50 - Regresarás

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En el capítulo la canción Ya me enteré de Reik.

***

_ Yo espero en el despacho. Veo que ustedes están tratando temas importantes. - dijo Saúl con cinismo.

_ No, no hay razón. - Eduardo intervino. - De hecho, ya me iba de salida. Altagracia y yo ya nos acertamos y sé que ustedes tienen algo importante que hacer.

_ No tienes que apresurarte por mí. - Saúl una vez más fue cínico con una leve sonrisa. La sonrisa era para contener el odio que le invadía por la presencia del pretendiente siempre enamorado de Altagracia allí, en su casa y que tan poco tiempo atrás había sido de ellos.

_ No es por ti. - se limitó Eduardo en la explicación. - Altagracia, - se dirigió a la hermosa muchacha - tengo claro que jamás me he engañado contigo, siempre pude ver a tu alma, desde que eras una niña.

_ Gracias, Eduardo. - Agradeció Altagracia levemente conmovida - De alguna manera, yo te debía eso. Adiós! - Se despidió extendiendo la mano.

_ ¡Adiós! - Se despidió Eduardo besándole seductoramente la mano.

Matamoros acompañó a Eduardo hasta la puerta y, por unos instantes, Altagracia y Saúl permanecieron solos en esa sala. Él la miró decepcionado y, al mismo tiempo, amargado por la sensación de que le perdía.

_ Eduardo siempre tan oportuno, ¿no? - atacó a Saúl.

_ ¡En realidad, sí! Yo lo invité, él no vino por sí mismo. Siempre ha sido respetuoso y oportuno. Conmigo y con mi madre. Estaré siempre agradecida a él.

Altagracia que conocía muy bien el sarcasmo de Saúl trató de poner las cosas bien claras. Saúl iba a retrucarle, cuando Altagracia ignoró su movimiento y llamó a Matamoros:

_ Por favor, Matamoros. Dile a la señora Úrsula que el señor Saúl nos espera. Estamos de salida.

_ ¡Si Doña! - se retiró el criado.

_ Como dije ayer, no es urgente que hagamos este viaje hoy. Si te es más conveniente y tienes temas que resolver aquí, podemos dejar el viaje para cuando tengas tiempo. - No podía evitar la ironía.

_ Y yo también te dije ayer. El único tema verdaderamente importante y prioritario en mi vida es mi hija. Jamás pospondría algo tan importante para la vida de Sofía por algún capricho. - Altagracia se molestó con su agresividad.

_ Perdón... - dijo sin quitar a la sonrisa sarcástica de la cara - Es que, al menos para mí, siempre te has mostrado caprichosa.

_ ¡Sí, y jamás lo he negado! - Altagracia lo miró con firmeza - Pero tampoco descuidé o puse a mi hija a un lado por cualquier capricho. Y de eso seguramente tú no puedes hablar con claridad porque no fue posible que conocieras a mi lado madre. - lo acusó herida.

Úrsula en este momento irrumpió en la sala de estar con Sofía seguida de Matamoros que traía las maletas de las tres interrumpiendo el ácido diálogo de los dos. Entre la finca de Altagracia y la estación de tren, dentro del carruaje, el protagonista fue el silencio. Saúl disfrutó que Sofía estaba despierta y alegre para jugar con su hija. Eran raros los momentos que tenía con ella, trataba de aprovecharlos todos con la máxima calidad posible. Pasaron pocos minutos en la estación y pronto el tren llegó y ellos trataron de acomodarse en la locomotora. Saúl y Altagracia viajaban el uno al lado del otro y Úrsula un poco por delante de ellos.

En el camino, evitaban mirarse y conversar, pero era un recorrido muy largo para que no intercambiaran ninguna palabra. Altagracia, al lado de la ventana, se perdía en el paisaje sosteniendo la altivez en la cara, la misma que estaba en su corazón.

Marido Comprado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora