Capítulo 2

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La semana continúo sin mucho percance, aunque siempre te tenía presente en cada cosa que realizaba y para no dejar que este sentimiento creciera, decidí que ese viernes enviaría a una suplente para dar mi clase, sería la primera vez que lo haría, pero no quería llevarme otra desilusión si no te veía sentada a mitad del salón. Sin embargo, a pesar de que encontré una excelente suplente para ese día, ella no podía dar la clase práctica, así que después de todo, volvería a sentir ese sentimiento de vacío al no verte. Era más de las seis de la tarde y me encontraba arreglando cada telescopio para los alumnos, cuando te vi llegar en compañía del resto de los chicos. Al verte, desviaste tu mirada a otro lugar, produciendo un dolor en mi corazón. Quise opacar esa fea sensación dando las instrucciones de lo que querían que hicieran esa noche despejada para luego alejarme de ese lugar.

Mis pasos me condujeron a un paraje desconocido para mí y aunque había dejado a mis alumnos solos, no me importó, solo quería estar unos minutos a solas. Me senté para expresarle a las estrellas y a la luna, todo lo que sentía por ti. Simplemente, quería tener a alguien de confidente, me tenías tan atrapada con tu mirada que todo era inexplicable para mí, tu coqueteo insinuante, el chico de esa noche en tu casa, creo que no debí imaginar que tú y yo, podríamos formar algo. Dime luna, tú qué sabes de amores callados, cuando volveré a ver esa mirada cautivadora, me conformaré con admirarla de lejos. Dime luna, cuando podre. Mis ojos se quedaron viendo a la nada, cuestionándome de lo que comenzaba a sentir. De pronto, escuché unos pasos que se acercaban a mí y por un momento me asusté, al pensar que podría ser otro docente y si escuchó todo lo que dije, podría estar en serios problemas. Decidí girarme para ver de quién se trataba, pero al ver aquella silueta, me quedé estática, eras tú. Nuestras miradas se cruzaron y te fuiste acercando lentamente para decirme algo.

—¿Qué tanto escuchaste? —pregunté con temor.

—Lo suficiente como para darme cuenta de muchas cosas—te sentaste a mi lado y me diste un beso suave—No sabes cuánto he deseado besar tus labios otra vez —confesaste, al separarte de mí.

—Soy tu profesora —fue la frase más estúpida que pude decir.

Ella frunció el ceño por mi respuesta tonta, pero no dudo en rodear mi cintura para volverme a besar. Con un movimiento suave, me tumbó sobre el césped húmedo y se colocó encima de mí, sin dejar de besarme. Era el mejor momento que había experimentado en toda mi vida, estar bajo la luz de la luna con alguien que me hiciera temblar del deseo.

—Deseo continuar, pero aquí no —dije, entre jadeos.

—Es hora de volver a clase profesora —expresaste con una sonrisa maliciosa. Me ayudaste a incorporarme y sin que pudiera evitarlo, me besaste de nuevo.

—Me encantaría salir contigo —dije, mientras cruzaba mis dedos. No dijiste nada ante mi petición, pero me volviste a besar y deduje que ese gesto sería un sí.

Volvimos al campus silenciosamente, intentando ocultar lo que había sucedido minutos atrás, te ubicaste en tu telescopio y comenzaste a tomar apuntes. En cuanto a mí, retomé mi lugar para disimular mi sonrojes. Media hora después, la clase había llegado a su fin, pero antes de irte pasaste por mi lado y extendiste tu mano para hacerme llegar una nota. Cuando dejé de percibir tu silueta desde el lugar donde me encontraba, leí ese papelito que tenía una apariencia toda arrugada:


"Pasa por mí al terminar la clase, estaré a una cuadra de la facultad, espero verte. Si no entenderé que te has arrepentido"


Me apresure en guardar todo, firme los documentos de la devolución de los quince telescopios para ir al estacionamiento. Abordé mi coche para ir por ti e intenté controlar mis nervios, pero a lo lejos, percibí tu silueta. Bajé rápidamente la ventanilla de mi auto, saqué mi cabeza y pronuncié tu nombre. Tú te volteaste, cruzaste tu mirada con la mía y yo te abrí la puerta para que ingresaras. Al subirte, lo primero que hiciste fue besarme otra vez.

—Por qué esperar hasta mañana, si podía verte a final de clase —expresaste, al separarte de mis labios.

Sonreí ante tus palabras y coloqué el vehículo en marcha. Recorrimos las oscuras calles de Italia, pues parecía no haber ningún alma esa noche y nos aventuramos por un laberinto hasta llegar a una especie de colina.

—¡Bienvenida a mi lugar especial! Ese que todos buscan para refugiarse del mundo y olvidarse de todo, pero que solo yo conozco —exprese, embozando una sonrisa. La invité a salir para que caminara por la zona y pudiera grabar cada detalle en su cabecita.

—A simple vista el lugar es perfecto —expresaste.

Mientras continuabas con tu reconocimiento, saqué una manta que solía llevar en mi coche, era de lino fino, con mis dos colores preferidos "Rojo con recuadros negros" La extendí sobre el césped y te invité a tomar asiento para que pudieras admirar las luces que pertenecían a casas u edificios que se veían a los lejos. Cerré mis ojos para aspirar el aroma de la noche y disfrutar de la tranquilidad. No sé en qué momento te me acercaste o como se dieron las cosas, pero sentí la suavidad de tus labios sobre los míos, me reclinaste sobre la manta con cuidado y tus manos recorrían mi cuerpo con dulzura. Esta vez no quería pensar en nada y me dejé llevar por todas esas sensaciones que me hacías sentir, besaste mi cuello, mis pechos por encima de la blusa hasta llegar a mi abdomen, allí, te encargaste de retirar aquella prenda. Con esas mismas caricias y esos besos furtivos, te dedicaste a quitar mi jean para luego retirar mi panty con una suavidad exquisita.

Estuviste jugando con tu lengua sobre mi sexo, hasta que viste que era el momento de cambiar tu táctica. Sujetaste mi cadera para penetrarme con tu lengua y mis muslos se fueron tensando a medida que tu lengua hacía de la suya, juro que casi tengo un orgasmo en ese instante. En cambio, tú, no tardaste en incorporarte dejándome a flor de piel, con movimientos rápidos te fuiste retirando cada prenda, dejándome admirar tu hermoso cuerpo. En poco tiempo, te encontrabas sobre mí cabalgándome, pero no pasó mucho tiempo para que las dos llegáramos al clímax. Mientras tu respiración volvía a la normalidad, te acaricié la espalda y te expresé que eres muy especial.

—Aquella vez que te vi frente a mi casa, supe que serías para mí —expresaste, con tu voz sexy.

—Y cuando te vi en mi clase, supe que serías mi perdición —acaricié su mejilla.

—¿Quieres ser mi novia? —preguntaste, mientras tu mirada coincidía con la mía.

—Sí, sí quiero —uní nuestros labios.

FIN



Publicado: En Wattpad, agosto 15 del 2018

Copyright © 2018 María A.

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Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Aquel día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora