Capítulo 12. Adiós

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La noche se hizo eterna para Marinette, pues parecía como si los minutos no fuesen a transcurrir jamás. Su cabeza estaba repleta de ideas, pensamientos, y sentimientos encontrados de los que, desgraciadamente, no podía huir.

Estaba recostada sobre su cama, mirando el techo, deseando que la mañana del día siguiente llegara pronto. Y no por que lo que pasaría fuese algo por lo que se sintiera emocionada, sino que anhelaba ir a la escuela, hablar con Adrien, hacer algo que no fuese hundirse en su mente.

Pensó en Adrien. En cómo se sentía respecto a él.

Pensó en Chat Noir. Y en los sentimientos encontrados que tenía por él.

Pensó en Gabriel. En cuáles podrían haber sido sus motivaciones para hacer todo aquello.

Pensó en Alya. En su extraño comportamiento.

La verdad era que pensó en todo.

Y desde lo más profundo de su ser encontró miles de asuntos pendientes, que sólo en esos momentos tan importantes y solitarios venían como algo más que recuerdos. Suspiró y miró a la pequeña motita roja que descansaba en una pequeña cama que ella misma le había hecho. No quería despertarla, por ello mismo no podía levantarse y hacer algo que pudiera distraerla de los ruidosos pensamientos y debates que se estaban llevando a cabo dentro de su cabeza.

Cerró sus ojos, respiró profundo y se dedicó a contar ovejas, aunque... Eso jamás le funcionaba. Pero luego de docientas tres ovejas contadas, Marinette perdió por fin el conocimiento, quedando profundamente dormida y lo último que vio antes fue su rostro, sonriendo y dándole ánimos.

(...)

El clima era fresco y las nubes anunciaban lluvia, pero Marinette corría sin que le importara nada más que llegar a su destino, pues se había olvidado de poner el despertador en su teléfono y estaba llegando tarde a la escuela... Como siempre. Cuando por fin llegó a su salón, pudo notar que todos se encontraban reunidos en un pequeño espacio, rodeando a alguien. Cuando se acercó lo suficiente, por fin pudo escuchar la voz de quien era el centro de atención en ese momento.

Era Natalie, la secretaria del Sr. Agreste.

—Es mi deber informarles que el joven Adrien ya no asistirá más a la escuela, pues a partir de mañana oficialmente estará estudiando en el extranjero. De parte del señor Agreste, les pido que no hagan ninguna clase de alboroto respecto a su repentina ausencia. Gracias por su atención. Buenos Días.— y, sin molestarse a responder ninguna de las muchas preguntas que los compañeros del rubio le hacían, salió del salón, pero no sin antes enviarle una mirada a Marinette, la cual ella no pudo comprender del todo.

—¿Qué fue... Qué fue lo que...?— preguntó la azabache confundida, mirando a todos los presentes en busca de una respuesta.

Alya caminó con paso lento hacia ella, una mueca rara le adornaba el rostro.

—Eso que acabas de oír es lo mismo que oímos todos. Tampoco sé nada. Aparentemente Adrien ya no vendrá más, pero no dijo nada del por qué. Además, hay... Hay algo que no te he dicho... Y es que... Bueno, hoy... Yo sólo... Hoy vine a despedirme.— escupió sin más. Si le daba más vueltas entonces no lo diría jamás. —Me voy a Estados Unidos junto a mi madre, ¡Y en verdad quisiera quedarme! Pero... Papá... Él... Se va a casar de nuevo. Y yo soy la única que puede darle a mi madre el apoyo moral y emocional que ella necesita justo ahora. Lo siento mucho, amiga... Por irme y por... Por no decírtelo antes. Lo lamento en serio, y... Y realmente voy a extrañarte mucho...— Alya sonrió de manera compasiva, su mirada reflejaba dolor, miedo y tristeza. Mordió con fuerza su labio, en espera de cualquiera que fuera la reacción de su amiga.

Marinette tragó. Y hacerlo parecía la tarea más difícil de todas. Las lágrimas inundaron sus ojos, desbordando hacia sus mejillas. No podía creerlo. Estaba perdiendo todo poco a poco. Primero Adrien, ahora Alya, ¿Qué sería después de eso? Intentó dibujar una sonrisa, pero sólo alcanzó a mostrar una mueca extraña, igual que la de su mejor amiga.

—Alya, yo... Oh, Dios... Yo...— Marinette apretó los labios, un sentimiento de pérdida le congeló los huesos. Finalmente, sin poder resistir más ante las lágrimas, se lanzó sobre su amiga, rodeando su cuerpo y escondiendo el rostro en su pecho. —Te... Te voy a... Te voy a extrañar mucho, Alya, ¡Dios, en verdad voy a extrañarte mucho!— exclamó como pudo, luchando contra los espasmos que el llanto le causaba. —¿Por qué no quisiste decírmelo antes? ¡Debiste sentirte tan insegura y dolida!

Alya dejó escapar una risita, algo falsa y culpable.

—Lo siento, en verdad, sólo... Sólo quería disfrutar todo lo que pudiera sin necesidad de tratos especiales, llantos o caras tristes. Quería vivir mi rutina diaria un poco más antes de irme. Sé que debí decirlo. Perdón.

Marinette miró de reojo a Nino, quien parecía demasiado atormentado. Se encontraba observando fijamente un punto invisible sobre su pupitre mientras retorcía sus dedos con nerviosismo. Sus sentimientos plasmados claramente en sus facciones.

—Creo... Creo que él te necesita más que yo justo ahora.—comentó, señalando al moreno detrás de ellas. —Además... Vas a volver, ¿Verdad?— preguntó esperanzada. Aunque la idea de que no lo hiciera apretó su corazón.

Alya sonrió, algo más animada.

—¡Pero claro! Estoy planeando estudiar periodismo en la universidad Le jeune choix y no lo voy a dejar sólo por algunos kilómetros de más. Volveré en dos años, lo prometo. Haré todo lo posible para volver. ¿Está bien? Además... El chico de allá atrás llorará hasta deshidratarse si no regreso.— bromeó, revolviendo el cabello azabache de Mary.

—Lo sé... Aquí te estaré esperando.

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Bajo la misma Luna (Marichat) [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora