Agridulce (Starker) One Shot

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Cuando de hacer el amor se trataba, Anthony Edward Stark era un maldito genio. Y Peter Benjamin Parker lo sabía, y lo comprobaba tan frecuentemente por esa potente necesidad de sentirse amado por aquel delicioso hombre maduro y cuyo impresionante intelecto siempre encontraba una novedosa forma de hacerlo recitar fogosamente cada obscenidad.

Cuando el adolescente era recostado pulcramente en las sedosas sábanas del multimillonario, esperaban con paciencia a que su amante retirara las prendas elegantes de su cuerpo, deleitándose con apreciar esa envidiable anatomía tan perfecta, tan viril, tan exquisita... tan para él. Tendido, con los muslos explícitamente separados, observaba cómo Stark desabotonaba su traje con moderada rapidez, poco a poco dejando verle el abdomen finamente formado, con algunos vellos minúsculos sembrados por su abdomen, costados y estómago. Ya veía patinar sus labios y lengua por toda esa morena tez.

Una vez que se deshacía por completo de su traje daba luz verde a Peter para que saliera de su pose petrificada y sensual, se acercara a Tony, lo jalara con fuerza de su corbata y devorara su boca por completo. Estampándolo encima de él bruscamente, lo incorporaba a la gigantesca cama.

Besar a Tony Stark era la puerta de entrada al jardín del Edén. Húmedos besos en donde participaba cada componente de ambas bocas: labios, lengua, saliva, en demasía, pese a su juventud el chico no era ningún novato. Su lengua larga, rosada y agridulce no se olvidaba de lamer y probar todo el volumen de esa mojada cueva hasta donde alcanzara.

Tiraba tan fuerte de la corbata hasta romperla, pero el empresario ni se inmutaba, ni siquiera notaba el constante ardor en su nuca provocado por los jaloneos. El valor de todas esas difuntas corbatas no era mayor que escuchar gemir a Peter.

Y es que Parker era muy ruidoso en la cama.

Para Tony era el comienzo de un tortuoso placer auditivo.

Cuando el chico estaba en su punto más inquieto, Stark lo apaciguaba con una noble mirada. Y también muy erótica.

Sus profundos y oscuros ojos café recorrían con extrema lujuria cada parte del fino rostro del muchacho; éste regalaba dulces sonrisas al dominante, dejándole ver la personificación de un sumiso ángel, un adorable muñequito de porcelana, un humilde y jovial hombrecito que anhelaba ser atravesado por el fierro del hombre de hierro.

Con sus manos remarcaba cada amena región de su suave cara, lento, atento, detallándolo mientras su propia faceta transmitía al jovencito un paciente deseo. Peter era para Tony lo que la arcilla era para el escultor. Moldeaba a su pupilo con calma y buscaba las mejores herramientas para hacer de él un hombre de bien. Con el tiempo logró transformarlo en su hombre de bien.

Una vez que terminaba de tocar, llegaba el momento de besar. En definitiva era muchísimo mejor. Sentir sus fibrosos labios magentas acompañados de una pronunciada cubierta de rasposo bigote en su cutis facial después de un furtivo manoseo encaminaba a su fructífera sangre a la parte baja de su vientre e iba a parar a su buen amigo y ahora sugestivo vecino del fierro de Stark.

Candentes besos chispeaban por toda su cabeza. El mayor besaba y lamía con rara delicadeza sus desaliñadas cejas, los párpados caídos de sus pequeños y risueños ojitos, ordenaba al dorso de su lengua a bañar de saliva toda la nariz del adolescente desde el tabique hasta el lóbulo de la misma; culminando con apretarle moderadamente aquel lóbulo con sus labios, queriendo ver en él esas cortitas arrugas formadas por una reciente sonrisa.

Nunca se olvidaba de darle un beso en la frente. Ese que parecía decirle cuán valioso era él para Tony. De su frente migraba a sus sienes y las besaba, luego iba hacia sus tensas mandíbulas y las mordía, lo suficiente para abrirlas y poder oír los sonoros quejidos del chico araña. Agudos, constantes y suculentos quejidos. Su boca viajaba ahora con destino a sus orejas. Uno de los tantos puntos hipersensibles en el cuerpo de Peter.

AgridulceWhere stories live. Discover now