrió a abrazar a su nuevo amigo felicitándolo por la hazaña del mismo, causando en Kaito un sentimiento incierto de enfado, no por perder, sino por la manera en la que el coreano trataba a su familiar adoptivo.

—¿Admitirás que soy el mejor atleta?

—Ja, eso fue suerte de principiante, pequeño mono— responde volviendo a su actitud altanera levantándose —Hoy no me sentía al cien.

—¡Pero te vencí!

—Escucha, pequeño, con tu tamaño y tu delgadez, ni en un millón de años serás medallista de oro como yo, y cuando eso ocurra lo admitiré.

Con esto último Kaito sonríe retirándose del gimnasio, dejando a Len totalmente enfurecido e insatisfecho.

—¿L-len, estas bien, colega?

—¡E...ese maldito!


~Casa de Len~

La jornada de clases había terminado, Len regresaba con paso lento con la victoria por el suelo, ¿De qué servía si ese chico no admitía que él lo venció?

Abrió la puerta con pesar siendo recibido por Niku, quien enseguida levanto sus ánimos— ¿Cómo estuvo el día, mi pequeña?— pregunta tomándola entre brazos comenzando a dar vueltas— Estas gorda, Niku— susurra dejándose caer de espaldas al sofá con su compañera sobre su abdomen.

Dio una profunda bocanada de aire disfrutando de la tranquilidad de su sala, hasta que el ruido de la ducha rompió el silencio.

—¿Escuchaste eso?— dijo hacia su compañera, levantándose del sofá y tomando de la cocina un sartén —Niku, ¿¡Qué no te dije que destriparas a quien se metiera?!— susurra con enfado a lo que Niku tan sólo movió la cola con energía.

Pronto, del agua caer comenzó a escucharse un canto masculino y celestial, ¿de dónde podía provenir esa voz?

Se acerco hacia la puerta del baño la cual se encontraba ligeramente abierta, observo a Niku con la seguridad de que esta le protegería.

La abrió con lentitud evitando hacer cualquier ruido alarmante notando que efectivamente había alguien, la cortina estaba cerrada y podía verse la figura de un hombre.

—¡Te tengo!— grita el rubio abriendo de golpe la cortina lanzando un alarido junto con el invasor, sonrojando su rostro al máximo al ver que el intruso no era nadie más y nadie menos que Kaito Shion, untando crema de Chico sobre su escultural cuerpo desnudó


—¡Len, no hagas una locura!

—¡Pervertido!— vocifera ruborizado sin poder apartar la vista del miembro de Kaito, golpeándole la cabeza con la sartén dejándole un moretón y desmayandolo— Niku, por favor, dime que no soñé eso.



Ahora, la semana daría un giro de 180° junto con su vida.

Mientras tanto, cierta Rubia luchaba por conservar vida y su pasión en otra parte del mundo...  

La leyenda de las mil grullas de papelWhere stories live. Discover now