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La verdad es que las palabras de Austin me llegaron directo hasta el corazón, me hicieron sentirme un poco mal y a la vez culpable de lo que le sucedió con Kayla. No creo en el karma, pero creo que fue lo que le sucedió a Austin por haberme ilusionado y haberse ido con Kayla cuando llevábamos saliendo un par de días. No fue demasiado tiempo, pero si iba a ilusionarme entonces no se hubiera cruzado en mi camino.

En el transcurso de la oficina del oficial de la guardia costera hasta la calle en la que vivo solo son cinco minutos, o tal vez menos. Jaden se ha ofrecido a traerme cuando los padres de Austin me preguntaron en qué me regresaría a mi casa debido a la hora.

Damos vuelta por la esquina de la calle y, a unas cuatro casas de la esquina, diviso el enorme jardín de mi casa. Es el más grande de todo el vecindario.

Las luces de la sala de estar están encendidas, Jaden se frena justo enfrente del jardín y apaga el motor del coche.

—¿Laila? —Murmura tan bajo que apenas puedo escucharlo con claridad, tiene la voz un poco ronca. No lo miro, sino que centro mi atención en lo solitaria que está la calle a esta hora, tan tranquila que causa nervios—. ¿Puedo preguntarte algo? —Giro la cabeza en su dirección mientras me rasco el puente de la nariz.

Asiento.

Guarda silencio unos segundos buscando la mejor manera de pronunciar su pregunta.

—¿Qué sucedió arriba de la rueda de la fortuna?

Ya no puedo ocultárselo más, tarde o temprano debe de saber que despertaron en mí los mismos sentimientos hacia Austin de hace un año. Se merece saber toda la verdad.

Tomo aire, recargo mi mano sobre la palanca de los labios sin presionar demasiado.

—¿Nos viste? —Susurro.

Parpadea un par de veces y fija su mirada en mis ojos café, posa su mano sobre la mía.

—Justin y yo estábamos buscándolos cuando nos bajamos de la montaña rusa, después los vimos sobre la rueda de la fortuna cuando se descompuso unos minutos. Yo vi cómo te acercabas a su rostro.

Me paso una mano por toda la cara, terminando por pasarla por mi cabello.

Estoy cansada.

—¿Te sigue interesando Austin Davies? —Susurra y un escalofrío me recorre toda la columna vertebral, el canto de los grillos se escucha, aunque tengamos las ventanillas arriba—. ¿Te gusta Austin todavía? —Vuelve a preguntar, traga saliva.

Concentro mi mirada en las luces de mi casa cuando se apagan, indicándome que mis padres se han ido a su habitación. Frunzo los labios. No sé qué sucede, pero el rostro de Austin aparece en la ventanilla del auto de Jaden cuando entrecierro los ojos mirando la luz del jardín apagarse.

—¿Entonces Laila?

Recargo la cabeza en el respaldo del asiento, la oscuridad nos invade cada vez más rápido.

—No puedo negarlo más, Jay. Fue como si hubieran accionado un interruptor dentro de mí que hizo renacer los sentimientos que sentía por Austin.

Jaden se sorprende por mi inesperado cambio de nombres que le hago. Nos contó que hace unos años, cuando era pequeño, sus padres lo llamaban Jay porque combinaba con su nombre Jaden, nunca lo llegamos a llamar así, a no ser que fueran cosas sentimentales.

—¿Por qué no nos lo contaste? —Pregunta arqueando las cejas, su expresión se oscurece por la falta de luz en el auto.

—Por lo que sucedió hace un año.

Dame Un Lugar En Tu MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora