La cana coqueta

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Senescente: que empieza a envejecer

Capítulo tercero: la cana coqueta

Miyako pegó el grito del día: era un domingo a las cuatro de la mañana y muchacha se había levantado para ir al baño. Ken entró corriendo, con el corazón en la boca, y le preguntó qué estaba pasando, si estaba bien, si se había lastimado y lo único que la chica tenía era algo apeas imperceptible entre sus dedos pulgar y mayor, y lo agitaba con fuerza.

De más está decir que Ichijouji poco entendió a qué se debía toda la escena: Miyako era un ser extravagante, pero ahora, ¿qué mosca le picó?

— ¡Mira, mira, mira!

Sacudía eso con ímpetu.

—Quédate quieta, o no podré verlo —él extendió la mano y lo que reposó en su palma fue un cabello largo de color blanco.

Entonces comprendió todo y se echó a reír.

Miyako infló las mejillas, se cruzó de brazos y empezó a sonrojarse mientras su pareja no paraba de saltar carcajadas a las cuatro y pico de la mañana.

— ¡No te rías, no es gracioso!

Pero Ken no paraba. Dejó el cabello blanco sobre la mesada del baño y la abrazó mientras con una de sus manos libres se secaba las lágrimas de los ojos.

— ¡No puedes ser tan especial!

— ¿Especial? —Se extrañó Inoue—. ¿Es especial tener... canas? ¡Me estoy haciendo vieja, Ken! ¡Pronto tendré arrugas por toda la cara, no podré usar mayas ni tampoco faldas! ¿Te das cuenta? ¡Y no quiero teñirme el pelo! ¡Teñirse el pelo para ocultar canas es de viejas! ¡Y yo no soy vieja!

Si Miyako no paraba de gritar todas esas cosas, Ken iba a desmayarse de la risa. Y la verdad es que estaba conteniéndose como si su vida dependiera de ello. Así que respiró, la estrechó más entre sus brazos y le acarició el pelo.

—Si tienes canas, no me importaría verlas —la chica empezó a decir algo y él la cayó con un beso—. Si tienes arrugas, tampoco me importa —Miyako seguía despotricando y él volvió a besarla, más pasionalmente—. Y si te tiñes, cualquier color te quedaría bien, y no es porque seas vieja, eres coqueta, y me gusta que lo seas.

Y Miyako fue quien lo besó aún con más pasión.

—Tú también eres coqueto —le dijo por lo bajo. Ambos sonrieron y salieron del baño para volver a dormir entre sus sábanas de seda blanca—. Siempre vas arreglado, bien peinado, perfumado y estoy segura que vas a ser un hombre mayor precioso.

— ¿Qué es eso de hombre mayor? —ah, Miyako empezó a reír, ¿se había ofendido?

— ¿No quieres ser viejo, eh? El otro día te encontré una cana —Miyako se acomodó en la cama y se abrazó a él.

—Hagamos una cosa —propuso entre los brazos de su mujer—. Enmarcaremos nuestras canas, ¿te parece? Esa será nuestra prueba de que estamos acercándonos a la etapa que no queremos ver.

— ¡Me encanta! ¡Y cuando tengamos todo el pelo blanco, alardearemos de ello!

Ken no paró de reír. Se durmieron abrazados, soñando que ambos tenían cabellos blancos, más arrugas y, a pesar de la edad, ella lucía un precioso traje de baño y no se avergonzaba de nada, después de todo, la coquetería podía más.

Estaban orgullosos el uno del otro. Daisuke decía de vez en cuando que estaban locos. Pero eran dos locos enamorados.

Víveme, toda una vidaWhere stories live. Discover now