Calientame, omega.

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Las calles de Bradford se encontraban heladas en esos días, el viento era tan fuerte que empujaba al cuerpo ligero del alfa, ni siquiera los pajaros cantaban.

Su metro setenta y cinco no parecía tener mucha utilidad en ese momento, no cuando tu grasa corporal podría ser menor a cero. Maldecía a sus padres, hasta a sus ancestros, los culpaba de no haberlo obligado a hacer algún tipo de deporte de pequeño; quizás así sería más grande, más fuerte y... tendría una temperatura agradable.

Ya que Zayn, era un alfa extraño; según el doctor, no era normal que alguien como él tuviese una temperatura corporal tan baja. Su cuerpo realmente parecía un cadáver, todo el tiempo. Eso, más su delgadez, junto con su poco uso del habla, era un tanto escalofriante. No es como si al chico le importara, había tenido unas cuantas omegas.

Ninguna duraba más de un mes.

Esto era lo que más preocupaba a sus padres y probablemente a sus ancestros. Sus 'novias' solían dejarlo por su frialdad, era casi justificable, en Bradford el clima era frío la mayor parte del tiempo. Y las omegas precisan del calor de un alfa. Algunas realmente lo habían intentado, de verdad. Pero el muchacho no parecía interesado, y la falta de demostración de cariño ponía locos a todos.

Zayn no lo veía tan mal, era un optimista de primera, al menos no pasaba frío. Estaba tan acostumbrado a sentirlo, que no conocía otra cosa ni otra temperatura. Hasta se le hacía absurdo abrigarse tanto, pero la mirada de su madre no dejó lugar a opciones. Asíque ahí estaba, con unos guantes, gorro de lana y chaqueta de cuero grueso. Sus botas típicas no eran bastante útiles en las pequeñas montañas de nieve, pero nadie podría separarlo del objeto mas preciado que tenía.

Apenas sumido en sus pensamientos, observó, mientras luchaba por no caer, a un perro enorme correr hacia él. Su mirada viajó a toda la cuadra, y pudo ver como la puerta del lugar donde había salido el animal, se abría. El can, que no lucía adulto, siguió su camino rodeandolo mientras correteaba a la esquina para despues volver.

Intentó perfeccionar su vista, en la puerta se encontraba un muchacho con el ceño fruncido, sin pantalones y un largo buzo negro que lograba tapar hasta arriba de sus rodillas, bajó la mirada y se encontró con unas piernas de pollo muy blancas, y pies cubiertos por unas medias blancas que eran un poco grandes. El joven colocó sus manos alrededor de su boca e hinchó su pecho. "¡Vuelve aquí, Noah!" u ceño fruncido estaba dirigido al perro que había cambiado de dirección y comenzado a correr hacia la de ellos.

El animal paró a un lado de Zayn, quien se vio obligado a quedarse quieto y entregarle su mano, dejando que lo olfateara. El de cuatro patas era gigante, gordo y hermoso, su pelaje era tan suave como parecía y tenía unos lindos ojos color miel, más claros que los del alfa. "Te llaman por ahí, amigo." Le susurró regalandole una mirada al joven que estaba a punto de congelarse.

Cuando el perro terminó de revisarlo se puso en dos patas y se apoyó en el delgado cuerpo. "Oh no, ¡Noah!" Pero ya había sido muy tarde, el perro y el moreno estaban en el suelo, el último riendose por las lamidas que el otro le daba.

El cuerpo del animal se estaba comenzando a llenar de copos de nieve, y aunque tenía mucho pelo, podría estar pasando frio. Por lo que se puso de pie y sacudió su ropa. "Vamos, no queremos que tú o tu dueño se enfermen." Le regaló una suave sonrisa y lo sostuvo del collar celeste que tenía el can rodeando su cuello.

El viento había cesado, pero la temperatura de la ciudad parecía ser más baja cada segundo. O eso le decían los feroces temblores que recorrían al muchacho rubio. Sin mucho esfuerzo y levantando bien alto sus piernas, subió a las escaleras que lo llevaban a la puerta blanca que estaba detrás de lo que parecía ser un joven de veinte años.

one shoots »zhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora