I - El fantasma que se aleja para siempre

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Buenas, mis niñas lindas, por el Kacchako Positivity Week 2018 empiezo esta historia. Espero poder terminarla en tiempo, y si no lo logro, pues lo haré cuando pueda.

Advertencia: Posible OoC no intencional.

Renuncia: Todo pertenece a Hori-sensei.

~Disfrute su lectura~

Día 0: Primeros Días.

"El fantasma que se aleja para siempre"

[.]

Uraraka siente el corazón estrujarse. Se lleva la mano empuñada en el pecho tratando de calmar los latidos del corazón.

Llevaba una chaqueta en la mano y en la otra su cartera. La tenue ventisca revoloteaba su cabello castaño, el aroma de otoño inundaba sus fosas nasales mientras seguía en una marcha lenta, tratando de darle tiempo a sus nervios para que se calmaran.

— Mierda —masculló por lo bajo, colocando un mechón de cabello detrás de su oreja.

Una sonrisa se le dibuja en el rostro cuando lo recuerda, él probablemente llevaría su mano sobre su cabeza y la despeinaría reprendiéndola por ser malhablada en ese momento.

Continúa un camino más liviano al pensar en él.

Pero... Recuerda la soledad de sus días, la oscuridad por no tener a nadie esperándola y lo repulsivo que era volver a casa. Prefería quedarse en una plaza a gastar sus días a volver a ese lugar, huía constantemente y el sentimiento lo ponía ansiosa.

Suspira largamente cuando se encuentra en frente de su casa nueva, busca su llave en su bolso con fingida tardanza, retrasando su entrada lo más que podía. Finalmente lo saca, mira la figura de la llavecita y un llavero colgando de él: Una granada del tamaño de un medallón que, aunque fuera de plástico barato y estuviera degastado en algunas partes, lo cuidaba como si fuera el oro más valioso del mundo.

Era muy, muy valioso para ella.

Metió la llave, lo giró y esperó de nuevo. Dio un respingo con los ojos cerrados y con sus manos temblorosas agarró la perilla, abrió la puerta. Se quedó en el umbral por un rato.

— Estoy en casa —murmuró por lo bajo, cabizbaja, con la sombra de una soledad tragándola lentamente.

Su corazón se desboca cuando escucha pasos presurosos hacia donde estaba ella, y unos segundos después aparece él, con un delantal de cocina y una cucharona en la mano, con una expresión de fastidio en el rostro. Demasiado gracioso.

— ¿Puedes hablar más fuerte? —gruñe con la voz muy alta mientras le reclama acercándose de par en par—, pensé que entró un extraño, idiota.

Uraraka se ríe una vez más, y recuerda, ella ya no está sola.

Estaba con él ahora.

Estaban juntos por el resto de sus vidas.

— ¿Te estás burlando de mí, cara redonda? —grita Bakugou con rabia al ver como la castaña empezaba a reírse. Empuñó su cucharona hacia ella amenazándola, casi tocándole la punta de la nariz y ella queda con asombro en su rostro.

Uraraka deja ir todos sus fantasmas y se siente ligera, flota en las nubes de una felicidad que no podía explicar. Y da un gran salto, hasta caer en el pecho de Bakugou.

Lo abraza tan fuerte como puede, recuerda lo hermoso de su tacto y lo perfecto de su presencia en su vida.

Agradece en silencio sin que él lo supiera.

— ¿Qué demonios te pasa hoy? —preguntó nervioso, tratando de disimular su sonrojo.

— ¿Nada? —respondió alzando su rostro para alcanzar a ver sus ojos. Alcanzó a verlo ruborizado, antes de que desviara su mirada hacia otro lado, evadiéndola—. Estoy en casa —volvió a decir, con la voz firme y serena, mezclada con la alegría que sentía en ese momento.

— Ya lo sé, tonta.

Bakugou lleva su mano a la nuca de Uraraka y se inclina lentamente, hasta dejar que la distancia se termine y finalmente sus labios se unen en un beso que les hace sentir electricidad a ambos.

Así sería a partir de ahora.

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n.a. gracias por leer. Nos vemos mañana.

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