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schatz

>> ¿quieres salir a pasar el rato?



Craig llevaba media hora mirando la pantalla del teléfono móvil, y aunque en un principio se había prometido dejar pasar tiempo entre él y Stan (ya que no tenía la menor idea de qué demonios haría con los sentimientos que le profesaba a Marsh), estaba tentado a responder afirmativamente. Lo dejó estar, sin embargo, bloqueando y volviendo a lanzarse sobre la mullida superficie.

Stripe descansaba en su abdomen mientras él intentaba ver televisión, un documental sobre Manson y aquella secta tan famosa, a la que aún muchos temían pero que sinceramente a él traía sin cuidado alguno. Sectas existían en todos lados, por todo tipo de razones y las personas no estaban ni consciente de ello.

Por la mañana Thomas y Laura se despidieron de él, dejando dinero, los teléfonos de emergencia y comida en la nevera.

Tricia tenía una pequeña actividad al aire libre, y aunque los Tucker no eran personas socialmente activas, no dejarían que la menor reprobara por la inexperiencia de ambos padres. Invitaron a Karen, la hermana menor de Kenneth, a viajar con ellos. Por supuesto le ofrecieron lo mismo a su hijo, mas a Craig no le resultaba particularmente tentador pasar el fin de semana con los compañeros de su hermana.  Prefería quedarse jugando videojuegos en casa o salir por ahí con Clyde.

Mientras cambiaba perezosamente de canal el móvil vibró a unos centímetros de su cara, destrozando cualquier atisbo de curiosidad que podría haberse dado. No quiso revisarlo, por miedo a hallarse con otro de Stan, y bufó, dejando la televisión descansar en un  reality.

—Soy basura blanca y estoy en problemas —repitió hastiado, procurando la delicadeza de su animal al bajarlo suavemente de su regazo y depositarlo en el corral miniatura que siempre movía del sótano a la sala, y de la sala a su habitación.

Desbloqueó el aparato y leyó atentamente, alzando una ceja.

>> Necesito hablar contigo urgentemente. Voy a volverme loco.

Bien, quería alejarse de Stan, pero tampoco iba a dejarlo a la deriva con alguna preocupación importante. Se mordió el labio angustiado, porque de pronto se sentía muy mierda al ignorarlo por casi una hora, y tecleó rápidamente.

¿Vienes? Mis padres no están. <<

Apagó la televisión con el mando y se largó en el sofá, todavía en pijama. A pesar de haber tomado un baño después de almorzar, no se esmeró en reemplazar su atuendo porque estaba solo, era sábado y Stanley ya conocía la pereza que se cargaba encima la mayor parte del tiempo. Ordenó, a medias, los cuencos sobre la mesita de centro, también las revistas de chicas que leía Tricia y subió a Stripe a su habitación, donde le guardó en la jaula.

El cuyo comenzó a correr, hasta que el timbre se dejó oír y por la ventana del segundo piso visualizó el gorro de pompón rojo que Stanley no abandonaba por nada. Sonrió suavecito y bajó a abrir.

—¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? —dejando entrar a Stan, Tucker se recargó en la madera lisa de la puerta. Desde allí pudo notar que Marsh estaba nervioso, y cuando pasó a su lado sintió un aroma ligero a cerveza y perfume. Naturalmente frunció las cejas, incómodo—. ¿Bebiste?

Las pupilas dilatadas de Stanley confirmaron su sospecha, y Tucker se forzó a no correrlo de la casa. Después de todo para nadie era secreto los problemas que tenía el padre de Stan con el alcohol; cosa que muy probablemente heredó el de ojos azules de él.

—Estoy volviéndome loco… —susurró, sentándose en el sofá donde antes estuvo recostado Craig. Los ojos verdes del más alto le miraban con detención, y los labios sutilmente temblaron, borrando la sonrisa—. Quiero alejarme de ti, sin vernos, ni hablarnos. No quiero tenerte cerca.

Y todo se vino abajo para Craig.

Sintió que la fuerza en las piernas le abandonaba ligeramente, y tuvo que apoyarse disimuladamente del picaporte para no ceder a esa creciente debilidad que iba extendiéndose como un cáncer.

Las palabras no salían de ninguna manera, obligándole únicamente a carraspear. ¿Qué hacía, qué decía? Un montón de interrogantes sin respuesta, ¿lo echaba, le rogaba o sencillamente aceptaba su decisión sin rechistar? Una parte de él quería una explicación larga, la otra parte solo deseaba decirle a Stan que se fuera a la mierda; que era igual que los descerebrados de su club de fútbol.

Y una tercera quería encerrarse a repetirse que jamás debió hacerse ilusiones.

No podía creer lo estúpido que se sentía en esos momentos, porque aunque él deseó lo mismo, no tenía fuerza de voluntad para cumplirlo. No quería un día a día sin Stanley, sin las bromas tontas y el playlist casi infinito de canciones que aún ni comenzaba.

No quería eso.

Sin embargo allí estaba, de pie, congelado. Los ojos tristes del más bajo no dejaban de observarle, y entonces cayó en cuenta de las silenciosas lágrimas que se habían derramado de sus ojos. Las limpió visiblemente afectado.

—Deberías irte —cuando encontró su voz, ya estaba de espaldas al jugador, subiendo las escaleras con fingida tranquilidad.

Una tranquilidad que flaqueó cuando la puerta de la sala se cerró. Y Tucker entonces lloró.

Lloró porque no había forma de sentirse bien con eso, ¿qué demonios había hecho ahora? Entendía que muchos padres no le querían de compañía para sus hijos, porque pasaba en detención, porque a pesar de que la mayoría estaba de su parte, aún quedaban campesinos que no aceptaban lo diferente. Otro par solo odiaban la “frialdad” de su familia, sin embargo Stan…

Buscó a tientas el teléfono móvil, limpiándose en el proceso las saladas lágrimas que encontraban camino en sus labios secos, y bloqueó al pelinegro de la aplicación de mensajería. Eliminó su número, el apodo cursi y estúpido; y apagó el teléfono.

No quería saber nada de Stanley Marsh por lo que le restaba en esa ciudad de mierda.

No quería aceptar que había resultado ser como los demás y que él nuevamente había caído.

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El capítulo más corto hasta el momento, sin embargo es sumamente necesario.

dude, bullshit «South Park» Where stories live. Discover now