Capitulo 11

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A la mañana siguiente, fui a buscar a Gin a casa. Aun tenía allí todo de habérmelo dejado la noche anterior y tenía que al menos recuperarlo, y hablar con ella. Le debía una charla. Asique bajé de la moto, pero antes de que llamara ni si quiera a la puerta, Gin ya salía.

-Jade- dijo de mal humor.

-Gin, lo siento- me disculpé sin tiempo que perder-mi... mi madre... se muere- si iba a arreglar las cosas con ella, que lo supiera ya.

No quería decirle más mentiras, quería decirle la verdad, al menos casi toda; pero eso le sirvió cuando noté como paró de repente y cambió su semblante:

-¿De verdad?- asentí- No lo sabía.

-Casi nadie lo sabe- confesé- Solo los más allegados. Anoche me llamaron y tuve que salir corriendo- asintió.

-Lo sé- respondió entregándome el móvil y la cartera- toma, te lo dejaste.

-Lo siento, de verdad- me disculpé tras guardar las cosas.

-No, no- me paró- no te preocupes- sonreí- las cosas de familia no tienes que olvidarlas, ¿sabes?- asentí- Está todo bien.

-¿De verdad?- asintió.

-Sí, pero hay algo que puedes hacer para recompensarme- la miré.

-Dímelo. Lo que sé- la besé- haré lo que sea.

-¿Lo que sea?- asentí- Vamos a un lado- me agarró cogiéndome del brazo.

-¿Y donde es?- quería al menos saber donde me llevaba.

-Solo confía en mi, ¿ok?- asentí.

-Confío en ti.

Anduvimos por más de media hora. La verdad es que fue una caminata un poco larga para mi gusto, pero por fin, llegamos al puente que sale por la ciudad. Este es uno pequeño, pero con una bonita historia:

-¿El puente de los candados?- pregunté al verlo.

-Así es- se puso entre el puente y yo y me mostró un candado- Quiero que hagamos el juramento del amor eterno- me encantó la idea.

Según dicen, en Italia hay un puente donde los enamorados ponen un candado como símbolo de su amor eterno, y aquí pasó lo mismo. La gente quiso copiar el romanticismo italiano y el puente terminó naciendo en la ciudad:

-¿Estás segura?- pregunté arrebatándoselo de las manos.

-Segura- sonrió.

-Entonces- abrí este- Vamos allá.

Alcé mi mano y cogí la suya, lo haríamos las dos a la vez. Sellaría mi amor de aquella manera. Un amor que verdaderamente me correspondía. Asique nos acercamos, buscamos un lugar donde no se pudiera perder y allí, entre medio de miles de amores sellados en aquel lugar, hicimos sellar el nuestro:

-Para siempre- susurró Gin cuando el click anunció su cierre.

-Para siempre- repetí volviéndome hacia ella.

Alcé mis manos, y enterrando su rostro entre mis manos, la besé. Estaba decidido, me olvidaría de Tori, nunca jamás la volvería a ver. Ahora solo existiría Gin para mí:

-Y para asegurarnos- enseñó las llaves- una última cosa- cogió impulso y lanzó las llaves lejos, muy lejos del lugar- ¿Te arrepientes?

-Nunca- sonreí atrayéndola hacia mis brazos.

-Jade- asentí mirándola- ¿me enseñarías a montar en moto?

-¿Ahora?- asintió- ¿Por qué? Nunca te interesó, incluso me dijiste que dejara las carreras.

TENGO GANAS DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora