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El principito [Análisis]

   De pequeños fuimos muy soñadores, desde que nacemos nos llenan la cabeza de ideas un tanto grandilocuentes, como que éramos importantes y que cambiaríamos el mundo de mayores... Pero no ha sido así; la vida es rutina, todo lo que hacemos está destinado a formar parte de una rutina, nos lo dicen desde pequeños: "Consigue un trabajo y créate una rutina", "consigue una pareja y átate a su rutina", aunque se puede pasar de todo, escapar del sistema y vivir con tu sentido, pero entonces "vivirás con la rutina de preguntarte bajo qué puente dormirás hoy".

   Pero eso no fue lo que nos vendió el arte, nos prometieron que viviríamos aventuras con nuestros amigos, que perseguiríamos el amor de jóvenes, que seríamos capaces de ver cada día algo nuevo y que nos levantaríamos con la emoción de desconocer la excitante aventura que viviríamos hoy. Pero la vida dejó de ser arte, supongo que por eso leemos libros, vemos películas y series, junto con ver a gente que hable de libros, películas y series: Puesto que, nos gustaría mantener la ilusión de ser aquellos héroes que salvan el día y que se escribe historia tras historia a su nombre. Pero... ¿Y si fuera posible? ¿Qué pasaría si pudiéramos abandonar la rutina y viajar a planetas tan lejanos y extraños que pareciesen irreales? ¿Estaríamos dispuestos a abandonar y dar todo por hacerlo? De eso trata precisamente "El principito"

   ¡Adoro a "El principito"! Me parece uno de los mejores libros de todos los tiempos, y quien no lo haya leído debería considerar el Harakiri, pero me sirve decir que es una obra magnífica en todos sus aspectos.

   Aun así no voy a mentir, yo y gran parte de mi generación nos criamos con Bola de Dragón (Dragon Ball), Pokemón, Hora de Aventura, computadoras, teléfonos, Internet y los Thunder Cats ¿Alguien recuerda a los Thunder Cats? El punto es que, el tiempo comenzó a ver la lectura cómo algo que sólo hacen los ancianos ilustres de Europa. Esto hace más inminente el olvido de grandes obras literarias, como "El principito".

   La obra de "El principito" se enfoca mayoritariamente en 2 personajes diametralmente opuestos: Por un lado tenemos a un piloto, adulto, que ha vivido toda su vida en la Tierra, siguiendo las reglas e, irónicamente, con "los pies en la tierra"; pero por el otro lado está el principito, un niño que viaja de planeta en planeta, respondiendo a su propia ley porqué puede. Esto último es muy importante porqué la obra se nutre y desarrolla en base a que el principito viaja a un sin-número de planetas, conociendo a un sin-número de personajes que duran un capítulo o menos. En cualquier obra triunfal de esa década se consideraría aquello como una mala excusa para agregar más personajes y alargar la historia, pero, de hecho cada personaje se usa de una forma brillante para enseñarnos algo sin ser grandilocuente, petulante o redundante, cada personaje es, válgame la redundancia, su propio mundo. Lo interesante de esto es que, de todos los personajes del libro, el principito es el único que no posee una rutina, no ha hecho nada que le pueda repercutir en el futuro de una forma significativa y no le preocupan cosas como el trabajo, de quién está enamorado o de cómo plantea vivir con sus hijos y cónyuge. El principito, como tal, rechaza las concepciones y arquetipos que algunos otros personajes representan, porqué a él no le interesa llegar a fin de mes y recibir la paga, por ejemplo, al principio le interesa vivir el momento. Pero retomemos los arquetipos que son los otros personajes:

- El piloto representa a la mayoría de la población que sigue a las masas porque son una moda de la mayor cantidad. Actúa, al comienzo, de una forma mundana y conservadora, criticando y menospreciando constantemente a principito por no pensar y actuar como él.

- El hombre cuadrado, "serio", como el mismo personaje se describe; es una parodia a la burocracia y los trabajos de oficina. Permanece por eones en su oficina contando y poniéndole precio a las estrellas con la creencia que pasan a ser de su pertenencia con el precio que él les dio, aunque sea incapaz de, de hecho, siquiera verlas como son.