CAPíTULO VII

135 2 0
                                    

  Margarita anunció que iba a dar una fiesta, e invitó a cuarentapersonas; la fecha sería siete días después. Aquella era unaoportunidad magnífica. La casa de Margarita se levantaba aislada delas demás y resultaba fácil establecer una vigilancia. Fue, pues,vigilada noche y día durante toda la semana. Las personas de la casade Margarita entraban y salían como de ordinario, pero no llevabannada en la mano, y ni ellas ni otras personas trajeron nada a la casa.Todo eso fue comprobado. Era evidente que no se habían llevadoraciones para cuarenta personas. Si a éstas se les daba algúnalimento, éste había tenido por fuerza que ser confeccionado dentrode la misma casa. Es cierto que Margarita salía todas las noches conuna canastilla, pero los espías comprobaron que cuando regresaba acasa la canastilla estaba vacía. 

  Los invitados llegaron al mediodía y llenaron la casa. Vinodespués de ellos el padre Adolfo, y, poco después sin haber sidoinvitado, llegó el astrólogo. Los espías le habían informado de que nipor la parte delantera ni por la parte de atrás de la casa habíanentrado paquetes de ninguna clase.

  El astrólogo entró en la casa y se encontró con que todos comíany bebían de lo fino, y de que la fiesta seguía adelante de una maneraalegre y bulliciosa. Miró a su alrededor y vio que muchos de losbuenos bocados y toda la fruta del país y extranjera, a pesar de serartículos marchitables, estaban en perfecto estado de frescura. Allí nohabía apariciones, encantamientos ni truenos. El problema estabasentenciado. Aquello era hechicería. No sólo eso, sino que erahechicería de nueva clase; de una clase jamás soñada hastaentonces, Allí había un poder prodigioso, un poder mágico. Decidiódescubrir el secreto. El anuncio de una cosa semejante resonaría porel mundo todo, alcanzaría a los países más remotos, paralizaría deasombro a todas las naciones y llevaría su nombre a todas partes,haciéndolo famoso eternamente. ¡Qué suerte maravillosa, qué suerteprodigiosa! Sólo con pensar en gloria semejante se mareaba. 

  Toda la concurrencia le abrió paso; Margarita le ofreciócortésmente asiento; Úrsula ordenó a Gottfrield que trajese una mesaespecial para el astrólogo. Luego le puso ella misma los manteles y elservicio y le preguntó que era lo que quería. 

—Tráigame usted lo que bien le parezca—dijo el astrólogo.   

  Los dos criados le trajeron cosas que había en la despensa, y, almismo tiempo, le trajeron vino blanco y vino tinto, una botella de cada clase. El astrólogo, que probablemente no había visto en su vidacosas tan finas, se escanció un cubilete de vino tinto, se lo bebió, seescanció otro y empezó a comer con buen apetito. 

  Yo no esperaba ver allí a Satanás; hacía más de una semana queni le había visto ni había oído hablar de él; pero, de pronto, sepresentó; yo lo advertí por la sensación de siempre, aunque no podíaverlo a causa de la concurrencia que se interponía entre nosotros. Leoí excusarse por aquel estremecimiento; ya iba a retirarse, peroMargarita le instó a que se quedase, y entonces Satanás le dio lasgracias y se quedó.

  Margarita lo fue llevando por todas partes, presentándolo a lasmuchachas, a Meidling y a algunas de las personas mayores. Seoyeron por todas partes cuchicheos: 

—Es el joven forastero del que tanto hemos oído hablar y al queno hemos podido poner la vista encima, porque casi siempre estáfuera. 

  —¡Válgame Dios, querida, y qué hermoso es! ¿Cómo se llama? 

—Felipe Traum. 

—¡Qué bien le sienta ese apellido! —téngase en cuenta queTraum quiere decir, en alemán, ensueño— ¿En qué se ocupa? 

—Dicen que estudia para sacerdote. 

—Lleva la fortuna en su cara; ése llegará a cardenal.   

El Forastero Misterioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora