Capítulo 5

783 80 3
                                    

 Luhan se encontraba acurrucado sobre sí mismo, se tomaba del estómago en un inútil intento por aminorar el dolor que le dejaron los golpes recibidos, y de alguna forma, esa posición también lo hacía sentirse menos expuesto.

—Quítate la ropa. — ordenó el vampiro, su voz ronca supo captar toda la atención de Luhan.

Luhan miraba al vampiro de pie frente a él con los ojos bien abiertos, el pánico comenzaba a alzarse por su cuerpo en forma de calor y termina por revolotear en sus pulmones restándole espacio al aire que debía contener, de pronto se estaba ahogando bajo la atenta mirada que le proporcionaban esos ojos azules.

—Hazlo. —Ordenó por segunda vez y el tono advertía que no habría una tercera. —Estas ensuciando toda la cama.

Luhan se incorporó mirando donde antes se encontraba acostado y efectivamente vio las manchas oscuras que dejó el lodo de su ropa, estaba completamente sucio, había tropezado varias veces afuera y aun así se sentía más cómodo de esa manera, después de todo, aún rondaba en su mente con claridad la escena del vampiro alimentándose de aquella chica, de cómo llegó a tocarla.

Esa imagen no era producto de un shock momentáneo, Luhan vivió lo suficiente en el estrato social de la humanidad que compartía cierta comunión con la sociedad vampira como para hacerse de algunos detalles que otros humanos con menos recursos desconocían, como el hecho que los contratos de los dadores tenían más cláusulas que las que hablaban de otorgar sangre a sus amos.

La excitación que el hambre y la lujuria podían provocar en un vampiro estaba tan estrechamente ligadas que en ciertos momentos les era difícil disociarlas.

Luhan había escuchado en algunas ocasiones hablar a los clientes, dadores, en el café de sus "otros métodos" a la hora de satisfacer a un vampiro cuando su sangre ya no era una opción, no resultaba difícil entender el concepto, mucho de lo que a simple vista puede abrir el apetito de alguien se debe a la presentación del plato, lo mismo se aplicaba a un vampiro, si la sangre de un dador era apetecible, el contenedor por efecto también lo era.

Por algo los dadores siempre lucían pulcros y preciosos, aun si su belleza no llegaba a la de los vampiros, entre humanos se los catalogaban como hermosos.

Por algo era bien sabido que los grandes salones donde se daban los banquetes a los vampiros contaban con innumerables habitaciones capaces de propiciarles más privacidad a sus invitados.

Las náuseas y las desesperadas ganas de escapar que se habían apoderado de él después de ver al vampiro devorar a la joven no eran más que un efecto producto de su instinto de supervivencia.

Los vampiros después de satisfacer su hambre de alimento debían de satisfacer su otra hambre, la sexual.

Elihan percibió la incomodidad de Luhan, el pánico exudando de sus poros y su respiración acelerada decían todo.

Miró a Luhan sentado con el semblante caído y aporreado, el humano acababa de despertar después de un lago tiempo y no recibió más que amedrentamientos y golpes.

Elihan no había pensado recibirlo de tal manera, pero las cosas se dieron así y aunque no le parecía la mejor forma de tratarlo fue necesario.

Los dadores usualmente rogaban ser escogidos por algún amo, ofrecían su sangre en bandeja de plata con tal propósito, y este chico, este miserable humano no podía ser más opuesto a ellos.

De cualquier modo Luhan era su dador, no tenía permitido escapar ni escabullirse, si no nacía de él el comportarse Elihan iba a proceder a hacerlo.

Tomó al muchacho de su mentón haciendo que volviera a fijar su vista en él.

—Sé que aunque no parezcas eres lo suficientemente listo como para comprender que esto es lo más lejos que podrás llegar.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora