Capítulo 33

1.5K 94 3
                                    

Rabia

Hoy era un día especial para mí. Bah, en realidad solo para mi personaje. Hoy me anunciarían públicamente al grupo. La verdad era que para mí no era la gran cosa, pero tenía que actuar como si lo fuera. Había pasado un mes ya desde que me recuperé, lo que hacía de mi estadía aquí un mes y medio. Luego de la primer llamada, no había hablado ni con papá ni con Rush. No era que no quisiera, estaba bastante necesitada de ellos, pero todavía no tenía noticias que darles. Y no era como si pudiera darme el lujo de llamarlos y arriesgar mi misión solo porque estaba necesitada.

Yo era mejor que eso. No iba a dejar que la puta necesidad me debilitara.

Eloy había dicho que el evento era formal, y como yo no tenía ropa formal conmigo, Gwendolyn me volvió a llevar de compras. Para hacerme la buena, me hice la que no quería gastar más dinero de Gerard ni Gwen, y que no hacía falta comprarme nada. Mi acto de humildad dio sus frutos —que era hacer que los Marshall me quisieran más—, porque Gerard puso una mano en mi hombro y me sonrió.

—El dinero no es un problema para nosotros, Beverly —me dijo—. Eres parte de la familia ahora, mereces ser tratada como tal.

No se me pasó desapercibida la expresión de sorpresa y gratitud en la cara de Eloy cuando su padre me dijo estas palabras. Claramente, a estas alturas, estaba casi convencida de que Gerard confiaba plenamente en mí, sobre todo después de que Gwen les contara que me había dejado sola en el centro comercial con dinero y yo me había quedado allí. Sin embargo, no le daría la satisfacción de convencerme. No bajaría mi guardia ni con Gerard ni con Gwendolyn. Gerard era inteligente, pero yo lo era más.

Cuando finalizó nuestra salida, en la que me las arreglé para comprar dos teléfonos descartables —habría comprado más, pero no había forma de esconderlos—, me metí en mi habitación y comencé a prepararme. Era una fiesta formal, repito, por ende, tenía que estar muy bien vestida.

El vestido que me había comprado era negro opaco, de una tela suave y lisa. Llegaba hasta el piso y se extendía unos centímetros en el suelo detrás de mí. Tenía un brocado plateado con piedras similares al diamante, obviamente de imitación, a lo largo del torso, y trepaba desde el dobladillo del vestido hasta las rodillas, dejando toda la extensión de tela negra a lo largo de mi cadera y muslos intacta. Era un vestido precioso, fino, y abrazaba todos mis atributos sin realmente mostrarlos. Como los zapatos no se veían, me había comprado unas simples sandalias plateadas de tacón.

Como el vestido en sí ya era bastante complejo y ostentoso, también mantuve el peinado simple. Me lo alisé en una perfecta cascada rubia y tiré los costados hacia atrás con un broche plateado para que pudiera verse mi cara. El maquillaje también era simple, solo base, contorno, delineador, rímel, un poco de sombra y brillo labial.

Cuando bajé las escaleras hacia la entrada, Eloy y Gerard estaban esperando. Parecía que Gwendolyn no había bajado aún. Ambos hombres estaban vestidos de traje, los dos viéndose increíbles. Sin embargo, traté de ocultar el hecho de que me quería comer a Gerard con la mirada. Su piel bronceada y facciones duras lo hacían absolutamente perfecto.

Eloy también estaba apuesto, obviamente, pero su padre simplemente me podía más.

No era algo que fuera admitirle nunca a ninguno de los dos, igual.

—Estás hermosa, Bev —suspiró Eloy.

Le sonreí y lo besé, pasando mis manos por su cuello y entrelazando mis dedos alrededor de su nuca. Cuando me separé de él, le di mi mejor sonrisa enamorada y desorientada, como si el beso hubiera tenido ese efecto devastador en mí tanto como lo había tenido en él.

Acompáñame al InfiernoWhere stories live. Discover now