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Llevo en las manos las cenizas de mi padre, no porque lo extrañe ni porque lo ame. Llevo en las manos las cenizas de mi padre no porque me preocupe ni porque me importe. Llevo en las manos las cenizas de mi padre porque guarda con recelo mis sueños y esperanzas. Llevo en las manos las cenizas de mi padre porque se ha negado a devolverme mi sonrisa. Llevo sus cenizas porque otra opción no me ha dado.

Todas las obligaciones que tengo no puedo olvidarlas.

Siento que camino por una estrecha viga con los ojos vendados y los pies descalzos.

Estoy atrapado en el pasado.

*

Nunca comprendió la razón por la que su padre no le amaba. Kagamine Len hizo su mejor esfuerzo por recibir al menos una sonrisa de quien lo había creado; comenzó a entrenar sus músculos desde niño a pesar de odiar los deportes, se volvió alguien pulcro y ordenado al punto en que ayudaba a su madre a organizar papeles. El niño de ojos celestes se volvió un adulto cuando aún era un cachorro, y sin embargo el hombre al que anhelaba acercarse lo empujo desde un barranco y tiempo después le abandonó.

La pesadilla de esa noche fue más vivida que las anteriores, al grado en que llego a considerarlo un recuerdo.

Se encontraba en un bote a la deriva, rodeado de olas amenazantes y despiadadas. El bote se agitaba con brusquedad ante la más mínima provocación de la marea. Su primera reacción fue de pánico, buscar a su alrededor y encontrar a alguien a quien pedir ayuda. Pero cada vez que giraba la cabeza para mirar su cuerpo se acercaba peligrosamente a la borda y la acción de las olas levantaba la pequeña embarcación, que se sostenía momentáneamente en la cresta y después se precipitaba de nuevo hacia abajo de una forma brutal, haciéndolo brincar sin ningún control.

Buscó con urgencia algo solido a lo cual sostenerse y cuando lo logró un estruendo se hizo escuchar bajo sus pies, es el ruido que hace la madera al romperse ante un impulso incontrolable; comprendió que poco faltaba para que el agua le abrazara con fuerza. Vio a su padre a lo lejos, mirándolo con una espeluznante sonrisa que erizo su piel antes de sentir el mar en los dedos se sus pies.

—¡Ayúdame por favor! ¡Papá, ayúdame! —grito con todas sus fuerzas congelado por el miedo de morir ahogado, pero el hombre tan sólo tomó asiento y encendió un puro escupiendo el humo al viento.

La alarma continuó sonando; él abrió la boca, para gritar de miedo o pedir socorro, luchando mientras el bote se bamboleaba a su alrededor. La cubierta se partió en dos haciéndolo caer al agua, estiró su brazo tratando de nadar, moviendo su cuerpo erráticamente hasta que sus fuerzas se agotaron.

—¡Papá! — volvió a gritar antes de que sus pulmones se llenaran del hedor de la muerte.

¡Despierta! ¡Despierta! ¡Sálvate! Y así lo hizo. Aspiró una fuerte bocanada de aire y en un instante se incorporó bruscamente entre las sábanas y dirigió rápidamente el brazo derecho hacia la base de la cama para asirse a algo sólido. Gritó despavorido aun entre sueños clavando sus dedos en la base de la cama hasta no sentirlos más. No fue hasta que sintió los lengüetazos de Niku y escuchó sus ladridos que cayó en cuenta de que estaba soñando.

Abrazó con fuerza a su compañera convenciéndose de que era real, esa noche era la única que estaba a su lado. Sollozó en silencio unos minutos más antes de soltar a Niku. Tomó un frasco de cristal con algunas pastillas, pronto tendría que comprar más. Tras dudar un poco sacó tres y las tomó bruscamente sin beber nada. Volvió a recostarse sin lograr conciliar el sueño.

Comprendió la grandeza de su soledad dentro de esa pequeña habitación. Si él se ahogara, nadie lo salvaría, en los periódicos sería una cifra más, Niku nunca comprendería porque la dejó y probablemente su madre le lloraría algunos meses; ese pensamiento le aterró.

¿A quién le importa?

Esta vez se levantó con pesadez y el corazón en el cuello, tomó varias hojas decoradas y comenzó a doblar sin ver el reloj sobre el escritorio.

*

~Dos semanas antes~

Empezó a sangrar su nariz casi de inmediato pese a que no usé la fuerza necesaria para romperla, si no me hubieran detenido ese hombre estaría en estos momentos en una ambulancia rumbo a un cirujano plástico. Maldita sea. Mi puño duele como mil navajas incrustadas en mi piel, dar puñetazos duele, en especial si el puñetazo es detenido por la nariz diez mil veces operada de un demonio.

Enciendo un cigarrillo y echo un vistazo hacia el patio del hotel, de no haber hecho un espectáculo hace unos minutos en el vestíbulo probablemente me castigarían por fumar tan libremente, ya no importa nada un cigarrito a comparación de los golpes que le he dado al señor Kagamine, mi padre adoptivo, mi ex padre adoptivo ahora. Cuando llegamos aquí, el abrasador sol de Florida estaba devorando los últimos vestigios del invierno arrancando de su sueño a la naturaleza, pero ese patio era el único que se negaba a despertar. Los caminos entrelazados se encuentran vestidos de un millón de capullos, algunos de ellos abiertos, otros más a punto de formarse del tronco de los arbustos.

Me siento derrotado y triste, como el sol que lucha por eliminar todo rastro invernal ante la rebeldía de este patio. Apago el cigarrillo en mi suela y lo tiro por ahí, después de todo esta noche me marcharé por hacer justicia con mi propia mano. Me siento como un super héroe de los comics que Rin adora leer. Rin, mi dulce niña, al menos ese hombre te dejará en paz durante tu recuperación, después de eso, si sales viva, ya será decisión tuya que hacer.En cuanto me giro para terminar mis maletas miro a Gakupo Kamui cruzado de brazos en el marco de la puerta con una abrasadora mirada en su rostro. Es obvio que esta molesto por mi imprudencia, aunque no espera escuchar su reprimenda tan pronto abandoné "la escena del crimen"

—¿Volverás a Japón esta noche? ¿Sin siquiera despedirte?
—Creo tus padres no te enseñaron a tocar— bufé cerrando mi segunda maleta dejándola descansar en el suelo con cuidado. Me senté en la cama invitando a mi compañero a hacer lo mismo, pero este se negó con un gesto. — Primero iré al hospital donde está mi hermanita y después me iré, mañana por la tarde.
—¿Estuviste fumando? ¿Sabes el castigo que te ponen por...
—Sí sí sí, ya lo sé— dije interrumpiéndolo con una cínica sonrisa— ¿Qué más da? ¿Acaso me pondrán otro castigo peor que el que me pondrán por golpear al patrocinador de nuestra división? No creo que se atrevan, ya están perdiendo mucho dinero al mandarme devuelta a Japón en esta temporada.
—Escuché que te prohibieron participar en las olimpiadas durante un tiempo. Tambien escuché que te han negado entrevistas y comerciales, ¿Cómo lo llamó la entrenadora? Ah, sí; un descanso hasta que tu energía se alinee o alguna mierda hippie que suele decir.
—Eso debe de alegrarte, ¿no? No tendrás que perder contra mi durante un largo tiempo— carcajeo con tristeza, era la primera vez que me suspendían de labores. La primera vez siempre duele, siempre te humilla.
—Ja, yo nunca me sentí inferior a ti, pececillo— responde con una sonrisa burlesca bajando la maleta, sentándose a mi lado— Sin ti va a ser muy fácil ganar, ¿Dónde está la emoción en eso?

Sé que lo extrañaré. Nunca fui bueno con las despedidas, y así como continúo extrañando a mis padres biológicos, no habrá ni un solo día en que no piense en la berenjena acuática. A pesar de todo esto, no me arrepiento de golpear al señor Kagamine, y si me dieran la opción de volver a golpearlo hasta la muerte definitivamente lo volvería a hacer.
Un hombre como él no merece la capa que descansa sobre sus hombros.

—¿Me seguirás viendo en la Tv?
—Por supuesto, más te vale no cagarla o me obligaras volver a América a patear tu trasero.
—Ja, mírame desde Japón como me llevo el oro, amigo mío.

Gimoteo ante el manotazo de Kamui sobre mi enrojecida mano. En cuanto el nadador activo se retira, saco la fotografía dentro de mi cartera, acaricio con nostalgia esa dulce sonrisa y esos grandes ojos celestes, pequeñas regordetas mejillas y su cabello caer sobre su rostro con majestuosidad un día de invierno. ¿Ese niño aun me recordará?, rezo internamente por el perdón de mi pequeño ángel, ¿seguirá amándome como yo a él?

—Muy pronto estaré contigo tal y como prometí, mi adorado zorro Fennec.

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⏰ Last updated: Mar 27, 2020 ⏰

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La leyenda de las mil grullas de papelWhere stories live. Discover now