Capítulo 25

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Las cuatro estaciones de Vivaldi rugen en mis oídos mientras miro el reloj en mi teléfono. Son las 11:59 p.m., y unos pocos segundos después son las 12:00 a.m. Es el 12 de septiembre, lo que significa que tengo 24 años y lo único que quiero hacer es seguir mirando este estúpido reloj. El tiempo pasa, pero yo no lo siento. Siento que estoy atrapada en una tierra donde el tiempo se detiene... tal vez si lo estoy. Ashley me envía un mensaje de felicitación tan pronto se hace medianoche y, aunque, lo aprecio, no puedo estar feliz hoy. No respondo.

Ojalá me hubiese comprado un pequeño cupcake con una pequeña vela en la parte superior para pedir un deseo.

Me encuentro encerrada en el armario de Caleb. No quiero ver a nadie. Extrañamente, el lugar que más está lleno de sus cosas es donde me siento más segura. Su olor está por todos lados, pero no me importa. Ya no puede lastimarme porque no hay nada más de mí para lastimar.

Está fuera del estado por el día, pero estará aquí por la mañana, desearía que no estuviera aquí hoy. Me acuesto en su alfombra francesa mullida y cierro los ojos, preguntándome cuál fue mi mejor cumpleaños y solo eso vasta para viajar hasta ese día.

Mi papá me regaló un amanecer en una playa que se ubicaba a dos horas de nuestra casa cuando tenía doce años. Si me concentro lo suficiente, juro que todavía puedo sentir la arena caliente bajo la planta de mis pies. Este fue mi mejor cumpleaños porque al fin conseguí una bicicleta con mis ahorros. Finalmente podría tener la libertad de ir a donde quisiera siempre que lo deseara. Como cualquier niña de doce años, odiaba a mis padres y pensaba que querían arruinar mi vida, así que soñaba con la libertad de una bicicleta. De perseguir el atardecer y no tener a mi madre gritándome que tenía que hacer mi cama y limpiar mi habitación.

No he cambiado mucho desde que tenía doce años, si pude comprar mi camino hacia la libertad a una edad tan joven, estoy segura de que puedo hacerlo ahora. Necesito mis recuerdos de vuelta. Todos ellos, no puedo esperar a que mi cerebro lo permita, tengo que hacerlo realidad.

Desbloqueo mi teléfono y paro la orquesta cuando 'Invierno' está sonando. Busco en el teléfono el número de la Doctora Rivera. Tengo una idea para forzar que los recuerdos salgan de su vitrina, pero necesito un psicólogo, a mi psicóloga. Con quien me he encariñado bastante, espero que esté despierta. Llamo a su número rezando a quien escribió mi vida para que sea de esta manera, que me ayude al menos una vez porque he fallado en todo. El teléfono suena una, dos veces y en el tercero escucho su voz ronca y soñolienta.

—¿Hola?

—Lamento mucho despertarla, doctora Rivera.

—Está bien. Te dije que podrías llamarme a cualquier hora si es una emergencia, y ya que me llamas a medianoche, creo que es hora de que me llames Angélica.

—Pues, justo ahora estoy demasiado avergonzada para llamarla por su nombre, pero quizás en unos minutos lo haga, si tiene tiempo —digo, mordiéndome el labio, más nerviosa y emocionada que nunca.

—Espera, ¿quieres verme ahora mismo?

—Solo si no es mucha molestia... Hay algo que le he estado ocultando y creo que acabo de encontrar la solución a ese problema, pero tenemos que hablar de esto en persona.

—No te preocupes, Karlie. Claro que podemos vernos. Pero, no tengo ganas de conducir hasta mi instalación, ¿te importa venir a mi casa? No está muy lejos.

—No, en absoluto. Si me da su dirección, puedo estar allí dentro de veinte minutos, ¿está bien para usted?

—Por supuesto, te enviare un texto —. Dice y cuelga el teléfono. Su texto llega solo un minuto antes, en la 3015 de la avenida Costa del Sol. No estoy segura de sí sé dónde está eso, pero cada auto que posee Caleb debe tener un GPS.

Karlie's nightmare Where stories live. Discover now