T R E S

8 0 0
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Salió a la superficie y sus ojos discernieron la oscuridad del ambiente y la soledad del lugar, no se hallaba nadie más.

Según Chelsea era de día y hace unos minutos había comenzado la clase, sin embargo, no era así. Era completamente de noche y el viento aullaba entre los árboles cercanos, el frío era inevitable tanto como la soledad del lugar.

Caminó a buscar sus cosas que las había tirado en el césped unos metros más allá. Sus cosas no estaban, no se veían por ninguna parte.

Se dirigió hacia los vestidores. Todo le parecía muy confuso e incluso creyó que estaba soñando y que nunca había ido a la clase de natación.

Al llegar ahí no encontró nada, solamente una chaqueta negra que le quedaba gigante. Ella sabía que si volvía a salir a fuera probablemente le daría una hipotermia y en cosa de minutos se congelaría así que se la colocó y abrochó los botones cosidos a la mezclilla del brazo.

Dentro de los vestidores siempre dejaban cosas olvidadas, para su infortuna no encontró absolutamente nada a parte de un brazalete. Frente a los vestidores había unos casilleros donde alguna que otra chica dejaba sus cosas guardadas hasta la clase siguiente.

Casi dos tercios de los casilleros estaban vacíos, los otros tenían llave y estaban completamente cerrados. Tomó la navaja que pilló dentro de una cartera de la chaqueta misteriosamente y corto por el borde de un casillero al azar. Después de nueve minutos pudo romper uno y ahí sólo se hallaban unos calcetines y unas zapatillas para su mínima fortuna.

Una vez que se colocó los calzados sin dudarlo, siguió abriendo casilleros, abrir el segundo fue una perdida de tiempo ya que encontró un simple bolso con un casco y con unos lentes de natación, al tercero ya tuvo más suerte y encontró unos shorts azules, de algún modo era mejor que andar en traje de baño y nada encima de éste dejando mostrar todo.

De los vestidores a la salida hay una distancia de 150 metros aproximados. Chelsea corrió a toda velocidad por el pasto hasta el portón de salida.

Ella tenía pánico, nunca había estado fuera de casa de noche, ni mucho menos sola, ella sabía la peligrosidad a la que se enfrentaría y a los riesgos que era caminar a esas horas, ya que calculó que hace dos horas había dejado de transitar locomoción.

Estaba lagrimando, pero se rehusó a quedarse ahí toda la noche. El portón era de fierro. Piso la primera separación con el pie derecho y se dio un impulso con las manos sujetadas del mismo fierro, pero más arriba, luego el pie siguiente hasta que se sentó arriba del cerco.

Estaba contando hasta tres para lanzarse desde un cerco de casi dos metros abajo, cuando de repente una patrulla de policía con las luces encendidas se acercaba rápidamente al recinto y ella lo primero que hizo fue saltar e ignorando los golpes consecuentes arrancó hasta un arbusto apegado al cerco diez metros más allá y se lanzó al piso.

No tenía ni idea de porqué estaban allí, se suponía que estaba vacío y que no había nadie.

Un poco de pasto le entraba en los agujeros de la nariz, se había preocupado que el pasto le cubriera completamente. Concentrada escuchando cada acción de los individuos pudo escuchar como apagaron la sirena de emergencias e intentaban abrir el portón de entrada por el cual había saltado segundos antes.

- ¡Eh!¡Hay marcas de barro de zapatos aquí! – alarmó en cuanto se fijó de aquellas huellas un policía de voz fuerte y seria.

- Puede ser evidencia del caso, señor Johnson. – respondió una voz más joven y carismática.

- ¿Tiene la llave, Halford? – preguntó la primera voz.

- Aquí señor, tome, es la dorada. – Esta vez habló una tercera voz varonil.

Más tarde se oyó un leve portazo de una puerta del auto. De inmediato el portón se abría haciendo un pequeño chicharreo contra el cemento y después el mismo ruido de vuelta.

- ¡¡Más huellas!! – gritó la cuarta y última voz aguardentosa.

- ¿y él cuerpo? – susurró la voz joven. Chelsea se dio cuenta que aún estaban cerca y que no era el momento de escapar todavía.

- ¿Cuál era el nombre de la chica? – consultó el señor Johnson.

- Chelsea, Chelsea Rennoll, trece años, cuerpo delgado y llevaba un traje de baño negro. – detalló el policía Halford.

- Perfecto. ¿nada más? – consultó nuevamente el señor Johnson con un tono menos grave.

- Nada más mi cabo.

Los pasos se iban alejando y Chelsea afirmó sus manos en el pasto blanco, sin mirar hacia el interior del recinto, echó a correr hasta una parada de buses y se aseguró que no la habían visto.

Su plan era llegar a casa lo más pronto posible y explicarle a su madre lo que había ocurrido realmente, pero Chelsea sabia que su padrastro se liaría en la conversación y convencería a su mamá que estaba mintiendo.


¿Quieren saber que ocurre después?

¿Chelsea logrará llegar a casa sana y salva?

Su escritora, Juliana DEL RÍO.

A través del agua. [Trilogía Juegos Mentales]Where stories live. Discover now