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¿No te duele la mente después de pensar tanto? ¿El pecho después de sentir? A veces me pica la espalda, en las piernas por la zona de la paralítica, el cuello, la palma de la mano, y por más que me rasque, la picazón no cesa. Se siente como un cosquilleo gracioso y molesto, que de saciarse daría placer, pero contrariamente produce ansiedad. Cada vez que toco esa zona, la picazón se traslada a otro lado como queriendo escapar. Parece que mi cuerpo entendió de antemano que soy incapaz de sentir placer. Pero siento, y siento mucho. Siento de todo, y a veces muy poco de casi nada. Siento suave lo que debo pensar, y pienso fuerte en lo que no debo sentir. A veces me tapo los ojos para no verme destrozado frente al espejo, pero me veo reflejado siempre. No tengo espejos en mi casa, pero la madera de la puerta de mi habitación me dice que estoy hecho mierda.

El otro día estuve pensando, como quien tiene tiempo de hacerlo, y saqué la conclusión de que seis minutos de trabajo son proporcional a una hoja de cualquier módulo de Barthes. Ahora, cada vez que voy a la construcción, no paro de maldecir a éste. No por envidia, sino porque puedo, porque quiero, y porque la suerte de la vida me colocó en una posición tan ajena a la suya. Bueno, está muerto, y por lo menos yo puedo conocer el futuro, lo nuevo, el porvenir. De él solo queda el recuerdo de lo que alguna vez fue. ¿Y de mí?

Cierro mis ojos.

AdolescerWhere stories live. Discover now