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Una vez arreglada, de su brazo bajamos a las escaleras que daban al salón de la entrada. Hoy cenaríamos con los hombres del clan Steward y Hamilton. Una vez abajo, entramos por otra puerta que estaba escondida detrás de las escaleras y que nunca había visto. Me quedé en la puerta examinando ese salón grande, con varias mesas. Era un salón de doble altura. Lo que separaba nuestra mesa de las demás eran tres escaleras grandes con forma de arco. Al final de la sala, detrás de las mesas de nuestros hombres había una puerta grande. En el lado izquierdo de la sala había otras puertas de cristal, igual que las anteriores. Como era oscuro no se podía distinguir nada.

Mis padres y mi suegra estaban sentados ya en la mesa esperándonos para empezar a cenar.

-Mi rayo de sol, estás preciosa

-Gracias papá, es un regalo que me hizo Edgar – le contesté feliz

- Por fin el estúpido empieza a hacer las cosas bien – mi padre intentó disimular diciéndolo en voz baja pero se notaba en su cara que su intención era que Edgar le escuche.

-Steward, no empecemos – dijo mi marido con voz amenazante

-Hamilton, estás ahí?

-Vale ya – hablé yo con un tono autoritario – es Noche Buena y no estamos solos.

-Hija, aquí están tus hombres

-Sus hombres son los Hamilton – esta vez habló Edgar,

-Hija – volvió a hablarme mi padre ignorando a Edgar – Carlos me ha preguntado si le concederías un baile.

-Está aquí? – pregunté mirando por la sala a ver si le encontraba

-Quien es Carlos ¿

-Un joven que profesaba el amor que tenia por mi pequeña a los cuatro vientos

-Papá – dije indignada

- Tenías un pretendiente? – preguntaba Edgar cada vez más molesto.

-Uno no, mi rayo de sol tenia varios – contestó mi padre por mi

-Como es que no aceptaste casarte con ninguno – Edgar volvió a preguntarme a mi, pero mi padre no estaba dispuesto a dejar de enfadarle

-Por que mi hija esperaba al adecuado

-Ese soy yo – contestó Edgar con una sonrisa de satisfacción

-Dije que esperaba al adecuado no que esperaba casarse por un acuerdo de tu padre y el mio

La mirada que mi madre le dirigía a mi padre era de reproche. Mi suegra estaba comiendo de su plato sin levantar la vista hacia nosotros, y yo me encontraba entre mi padre y mi marido que estaban dispuestos a pelearse y era consciente de que esto no terminaría bien.

-Hija, sabes que Enrique se caso ¿ - mi padre volvió a la carga

-No papá. Cuando fue eso? – desconocía esa información

-Dos días después de tu boda.

-Ahh, una novia muy afortunada

-También era pretendiente tuyo?

-Si Hamilton, por eso se casó después de vuestra boda, nunca perdió la esperanza

-Steward, le estoy preguntando a mi mujer.

-Después de que no la despiertas ni para comer,estará hambrienta.

-Y tu le contestas para que Elsbeth pueda comer? – le preguntó mi madre

-Si cariño, yo le contesto a tu yerno para que nuestra pequeña pueda comer, quien sabe cuando volverá a hacerlo.

-Ya esta bien Steward – Edgar pegó con el puño en la mesa – esto no lo aguanto más. Estás siempre atacándome y no te das cuenta de que a tu hija no le falta de nada.

-Bueno eso es lo que tu piensas Hamilton.

-Y que piensas tu Steward?

-Que Carlos o Enrique le podrían haber dado mucho más de lo que tu le das a mi hija, por lo menos le habían dado amor.

-No haber dejado a tu hija que se case conmigo.

-Nunca he incumplido mi palabra, pero si te puedo decir que me arrepiento del trato y que si pudiera volver atrás, nunca lo aceptaría.

Yo estaba en medio de aquellos dos niños, por que no eran hombres, y miraba hacia todos los hombres que ya llevaban mucho tiempo más pendientes de la conversación que de la cena. Mi madre y mi suegra, las dos cabizbajas miraban hacia mi, esperando que yo hiciera algo.

-Los dos callaos ya – grité con todas mis fuerzas mientras me levantaba de la silla – sois peores que niños, por lo menos ellos no avergüenzan a su familia con semejante espectáculo. No os dais cuenta de que me hacéis daño aparte de pasar mucha vergüenza

-Elsbeth, lo siento

-No Edgar, no consiste en sentirlo o no. Consiste en intentar llevaros bien por que la que está en medio soy yo y una cosa te digo Edgar – le mandé callar levantando la palma de la mano cuando quería hablar – como esta pelea de gallos no termine, la vamos a tener.Todos me miraban mientras abandonaba la sala, pero ellos no pararon a pensar en que necesitaba un poco de espacio, si no que los dos a la vez, mi padre y mi marido empezaron a seguirme.

-Quereis dejarme a solas un momento por favor? – dije enfadada

-Hija, lo siento, yo solo quiero que este estúpido reaccione y vea lo que tiene a su lado.

-Y yo solo quiero que tu padre y yo nos llevemos bien.

-Papá, deja de pincharle por favor, nosotros llegamos a un acuerdo, por lo tanto todo estara bien.

-Antes de que preguntes – Edgar le habló a mi padre – ella no exigirá amor y yo le seré fiel.

-Sabes que sufrirás no ¿ - mi padre no miraba a Edgar, su mirada seguía en mi y ahora su voz era apenada. – llegará un momento que no serás feliz y necesitarás más.

-Entonces se verá lo que se hace Steward – contestó Edgar

-No entiendo, ni quiero entender lo que acabas de decir Hamilton. Habrá una tregua entre nosotros, que se romperá con la primera lagrima que salga de los ojos de mi niña por tu culpa.

-No saldrá ninguna – afirmó Edgar muy seguro de si mismo.

-No estés tan seguro Hamilton.

-Me estás amenazando Steward?

-Hamilton, solo te digo que como alguna vez vea a mi hija llorar por tu culpa, te cortaré el cuello, mientras tanto vamos a jugar a las casitas intentando disimular lo poco que nos aguantamos, por mi hija – mi padre le tendió la mano que Edgar aceptó

-Acepto el trato. Por mi mujer

-Muy bien gallitos – dije mientras cogía a mi padre de un brazo y del otro brazo a Edgar – ahora llevad a vuestra hija – mire a mi padre – y a vuestra mujer – miré a Edgar – a terminar la cena en paz, que es Noche Buena.

Volvimos al comedor para cenar. Otra vez las miradas de todas las personas estaban en nosotros. Mi madre y mi suegra se levantaron de sus sillas cada una examinando a la persona querida en búsqueda de alguna herida.

-Se han dado una tregua – dije yo para tranquilizarlas.

-Que bien – exclamo mi madre

-Recuerda Hamilton, una sola lagrima de los ojos de mi hija, me bastará para cortarte el cuello.

-Querido – volvió a exclamar mi madre que cada vez estaba mas nerviosa – tengamos las fiestas en paz.

-Si papa, por favor – le suplique, y el asintió con la cabeza.

La cena transcurrió en silencio. Mi padre , yo, y Edgar hablamos algunas veces, veces en las que mi madre también intervenia pero mi suegra no. Ella estaba en silencio observando, me recordaba a un águila que acechaba a su presa y esperaba que esa no fuera yo.

2.Elsbeth- Saga BethWhere stories live. Discover now