Capítulo 22: Todos guardamos secretos

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Me dirigía a la casa de Aren mientras pensaba en todo lo que había pasado los últimos días

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Me dirigía a la casa de Aren mientras pensaba en todo lo que había pasado los últimos días. Aquella noche donde salió el hombre de negro, Aren dijo que no creyera lo que decía. Estos días no lo había visto porque le dije que no me sentía bien, en realidad no tenía la confianza para enfrentarlo. Me detuve una vez afuera de su casa y toqué el timbre, la puerta se abrió, dejando ver a una Dixie sonriente.

—Adhara, ¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Vine a ver a Aren —respondí.

—Está en su habitación, pero pasa.

Entré a la casa y Dixie cerró la puerta detrás de mí.

—¿Quieres subir o mejor le digo que estás aquí? —preguntó.

—Eh... mejor subo —respondí.

En realidad, necesitaba privacidad para hablar con él. Comencé a subir las escaleras en silencio y armándome de valor. Cuando llegué a la planta de arriba, caminé por el pasillo y me detuve afuera de su habitación. En eso escuché la voz de Aren y de su padre que provenían de adentro.

—¿Estás loco? —escuché la voz de Edvárd, sonaba molesta.

—Sí, lo estoy, pero por ella —le respondió Aren.

¿Estaban hablando de mí?

—Desde un principio te dije que la vigilaras, no que te acercaras a ella, y menos que hicieras una estupidez, ahora mira lo que ocasionaste —espetó el señor Edvárd con enfado.

Me acerqué con cautela y me recargué en la puerta sin hacer ruido.

—Lo intenté, pero no pude —añadió Aren—. Me enamoré de ella.

—Has complicado las cosas —musitó Edvárd.

—No me eches la culpa, las cosas ya eran complicadas desde un principio —agregó entre dientes.

—Todo iba bien Aren, ahora tienes que hacerte responsable de las consecuencias.

—¿Y tú? —escuché una risa irónica por parte de Aren—. Todo esto fue tú idea, si no hubiera sido por esa estúpida nave, ella no hubiera estado enferma.

Me quedé inmóvil por un momento, ¿Enferma? Sin duda estaban hablando de mí, pero ¿De qué nave hablaban?

—Por eso quise arreglar las cosas y ayudarla —dijo Edvárd manteniendo la calma.

—Mentira, eso lo hiciste por mamá.

—En parte, sí —reconoció Edvárd—. Pero todo esto comenzó por ellos.

—No, todo esto es por culpa de nosotros, no de ellos —agregó Aren con desesperación—. Hemos hecho las cosas mal, y por eso mamá sufrió las consecuencias.

—Tal vez tienes razón —contestó Edvárd agobiado—. Si jamás hubiera ido, ella no hubiera pasado por eso.

La cabeza comenzó a dolerme, llevé mis manos a los costados intentando detener el dolor. De pronto pequeños fragmentos vinieron a mi mente. Me vi a mí misma de niña, me encontraba cerca del bosque con Enid, había escuchado un ruido que provenía de él y para demostrarle a Enid que no existían los monstruos como mamá siempre dijo, entré al bosque decidida. Ahora recordaba todo, sabía que había visto algo extraño. Encontré a un niño con marcas como las que tiene Aren, el niño estaba asustado, recuerdo haberme acercado y darle un chocolate, aquel niño me miraba aún asustado, y entonces lo vi, sus ojos grises que nunca antes había visto unos iguales. Ese niño era Aren. ¿Cómo no lo recordaba? Y ahora que lo pienso, yo toqué esa nave, esa cosa espesa que salía de ella. Después desperté en un hospital y había sido diagnosticada con una enfermedad.

SEDNA: Más allá de la tierraWhere stories live. Discover now